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Actualizado: 17/05/2024 12:58

Opinión

Las virtudes del coro

La Unión Europea y Estados Unidos frente al tema cubano.

El senador Mel Martínez, mucho más racional que los congresistas cubanoamericanos en la Cámara, viajó hace poco a España, entre otros asuntos, para coordinar las políticas hacia Cuba. En Madrid, dijo que la política europea hacia Cuba es "un fracaso" y llamó a EE UU y Europa a trabajar de conjunto, pues —según su entender— los objetivos de ambos en este sentido "son los mismos".

Más allá de la utilidad de una coordinación política entre EE UU y Europa, es lamentable que el senador se haya equivocado por partida doble: ni las políticas europea y norteamericana son compatibles en su forma actual, ni el compromiso constructivo europeo ha sido "un fracaso" en la promoción de apertura y liberalización en Cuba.

Sólo dentro de un contexto de compromiso constructivo hacia Cuba, las políticas de EE UU y Europa pueden ser coordinadas. Europa debe perfeccionar su política desde sus propias razones, e incluso dedicar recursos para derrotar al embargo, y EE UU debe abandonar esa política para sumarse a una estrategia de compromiso constructivo y diálogo crítico con Cuba.

Muchas personas tienen justificadas pasiones sobre las políticas europea y norteamericana hacia Cuba, pero no es sobre pasiones que se discute la efectividad y compatibilidad de las políticas. Importa que los argumentos tengan sentido, que se apele a evidencias, que los argumentos de cada parte puedan ser verificados o refutados.

Dos elementos sirven para medir la efectividad de las políticas exteriores de cualquier país: cómo sirven a los intereses de los países que las practican y cómo influyen en los procesos internos de los países a los que van dirigidas.

El grado de apertura

La democracia es un proceso que se desarrolla según una lógica nacional, más aún en un país como Cuba, de fuerte cultura nacionalista. Ni EE UU ni Europa pueden exportar la democracia a nuestro país. Son los cubanos interesados en reformas, particularmente aquellos que viven en la Isla, los que pueden desarrollarlas.

¿En qué pueden influir entonces Europa y Estados Unidos? En el grado de apertura de Cuba al mundo. Si la intención es que Cuba sea una democracia pluralista, con economía de mercado, se requiere maximizar el contacto de la población con las democracias de otros países.

La interacción con el exterior ofrece a los cubanos formas de vida que los hacen menos dependientes del control estatal sobre su vida económica y educación. El contacto con países democráticos provee a la población de fuentes alternativas de información e incentiva modos plurales de comportamiento, en necesaria contradicción con el verticalismo comunista.

Si la cuestión a discutir es en qué medida las políticas en curso promueven apertura en Cuba, toda evidencia indica que el embargo norteamericano es un fracaso total. El tremendo potencial norteamericano de influencia democrática sobre Cuba no ha sido realizado, pues la política de Washington hacia Cuba se limita a ser la continuación de la politiquería floridana por otros medios.

Estados Unidos no ha podido usar en el contexto cubano sus experiencias exitosas de promoción de apertura en China, Vietnam o la antigua Europa del Este, por el simple hecho de que un grupo de reclamantes de propiedades han subordinado toda acción norteamericana a sus intereses estrechos.

El mundo y la España franquista

Como el congresista Lincoln Díaz-Balart ha reclamado que se aplique a Cuba "la misma política que el mundo aplicó a la España franquista", discutamos esa experiencia.

Cuando se le cuestionó a De Gaulle por qué comerciaba con España, el presidente francés contestó que "las naranjas españolas no son fascistas". Europa no trató a la España fascista con normalidad, pero tampoco dejó que Franco se convirtiera en un obstáculo insalvable para la relación entre España y sus países vecinos.

Estados Unidos, correctamente, no se quedó detrás. Si Díaz-Balart quiere que Washington se inspire en las negociaciones con Franco sobre las bases de Torrejón y Rota, para un nuevo acuerdo sobre la base de Guantánamo con La Habana, debería ser más explícito.

Desde 1959, Estados Unidos contribuyó al plan de liberalización económica española a través de miles de becas Fullbright y el desarrollo de escuelas modernas de administración, algunas apoyadas por la Iglesia Católica. Estados Unidos no esperó a la muerte de Franco para promover la apertura en España. ¿Por qué el congresista Díaz-Balart no impulsa proyectos similares con Cuba?

La comunidad internacional ayudó a España a encontrar su futuro, más que a resolver las luchas fratricidas del pasado. Fue más importante crear puntos de compromiso para las nuevas generaciones que continuar obsesionados con el caudillo gallego. De lo que se trató fue de abrir España al mundo.

El pacto de La Moncloa requirió que los derrotados de la guerra civil asumieran que esa batalla estaba perdida. La aceptación del PSOE de esa realidad demandó mucho coraje, pero fue extraordinariamente sabia. Gracias a Dios y a Zapatero, Franco no tiene ya ni estatua.

Es esa experiencia la que inspira la política europea hacia Cuba. Los europeos viajan, conversan con la población, se casan con cubanos, desarrollan negocios, dialogan con funcionarios y emplean a un significativo número de trabajadores. Los gobiernos de España, Suecia, Alemania, Francia y Gran Bretaña han otorgado miles de becas de estudio y organizado entrenamientos que preparan a los cubanos para un futuro globalizado.

Para ir a Cuba y decir que allí no se puede interactuar con el pueblo, como lo repite sin cesar la derecha exiliada, hay que andar lejos de la realidad.

¿En qué ha influido Europa?

La aseveración de la académica norteamericana Susan Kaufman Purcell de que Europa tiene una política de compromiso incondicional con La Habana es una burda mentira. ¿En qué fuentes se basa para tal afirmación? Según David Ridgway, embajador británico en Cuba entre 1998 y 2001, la discusión sobre derechos humanos entre Europa y Cuba "fue continua y a todos los niveles".

La Posición Común Europea de 1996 condiciona el progreso en la cooperación y el ascenso de Cuba al Acuerdo de Cotonou a mejorías. En las empresas europeas en la Isla, los cubanos leen con asiduidad la prensa internacional, quebrando el secreto que por muchos años dio al gobierno control exclusivo sobre ciertas áreas de información y saber en el respeto por los derechos humanos. Desde el principio, Europa ha desarrollado un diálogo crítico con las autoridades a ese respecto.

La afirmación de Kaufman Purcell de que la política europea sólo ha beneficiado a un reducido grupo de empresarios europeos es aún peor. Europa influyó en la aplicación de una moratoria sobre la pena de muerte en Cuba por casi una década y ha contribuido con su diálogo crítico a la liberación de numerosos opositores.

El Parlamento Europeo ha entregado en dos ocasiones el Premio Sajarov por la libertad de pensamiento a personalidades de la oposición cubana: en 2002 a Oswaldo Payá y en 2005, a las Damas de Blanco. Al revisar las sanciones aplicadas a raíz de la represión contra la disidencia y la llamada "guerra de los cócteles", el presidente español Rodríguez Zapatero propuso desarrollar un "diálogo reforzado" con la oposición política.

Kauffman Purcell propone como modelo alternativo el "nuevo" embargo de los noventa, que, según ella, aísla al gobierno mientras fortalece al pueblo cubano. Imagino que esté protestando contra el retorno al "viejo" embargo que son las medidas de restricción de los viajes a los cubanoamericanos. Purcell ha escrito que el embargo fortalece a la oposición política a Castro, pero no explica cómo fortaleció a la oposición el taller de periodismo organizado por James Cason y la Seguridad castrista.

Si las discrepancias entre Europa y EE UU eran abismales antes de 1996, la ley Helms-Burton redujo a cero la probabilidad de coordinar las políticas entre ambos. Los capítulos III y IV de la ley fueron escritos para castigar el comercio y la inversión europeos en Cuba. No es de extrañar entonces que Europa, Canadá y México hayan reaccionado con leyes antídotos en defensa de su soberanía. Para que la Ley Helms-Burton funcione, se necesita un mundo de Estados vasallos.

Refiriéndose al intelectual norteamericano Dwight McDonald, León Trotsky afirmó: "Todo persona tiene derecho a ser estúpido, pero el camarada McDonald abusa del privilegio".

La subordinación de la política de Estados Unidos a los intereses estrechos de la derecha cubana exiliada, ha logrado la inconcebible victoria —para Fidel Castro— de ocultar la lucha por la democracia en Cuba tras un choque entre la soberanía de la Isla y la imposición estadounidense de un embargo que ningún otro Estado comparte. La derecha cubana exiliada y sus aliados abusan del privilegio.

La política europea en su propia razón

En junio de 1996, Europa adoptó una posición común hacia Cuba. Tal plataforma ha sido eficiente ya que: 1) ha avanzado los intereses comerciales y de seguridad europeos en la Isla; 2) es coherente con el poder relativo de Europa en el sistema internacional, su identidad como actor de "poder suave" multilateral (trabajando en alianza con América Latina, Canadá y el Caribe) y su promoción de derechos humanos por inducción, no por medios coercitivos; 3) el impacto europeo en términos de liberalización, pluralismo social y apertura en Cuba, ha sido significativo.

Mucho tiempo atrás, Francis Bacon dijo que la información es poder en sí misma. El entrenamiento europeo para una economía de mercado de profesionales cubanos y de la élite postrevolucionaria, reduce el temor a posibles reformas y fortalece el poder de los grupos tecnocrático-empresariales.

Europa ofrece interacción con el mundo democrático, capital, tecnología, apoyo al crecimiento económico y de una clase profesional en la Isla. Las relaciones con sus comunidades homólogas en Europa de científicos, administradores y hombres de negocios permiten a la nueva clase cubana construir sus propias redes internacionales.

La política europea fortalece el poder de los cubanos para decidir el tipo de democracia y economía de mercado que les convenga, mientras divulga y fortalece posiciones favorables a los estándares universales de derechos humanos.

La relación europea con Cuba procura concesiones concretas y graduales, más que metas altisonantes. Sus temas son la liberación de los presos de la primavera de 2003, mejores condiciones para la inversión extranjera, el desarrollo de la pequeña y mediana empresa privada, un mercado inmobiliario más abierto, ampliación de las libertades de religión, la eliminación de la pena de muerte, el mejoramiento de las condiciones en las prisiones con acceso a la Cruz Roja Internacional y el acceso de la población cubana a Internet.

Progresos en esas áreas, que pondrían las relaciones cubanas con Europa en carriles de cooperación, son de importancia mínima para los requerimientos de la Ley Helms-Burton.

Sus secciones 205, 206 y 207 definen como "condición esencial" para cualquier normalización de relaciones las devoluciones o compensaciones por las propiedades nacionalizadas y la exclusión de Fidel y Raúl Castro del gobierno. ¿Suena bonito, verdad? Un golpe militar pide el analista Ernesto Betancourt. Soñar no cuesta dinero. Sólo los especialistas en insurrecciones verbales, que ensucian la prosa martiana de cara a la sombra, pueden aferrarse a tal disparate.

Es sencillamente imposible pensar que Europa pueda apoyar el embargo. ¿Para qué avalaría Europa una política desastrosa que va en retirada? Una Cuba con violencia, atada por las compensaciones por propiedades nacionalizadas, sería una pesadilla fatal para los intereses europeos.

Espacio para mejoría

Las preocupaciones europeas de seguridad son evitar que Cuba se convierta en un emporio de crimen, terrorismo, corrupción, lavado de dinero y tráfico de drogas en el Caribe. Esos son también los intereses nacionales estadounidenses, que cada día toman mayor voz frente a la politiquería floridana.

Al comparar la sociedad cubana actual con la de 1989, es irrefutable que la apertura al mundo democrático es mucho mayor, que más cubanos han viajado o interactuado con ciudadanos de países capitalistas, y que el efecto demostrativo de la inversión y el turismo fortalece convicciones favorables a una reforma económica y democracia multipartidista.

Los líderes europeos fueron de los pocos actores internacionales que tuvieron un papel constructivo y emplearon recursos para que Cuba esté mejor preparada para el mercado y el pluralismo hoy.

Europa puede mejorar su relación con Cuba, pero sólo si lo hace desde la lógica de su política de compromiso y diálogo crítico.

¿Cómo coordinar las políticas hacia La Habana de los Estados miembros y de la Unión para influir más en los gobiernos cubano y norteamericano? ¿Cómo fortalecer en Cuba y el exilio los grupos que favorecen una salida pactada? ¿Cómo fortalecer una clase media de profesionales e intelectuales con vocación democrática? ¿Cómo promover entre los cubanos de todas las tendencias diálogos críticos sobre el futuro de Cuba y su relación con el mundo?

Robert Kagan, autor del libro De paraíso y poder, sobre relaciones transatlánticas, ha comparado la participación europea en los asuntos mundiales con el coro de las tragedias griegas. El coro critica o alaba a los protagonistas, dialoga con ellos, lamenta sus acciones, pero no juega un papel central.

Criticar a Europa por el carácter secundario que tiene Cuba en sus intereses es señalar una realidad que no va a cambiar. La mayor crítica que se puede hacer a la política europea hacia Cuba es su carácter reactivo. Un coro mejor afinado podría llevar más lejos su melodía de mercado, libertad y diálogo.

© cubaencuentro

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