Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Rodiles, Represión

Antonio Rodiles no es inocente

Un comunicador valiente y honesto es peligroso para un sistema que hace del secuestro informativo una coordenada vital de funcionamiento

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El encarcelamiento y procesamiento de Antonio Rodiles ha roto la cadena de arrestos exprés que había señalizado las nuevas modalidades represivas del Gobierno cubano contra la oposición.

Todo comenzó hace un par de años cuando el Gobierno se vio obligado a liberar a un centenar de presos políticos e inducir al destierro a la inmensa mayoría de ellos. Desde entonces el equipo de Raúl Castro renunció a las redadas espectaculares y sus consiguientes farsas judiciales como las que tuvieron lugar en aquella triste primavera. Y en su lugar abrió un nuevo expediente de hostigamientos selectivos y arrestos por algunas horas buscando con ello conseguir, al menor costo, lo que no pudo obtener en 2003: el aniquilamiento de la oposición.

Los órganos de seguridad cubanos saben perfectamente que no hay nada más alejado de un terrorista que Antonio Rodiles, y que sus actividades son absolutamente transparentes. Y aunque siempre un comunicador valiente y honesto como Rodiles resulta una persona peligrosa para un sistema que hace de la opacidad y del secuestro informativo una coordenada vital de funcionamiento, si él se hubiera limitado a su ya de por sí valioso Estado de Sats, es posible que lo hubieran tolerado. Pues mientras el Gobierno cubano mantenga a la sociedad excluida del Internet, un proyecto como ese es inevitablemente limitado en sus alcances.

Pero Rodiles dio algunos pasos que encendieron las alertas del sistema. Uno fue convertir su propia residencia en un lugar de activismo de alta concurrencia, como sucedió cuando el Festival Click. Otro fue impulsar un proyecto de movilización ciudadana para pedir al Gobierno cubano que se adhiera a los pactos internacionales sobre derechos humanos. Y finalmente la osadía —que una dictadura nunca perdona a sus ciudadanos— de ir a la calle a protestar, en este caso por el encarcelamiento de una joven activista, justo frente a una estación de policía.

Durante meses Rodiles fue sometido a una campaña infame de desprestigio a cargo cuanto bloguero mal pagado estuvo disponible. Ahora Rodiles ha sido encarcelado y sometido a proceso por ser consecuente. Y por seguir avanzando en una lucha política que inevitablemente se mueve en la calle, y lo debe, además, hacer con pleno derecho.

Se le acusa de resistencia al arresto, y por ello fue golpeado, sus ropas desgarradas y sus lentes destruidos. Las personas que lo acompañaban dicen que es mentira y que los policías, todos vestidos de civil, actuaron como asaltantes. Y si es así, el ultraje y el abuso son aún mayores. Pero debo decir que si en algún momento Rodiles resistió el arresto, ello no disminuye su estatura, ni le resta valor a su causa.

La resistencia a la violencia ilegítima es un derecho de las personas, desde hace varios siglos, y no creo que debamos renunciar a ello. Y si Rodiles fue culpable de resistirse, creo que merece todo el respeto y el apoyo por hacer lo que hicieron muchos en la historia nacional. Desde los lejanos tiempos en que Aponte conspiraba en su cabildo extramuros, o en que Céspedes hacía de las suyas en la Demajagua, o en que Rubén Martínez Villena rompía sus versos para organizar una huelga general, o en que Frank País alistaba la resistencia a otra dictadura.

Pues finalmente, Rodiles no es inocente. Es culpable de enfrentar con sus únicos recursos —la dignidad, la valentía y el talento— a la opresión de una dictadura que hace mucho tiempo no conoce de normas morales.

Un tipo de culpabilidad que los opresores no perdonan. A la que no todos podemos llegar. Es una culpabilidad de grandes. Y por eso, ante ella los esbirros se desesperan y los cobardes susurran, escondiendo el miedo más prosaico tras los ripios de supuestos altos principios.


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