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Actualizado: 01/05/2024 21:49

Cuba, EEUU, Embargo

Recrudece la creciente crisis de Cuba

Han transcurrido ya 64 años de pugnas entre cubanos; es el conflicto, además, de más larga duración entre dos países americanos: Cuba y Estados Unidos

Los próximos seis meses serán decisivos para Cuba, me dice en La Habana un empresario privado cubano. Su pronóstico se refleja en la población del país. No hay café desde hace meses, la carne de cerdo escasea, hasta la azúcar falta en el país. En octubre, afirma, empezará la crisis dentro de la crisis: no habrá pan porque no habrá harina, no habrá combustible porque el Estado no tiene dinero, no habrá arroz porque China y Vietnam también lo cobran. Habrá una reducción del 20 % del servicio eléctrico, admitió el ministro de Energía, Vicente de la O Levy, porque existen “suministradores” que no han cumplido o no han podido cumplir, y agregó: “Estamos en una situación apretada, pero vamos a ir levantando”, dijo.

La interrogante es, además del acostumbrado mensaje de victoria de los funcionarios cubanos, el cómo “vamos a ir levantando”. El presidente de Cuba, Miguel Diaz Canel, previó esta situación hace tres años cuando dijo: “El peor riesgo [de la implementación] estaría en no cambiar, en no transformar, y en perder la confianza y el apoyo popular”. Díaz Canel precisaba ante una sesión extraordinaria del Consejo de Ministros la urgente necesidad de implantar 209 medidas ya aprobadas para asegurar la venta de alimentos a los sectores más pobres del país.

Han pasado tres años, pero la implantación que pedía Díaz Canel no ha tenido los resultados que buscaba. Aunque acertó en las consecuencias, la confianza y el apoyo popular se resquebrajan. ¿Y qué pasará en Cuba si en los próximos tres meses la situación se vuelve tan negra como me dijo el empresario?

El Estado cubano autorizó desde principios del 2021 la empresa privada. Ya existen más de 8.000 pymes, muchas de ellas capaces de importar alimentos y venderlos a la población, con precios muy altos —pero con suministros continuos— que han aliviado la situación. El embargo contra Cuba, agudizado después del deshielo de Barack Obama con las medidas tomadas por el gobierno de Donald Trump, y mantenidas por la administración Biden, son responsables, en parte, de la incapacidad del gobierno cubano. Pero otra parte —detallar unas y otras sería demasiado extenso— es responsabilidad de ese gobierno.

Como posiblemente lo sea la bancarización, una especie de corralito cubano que empezó el 3 de agosto pasado. Esa medida económica del gobierno de Díaz Canel busca limitar la utilización del dinero en efectivo en los ciudadanos y en las empresas privadas. Estas acudían al “mercado informal”, cambistas privados, para convertir los pesos cubanos en moneda fuerte y recomprar mercancías en el exterior. El Estado cubano no vende la moneda fuerte. Resultado: las empresas privadas cubanas se asustaron y no están importando suministros. Esa es una de las razones de la posible gran crisis que se avecina. A menos que la bancarización tenga otros capítulos por venir, que regularice y libere la compra de monedas fuertes.

Tal vez como respuesta a la bancarización, altos funcionarios de la administración Biden confirmaron recientemente al Miami Herald que se permitiría —junto a otras nuevas medidas— a los ciudadanos cubanos y empresas privadas cubanas operar sus cuentas en bancos estadounidenses desde el extranjero, incluida Cuba.

Y coincidiendo con estas medidas, a finales de septiembre arribaron a Miami unos 70 empresarios para participar en un encuentro de negocios entre empresarios de Cuba y Estados Unidos. Fue un intento de mostrar al Miami cubano, trumpista por convicción, la verdadera naturaleza de dichas empresas. Son reales, no marionetas del gobierno socialista. Tienen dificultades internas y una enemistad velada en sectores del mismo gobierno que las autorizó. Su mensaje es demostrar en Miami, al igual que lo hacen en La Habana, que son fuerzas económicas reales que alivian la dura situación en Cuba.

No sé cuál será el resultado definitivo de ese puente de entendimiento. El exilio cubano más radical rechaza cualquier mejoría en Cuba, porque ansían una derrota total del Gobierno cubano, incluso por medio de una invasión estadounidense, o con asedios como el de la semana pasada a la embajada cubana en Washington o el ataque previo con disparos a la misma sede en 2020.

Sin embargo, los empresarios tuvieron buena acogida en Miami. Fueron entrevistados por canales de la ciudad, y contaron con difusión en la prensa estadounidense. En el encuentro participaron exitosos empresarios cubanoestadounidenses como Mike Fernández, Sergio Pino, Carlos Saladrigas, del Cuba Study Group, Raúl Martínez, exalcalde de Hialeah; y el abogado Pedro Freyre, de la prestigiosa firma Akerman, en cuya sede se celebró el encuentro. Fue una sorpresa que el acaudalado empresario y activista anticastrista Santiago Álvarez hablara a los empresarios cubanos en el encuentro, cuyo principal organizador fue el exrepresentante demócrata Joe García.

Álvarez, conocida figura de la más radical intransigencia exiliada ante el gobierno cubano, les dijo: “Desde el exilio tenemos que trabajar abiertamente con la gente de Cuba con otra mentalidad… No me interesa quiénes están haciendo las críticas ni quiero escucharlas… Se ha desperdiciado demasiado tiempo y hay mucha gente viviendo en el exilio del tema de Cuba… algunos arrastrados por el mismo caudillismo que destruyó a nuestro país”.

Han transcurrido ya 64 años de pugnas entre cubanos; es el conflicto, además, de más larga duración entre dos países americanos: Cuba y Estados Unidos. Siempre recuerdo al historiador israelí Shlomo Ben-Ami sobre el logro de la paz y las injusticias pendientes. Sus reflexiones sugieren que es imposible reparar todas las heridas como preámbulo a la paz entre dos enemigos presentes. Darle una oportunidad al perdón, que no requiere el olvido. A la calma, que no necesita ser débil. Al futuro en vez del pasado, sobre todo si la nación que los dos enemigos dicen amar tiembla y padece.

© cubaencuentro

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