Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Azúcar, inversionistas y alborotos

Un magnate azucarero desata fantasmas en Miami

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Sin duda, los cubanos somos excepcionales: lo mismo opinamos sobre béisbol que sobre células madre, la Novena Sinfonía, aceleradores de neutrones, o los intereses de Alfonso Fanjul para invertir en Cuba.

La familia Fanjul fue “siquitrillada”, como tantas otras, en los comienzos de la revolución cubana: su emporio azucarero pasó a manos “del pueblo”, simulado por un Estado en el que era ministro de Industrias un inepto llamado Ernesto Guevara. Desde aquel fracasado hasta el actual Ulises Rosales del Toro, a través de altibajos, y con excepciones para confirmar la regla, la producción azucarera cubana, cada vez menos eficiente, descendió desde 6 millones de toneladas a comienzos de los años 60 a menos de millón y medio en la actualidad. La zafra de 1970, o algunas de los años70-80 del siglo pasado, elevadas e ineficientes, no ocultan el absoluto fracaso de la industria azucarera “revolucionaria”.

Mientras el castrismo destruía la obra empresarial de los Fanjul, y la de todos los empresarios azucareros y de todas las ramas y sectores en Cuba, esos Fanjul, en Estados Unidos tras abandonar Cuba, levantaron nuevamente su imperio y se convirtieron en una de las familias más acaudaladas entre los cubanoamericanos en este país, con amplio acceso a importantes círculos políticos de Estados Unidos. Hoy, las empresas azucareras de los Fanjul producen anualmente más azúcar que toda Cuba.

Ahora se ha conocido por The Washington Post que Alfonso “Alfy” Fanjul ha visitado Cuba al menos en dos ocasiones y conversado con funcionarios del régimen, y aunque dijo al diario americano que sus intenciones son “reunir a la familia cubana”, señaló también que podrían explorarse posibilidades de negocios si hubiera avances políticos y diplomáticos, y que “al final del camino me gustaría ver a nuestra familia de regreso en Cuba, donde empezamos… pero tiene que ser bajo las circunstancias correctas”. Y redondeó sus ideas señalando: “¿Podemos considerar una inversión más adelante? Si hay un acuerdo entre Cuba y Estados Unidos, y se puede hacer legalmente, y hay un marco adecuado establecido, entonces veremos esa posibilidad”.

Una bomba nuclear en la Calle Ocho hubiera creado menos alboroto en Miami que esas palabras. Porque los cubanos consideran que tienen derecho a influir sobre todo lo humano y lo divino de este mundo, incluidos los sentimientos, sueños, ideas, intereses, objetivos y comportamientos de cada persona.

Enseguida los verticales combatientes de café con leche dijeron a las cámaras de televisión desde el Teatro de Operaciones Militares del restaurant Versailles que Fanjul merecía que los Castro le volvieran a quitar todo lo que fuera a invertir a Cuba, y en su delirio llegaron a justificar que a los Fanjul les hubieran confiscado todo lo que el gobierno cubano les robó. Para estos iluminados, los malvados serían los confiscados, no Fidel Castro y su pandilla.

Tampoco algunos líderes políticos cubanoamericanos mostraron mucha ecuanimidad, sino emociones, calificando de vergonzoso lo dicho por el magnate, considerándolo inmoral, declarándose indignados, y explicando por qué. Naturalmente, están en todo su derecho a pensar así.

No creo que la familia Fanjul esté compuesta de arcángeles, ni defiendo a quienes de sobra saben hacerlo solos; ni apoyo su comportamiento o sugiero que sea correcto: sostengo un derecho que es un pilar fundamental de la vida en Estados Unidos.

Porque en estos temas, como en todos, no se puede hacer el amor y ser virgen. Si aceptamos el derecho de cada uno a formarse las opiniones que desee y expresarlas sin temor, eso vale también para quienes tengan opiniones diferentes a las nuestras: de lo contrario, es la supuesta libertad de expresión que “garantiza” la constitución castrista.

Si se desea criticar a cualquiera que quiera hacer dinero con la tragedia cubana, cuesta entender la pasividad y silencio de esos críticos cuando el presidente George W Bush, por sobre las regulaciones del embargo, autorizó la venta de alimentos al gobierno de Cuba si se pagaban al contado y por adelantado. ¿Se hizo para aliviar la tragedia cubana, o para que productores agropecuarios americanos hicieran dinero?

Muchos dicen que Raúl Castro quisiera seguir el “modelo chino” para Cuba, ignorando que China comenzó permitiendo inversiones de “chinos de ultramar”. Ahora, cuando algunos “cubanos de ultramar” exploran posibilidades de entrar en ese mismo juego en Cuba, hay quienes saltan indignados.

El travestido comunismo chino no puede ser modelo para Cuba. Ni magnates cubanos de ultramar cómplices de la gerontocracia de la Isla sacarán a los cubanos de la dictadura y vicisitudes que han vivido por más de medio siglo.

Sin embargo, eso no me da derecho a decirle a nadie en este mundo cómo debe actuar, lo que debe decidir para su futuro, o dónde sería mejor que lo enterraran. No me obliga a apoyar proyectos de Fanjul ni de nadie, ni a indignarme o calificarlos de vergonzosos o inmorales. Ni a justificar las confiscaciones-robos del castrismo o la destrucción de la industria azucarera.

Si creemos que el supuesto camino de Fanjul no es el mejor para Cuba, expresemos las discrepancias contra ideas, no contra personas, que no somos castristas.

Si esa propuesta no es la adecuada, deberíamos preguntarnos todos los cubanos, siempre listos a criticar tantas cosas pero resolver tan pocas:

¿Alguien tiene una propuesta mejor? ¿Cuál es?


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