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Castro, Petróleo, Maduro

Dictadura castrista y petróleo

Los precios del petróleo son una sombra siniestra sobre Raúl Castro

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Algunas noticias son más mediáticas que otras, y reciben tratamientos diferentes en la prensa y las redes sociales. Sin embargo, algunas muchísimo más trascendentes que otras no llaman tanto la atención al comenzarse a conocer, aunque con el tiempo hay que seguirlas porque afectan a todos.

Una de esas que todavía no ha ocupado toda la atención que merece con relación al tema cubano es la relacionada con los precios del petróleo en el mercado mundial y su incidencia en las economías de diferentes países, y muy especialmente cómo repercute en Cuba.

La finca de los hermanos Castro es una versión real del Macondo de García Márquez: si aumenta el precio del petróleo en el mercado mundial, no le conviene al gobierno, pues se encarecen las importaciones, pero si desciende tampoco le conviene, porque se limitan las posibilidades de sus mecenas, además de que disminuyen los ingresos que obtienen por exportar petróleo.

Durante muchísimos años la dictadura recibió petróleo subsidiado de sus patrocinadores de turno. Los soviéticos hasta 1991, y después la Venezuela de Chávez y Maduro. En todos los casos, el precio que supuestamente pagaría el gobierno cubano era muy inferior al que imperaba en el mercado mundial, y en ocasiones ni en esas condiciones preferenciales era pagado por los hermanos Castro.

El régimen exporta parte del petróleo recibido de Venezuela; lo mismo hacía con parte del que recibía de la Unión Soviética. Es al mismo tiempo importador y exportador de petróleo. Pero no exporta el que se produce en el país, sino parte del que recibe de sus benefactores.

Ahora, cuando baja el precio del petróleo en el mercado mundial no le conviene al régimen, pues no solamente vale menos el petróleo que reexporta, sino que el principal benefactor del régimen, el gobierno venezolano, tiene menos recursos para subsidiar a Cuba y otros países y mantener la estrategia de petróleo barato a los “amigos” clientelares a cambio de “solidaridad” con las revoluciones castrista y bolivariana.

Nicolás Maduro primero envió emisarios a la OPEP, el impúdico monopolio petrolero, solicitando reducir la producción para que el precio se elevara. No tuvo éxito, porque algunos países árabes no tienen interés en hacerlo, con la intención golpear a Rusia, que intenta apoderarse del suministro petrolero al fabuloso mercado chino, y también para golpear a enemigos regionales en el Medio Oriente, como el Irán de los ayatolas y naciones que apoyan al Estado Islámico.

Al no lograrlo, Maduro acusó a EEUU de provocar la crisis y dañar el medio ambiente, diciendo que la técnica del fracking (perforación hidráulica) provocaría terremotos y grandes desgracias a la nación del norte. Gracioso ver al inculto venezolano hablando de lo que no sabe y “preocupado” por el destino de la primera potencia mundial, a quien tantas veces amenazó con no venderle petróleo.

En una movida desesperada, ahora partió hacia China —con escala en Rusia— a pedir dinero a los asiáticos en calidad de préstamo de emergencia (que no obtendrá fácilmente por todo lo que ya debe a China), y posteriormente continuar viaje al Medio Oriente para repetir el ruego de disminuir la producción, algo que los sauditas no parecen interesados en hacer, al menos de momento.

Lo grave de esta situación, para el régimen, es que en la medida que Venezuela se adentre más en la recesión y la crisis que ya la corroe, habrá más limitaciones para el envío de petróleo subsidiado a la Isla y para el pago de otros “servicios” que el régimen brinda a Venezuela, como médicos, maestros y entrenadores, y leoninos contratos donde empresas cubanas se benefician escandalosamente a costa de recursos de la contraparte venezolana.

Otro querido amigo de los “buenos tiempos” castristas, el gobierno ruso, ha recibido duros golpes con las sanciones occidentales por la intervención en Ucrania, lo que unido al descenso de los precios del petróleo provocó la devaluación del rublo y que Rusia entrara en una profunda crisis, que Putin ha señalado -optimistamente- que se necesitarán dos años para superarla y recuperarse, lo que hace difícil que ahora pueda ayudar demasiado a los “camaradas” cubanos, más allá de brindis con vodka y nostalgias de cuando Moscú ordenaba y La Habana despilfarraba.

Otros amigos del régimen productores de petróleo también deben reestructurar sus economías por la crisis de precios antes que pensar en lanzar salvavidas a Raúl Castro: Ecuador busca soluciones con apoyo chino, Brasil puede protegerse mejor, aunque su economía no está en el mejor momento, y los escándalos de Petrobrás no aconsejan demasiados manejos turbios con Cuba en estos tiempos. Bolivia no produce lo suficiente para ayudar a Cuba, México nunca mostró demasiado interés en hacerlo en este rubro, y Argentina está abocada a una crisis energética de incalculables proporciones. Irán, golpeado también por sanciones, no está en condiciones de ayudar en estos momentos, y ni Khadafi ni Saddam Hussein existen. Angola, Guinea Ecuatorial y Argelia no enviarían demasiado petróleo gratis a Cuba, si enviaran alguno.

Fidel Castro por 48 años, y ahora Raúl Castro con más de 8 en el poder, fueron capaces de perder dinero y recursos tanto si el precio del petróleo subía como si descendía.

Un verdadero aporte en el arte de gobernar con eficacia ¿no?

No por gusto Raúl Castro estuvo dispuesto a negociar desde hace más de 18 meses con “el imperio” diabólico, después de más de medio siglo de choques, tirantez y acusaciones descabelladas sobre supuestos proyectos de invasión y malignas intenciones.

¡Sorprendente! Y estos “líderes”, con sus camarillas de aduladores y correveidiles, pretenden “perfeccionar” el socialismo y hacerlo eficiente, próspero y sustentable.


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