Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Cantinflas en América Central

Presente en la reunión de cancilleres sobre los cubanos varados en Costa Rica

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La bomba de tiempo humanitaria en Centroamérica acumuló más carga explosiva tras el rotundo y esperado fracaso de la reunión de cancilleres en San Salvador.

Dolía ver en la televisión de Miami a nuestros hermanos cubanos en Peñas Blancas, en la frontera de Costa Rica con Nicaragua, esperanzados por lo que podría suceder en esa reunión, y confiados que de ese cónclave saldría una solución para sus sufrimientos.

Convocada para analizar la crisis creada por la negativa de Daniel Ortega, por orden de Raúl Castro, de dejar pasar a los cubanos que escapan del paraíso socialista viajando por tierra desde Ecuador hasta Estados Unidos, el cónclave solamente sirvió para demostrar, una vez más, la ineficacia de los mecanismos colectivos latinoamericanos, sean en Centro o Suramérica, y la poca confiabilidad que merecen algunos gobiernos del continente cuando de decencia, ética y honestidad se trata. Para más escarnio, no todos los participantes en el encuentro eran cancilleres. El de El Salvador demostró de manera fehaciente que se puede hablar bastante sin decir nada sustancial, mientras que el embajador ecuatoriano en El Salvador, representando a su país, habla con faltas de ortografía; ni logra expresarse coherentemente en idioma español: cosas del socialismo del siglo 21.

Según los representantes de los gobiernos de Nicaragua, El Salvador, ¡y hasta de Costa Rica! la causa fundamental de la actual crisis es la Ley de Ajuste Cubano. Curiosamente, el mismo criterio que sostiene la dictadura cubana desde hace años. Que lo haga un inmoral como Daniel Ortega, o un funcionario salvadoreño —donde están en el poder los guerrilleros que ensangrentaron su país durante muchos años— es parte de lo que se puede esperar de tales personajes.

Sin embargo, es perturbador que el gobierno de Costa Rica, que tan decente y tan noblemente, basado en principios humanitarios, se ha portado con los cubanos atrapados en la ratonera centroamericana montada por Raúl Castro en complicidad con Daniel Ortega, considere también que el drama cubano se origine por una ley de Estados Unidos y no por una dictadura de más de medio siglo que ha sumido al país en la miseria, la degradación, el envilecimiento moral y la falta absoluta de perspectivas y esperanzas.

Los cubanos entrampados en estos momentos en la frontera tica-nica, y todos los que vienen camino a ese destino desde Ecuador, Colombia y Panamá, tienen por delante tiempos difíciles y complejos. Lo que se dificulta más aun con las tensiones políticas en EEUU alrededor de la aceptación o rechazo de refugiados sirios, y la inconsistencia de la administración Obama frente al régimen y sus exigencias. Sin embargo, no deben olvidar que muchos simpatizamos con ellos, y haremos todo lo que podamos para algún día poder abrazarlos en esta tierra de los libres y hogar de los bravos.

Y si ya cuando estén aquí y tengan sus documentos en regla y de acuerdo a lo que establecen las leyes de esta gran nación, desean ir a Cuba a visitar familiares y amigos, o incluso a ostentar, tendrán todo su derecho a hacerlo, de la misma manera que otros viajan a dictaduras como China, Zimbabwe, Etiopía, Arabia Saudita, Siria o Vietnam y pueden hacerlo, y los que no deseen actuar así tienen también el mismo derecho a no hacerlo.

Las conductas y acciones en este gran país tienen que ver con la legislación vigente, no con criterios de los “duros” del Versailles, de comisarios castristas que nos gastamos por acá, o de algunos hasta funcionarios electos, que en su momento ellos mismos o sus padres se beneficiaron con esa Ley de Ajuste Cubano que ahora reniegan, desprecian, odian, y quieren eliminar, sin importarle el destino de sus compatriotas. No hay peor cuña que la del mismo palo.

Según algunos por acá por CUBAENCUENTRO, aparentemente el único derecho humano que se violaba en Cuba era el de salir y regresar al país de nacimiento, y gracias a la reforma migratoria de 2013 eso quedó resuelto, así que ya en la Isla no se violan los derechos humanos, y quienes después de aquello denuncien trasgresiones son vulgares mentirosos, payasos o resentidos. Y, repito, eso no se dice en Granma, Juventud Rebelde o La Mesa Redonda de la televisión castrista, sino aquí en CUBAENCUENTRO.

Naturalmente, todos tienen derecho a sus propias percepciones y a expresarlas libremente y sin temor. Pero nadie tiene derecho a sus propios hechos y realidades, porque esos son los mismos para todos. Necesitar la “autorización” de una espuria tiranía para visitar al país de nacimiento, y no poder permanecer allí el tiempo que se desee sin tener que pedir permiso a nadie, no es un derecho humano respetado, sino violado una vez más, como los de libertad de pensamiento, expresión, prensa, asociación, religión, reunión o residencia en cualquier lugar del país, que en Cuba brillan por su ausencia.

Es cierto que si algunos que escriben por aquí coinciden demasiado en sus opiniones con las que oficialmente manifiesta la dictadura cubana eso no es razón suficiente para decir responsablemente que sean castristas de corazón, pero es claro que a los que no pensamos como ellos también nos da derecho a considerar que esas opiniones que expresan son demasiado parecidas a las que manifestaría un vil genízaro del castrismo.

Y, aunque esto que voy a decir ahora no tenga nada que ver con el tema de este artículo, permítanme, como Catón el Viejo llamando a Cartago delenda est, llover sobre mojado y señalar, una vez más, que aunque la mayoría de las veces no coincido con las opiniones de Rosa María Payá, le expreso una vez más toda mi admiración y mi respeto, como siempre sentí por su difunto padre, ejemplo para los cubanos. E insisto en el sagrado derecho de ella y toda su familia a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad, como todos los seres humanos en este mundo.

Para denigrarla que queden los miserables esbirros de la dictadura y sus simpatizantes.

Porque los insultos que vengan de esa canalla resultan halagos para las personas decentes.


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