Actualizado: 17/04/2024 23:20
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Demografía

Cuba, catástrofe demográfica

El problema del decrecimiento poblacional cubano no solo depende de que las familias no deseen reproducirse. También influye el permanente flujo sin retorno de cubanos hacia el exterior

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Un proceso de reducción y envejecimiento poblacional transcurre paralelo a una indetenible descapitalización material y la continuada pérdida de valores éticos y morales, incluida la erosión de la identidad nacional. Las causas de esta verdadera bomba de tiempo, con perversas consecuencias económicas y sociales, radican fundamentalmente en la negativa de las familias cubanas a reproducirse a un ritmo que permita el reemplazo de la población, y en el permanente éxodo de ciudadanos a pesar de los férreos mecanismos de control del permiso para hacerlo.

En los cuatro años del período 2006-2010 la población descendió en términos absolutos, lo cual se repetirá en mayor magnitud en los próximos años, si persisten las adversas condiciones existenciales que generan escenario tan negativo. Según las previsiones del PNUD, en su Informe sobre Desarrollo Humano 2010, Cuba tendrá una tasa global de fecundidad (hijos por mujer) de 1,5 entre 20010-2015, la más baja de América Latina e incluso inferior a China, que restringe fuertemente la reproducción. Esta proyección no está alejada de la realidad, pues el Gobierno cubano reconoció para 2010 una tasa global de fecundidad de 1,6 y una tasa bruta de reproducción (hijas por mujer) de 0,79, que impedirá no solo el crecimiento, sino el reemplazo del elemento esencial para el desarrollo poblacional.

Este proceso, agudizado por el interminable Período Especial, ha significado un aumento acelerado de las personas con 60 años y más. Si en 1990 era de 12,1 %, en 2010 ya era del 17,8 %, y de acuerdo con estimaciones oficiales dentro de unos 19 años —en 2030— el 30,8 % de los cubanos residentes en la Isla tendrán 60 años o más. No es necesario hacer muchos cálculos para comprender lo que representa esta situación para un país con tan baja productividad laboral y atraso tecnológico, cuando la población económicamente activa será cada vez menor con relación a las personas no aptas para trabajar. A esto se añade el aumento del pago por jubilaciones, ya hoy una carga importantísima para el presupuesto nacional —el 11,5 % de los gastos en 2010— y las enormes inversiones por atención a la salud y otros conceptos, requeridos para atender a tantas personas de la tercera edad, en un país sin capacidad de ahorro y, por tanto, incapaz de financiar la enorme cantidad de recursos que crecientemente demandará esta situación.

Por otra parte, el problema del decrecimiento poblacional cubano no solo depende de que las familias no deseen reproducirse. También influye el permanente flujo sin retorno de cubanos hacia el exterior, a pesar de las restricciones existentes. En el período 2000-2009, el saldo migratorio negativo alcanzó a 332.356 personas, aproximadamente equivalente a casi tres años de nacimientos en Cuba. En las actuales condiciones si se abriera la posibilidad de realizar turismo al exterior, lo cual es un derecho conculcado a los cubanos, representaría un notable incremento de las salidas definitivas, sobre todo de ciudadanos en edad laboral que aprovecharían la brecha para procurar mejores condiciones de vida. Esto agrandaría las perspectivas de envejecimiento población muy por encima de los cálculos vigentes.

Un ejemplo, que habla por sí solo, es que en el marco de la Ley de Memoria Histórica adoptada por el Gobierno español para facilitar la obtención de la nacionalidad a los nietos de emigrantes, en Cuba se ha producido la variación relativa interanual en la cantidad de nuevos españoles más elevada con el 43,3 %. Otro elemento que arroja luz, es que el Censo de Población del 2010 de Estados Unidos constató 1.213.418 cubanos residentes en Florida, un incremento del 45,6 % con respecto a la cifra del Censo de 2000.

La propaganda del Gobierno cubano para tratar de explicar las bajas tasas de crecimiento y el envejecimiento poblacional ejemplifica con problemas similares en países desarrollados, obviándose que la génesis es totalmente distinta, pues allí estos fenómenos se deben al desarrollo económico y tienen solución. Por el contrario, en Cuba se trata del subdesarrollo, la falta de futuro y una asfixiante crisis que no parece tener fin. También utilizan, para procurar explicar el proceso de envejecimiento, el índice de esperanza de vida al nacer, relativamente alto —aunque inferior a la de algunos países de la región como Chile y Costa Rica, sin tener crisis demográfica— que contribuye al envejecimiento, pero no en la medida en que pueda justificar la desproporción en aumento del caso cubano.

A su vez, los países desarrollados poseedores de bajas tasas de fecundidad, tienen altos índices de productividad del trabajo y disfrutan de elevados niveles de vida, lo que permite compensar la falta interna de crecimiento poblacional con el ingreso de jóvenes provenientes de otros países. Esos factores no existen en Cuba, donde las condiciones de vida no son atractivas ni para sus ciudadanos.

El Gobierno ha tratado de disminuir los efectos de los fenómenos demográficos, especialmente el creciente envejecimiento, mediante el corrimiento de las edades de retiro a 60 años las mujeres y 65 años los hombres. Durante algún tiempo esto podrá aminorar algo la pesada carga del financiamiento de las pensiones por el Presupuesto, al ser insuficientes las contribuciones a la Seguridad Social. Una coyuntura financiera cada vez más tirante, a pesar de que las pensiones pagadas son inferiores a un equivalente de 10 dólares, como promedio mensual.

La única solución del problema demográfico, como muchos otros existentes hoy, es el cambio total del modelo económico, político y social que ha motivado estos desastres. Lamentablemente en el VI Congreso del Partido Comunista, aunque se rompió con determinadas concepciones dañinas aplicadas durante decenios, se mantuvieron viejos dogmas que hacen insuficientes y contradictorias las medidas enunciadas. Así prevalece una inviable intención de actualizar un sistema disfuncional, cuyo reemplazo es imprescindible para que la sociedad en su conjunto pueda ponerse de pie y progresar.

Mientras ello no acontezca, serán insuficientes las medidas parciales y seguirán acumulándose los problemas de todo tipo, incluidos los demográficos.


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