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República Dominicana, Dictaduras, Cambios

República Dominicana y Cuba: trayectorias contrastantes

Dos países latino-americanos insulares: uno optó por la libertad y el progreso, el otro fue sumido en la opresión y la miseria

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Dedicado a Luis Smilovitz, húngaro-cubano, exiliado múltiple, últimamente en Inglaterra, al cumplir sus primeros 95 años y con el agradecimiento eterno del “clan” Alum-Linera

Este primero de enero el régimen de los hermanos Fidel y Raúl Castro llega a su 56to aniversario con desfiles militares y bajo los elogios —desde lejos— de admiradores extranjeros. Sin embargo, si se “deconstruye” su historial (adoptando el glosario posestructuralista de moda), se concluye que su principal logro ha sido mantenerse en el gobierno, atormentando ya a varias generaciones cubanas.

Sugiero contrastar —si sucintamente— el itinerario de Cuba en el medio siglo último con el de la República Dominicana (RD), país hispano-caribeño vecino sobre el que he realizado investigaciones socio-culturales por cuatro décadas. Ambas naciones padecieron neo-colonialismo, inestabilidad y dictaduras. No obstante, para la década de los 50 el estándar de vida cubano era superior (el reverso de lo que es ahora).

En RD, la sanguinaria tiranía trujillista de 31 años concluyó con el ajusticiamiento del déspota Rafael Trujillo en 1961. Previo a los fraternos Castro, Trujillo no tuvo paralelo en las Américas como arquetipo de autócrata absolutista; y cito meramente dos semejanzas entre ambas dictaduras:

Cuando les convino, el poder titular se traspasó, en cada una, del hermano mayor al menor, habiéndose convertido ambos suplentes en “generales” de a dedo: Héctor Trujillo y Raúl Castro, respectivamente, transformando los dos países sub-tropicales, de facto, en ridículos semi-reinos dinásticos.

Ambas montaron un vasto andamiaje propagandístico internacional, cuyos tentáculos llegaron a influenciar en universidades, medios informativos y gobiernos extranjeros, creando legiones de apologistas —nativos y foráneos— empeñados en “lavar” la imagen de los dictadores, a la vez que intentando demonizar y desacreditar a los opositores exiliados.

Temprano durante mis investigaciones de campo entre dominicanos en los años 70 —en RD y ultramar— conocí a admiradores del trujillismo, quienes acreditaban al dictador de haber forjado “estabilidad política” (parcialmente cierto, pero, ¿a qué precio humano?). En EEUU, a Trujillo incluso le otorgaron un doctorado honoris causa en una prestigiosa universidad poco después de alentar una horrible masacre en 1937 de miles de haitianos inmigrantes a RD. Luego, el alcalde de Nueva York lo recibió en “recepciones suntuosas”, según reportara sin ningún comentario editorial The New York Times (13/07/1939), el mismo rotativo que tanto ha cabildeado por el dúo de los Castro.

Con respecto a Cuba —y más recientemente— mi colega antropóloga Mette Berg, danesa-inglesa, repite clichés oficialistas obsoletos en su reciente libro etnográfico sobre los cubanos refugiados en España; por ej., que los Castro implementaron “igualdad socio-económica”. Además, Berg caricaturiza a los exiliados en forma poco académica, pintándolos esencialmente como amargados, egoístas, inestables, neuróticos, resentidos, vengativos, etc.; y que todavía ambicionan obsesivamente “retornar… a sus privilegios” pre-revolucionarios (Diasporic Generations; 2011).

Los períodos posbatistato y postrujillato: divergencias

Cuando Fulgencio Batista abandonó Cuba el 01/01/1959 —coincidentemente, asilándose primero en Santo Domingo— dando fin a su dictadura autoritaria (1952-59), los Castro llenaron el vacío de poder con gran apoyo popular inicial. La rebelión antibatistiana había sido eminentemente burguesa, liberal y civilista, cuyas metas democráticas originales los Castro revertieron, convirtiendo a Cuba en una distopía orwelliana, megamilitarizada, y permeada por una ineficiencia crónica característica de las economías marxistas.

En RD, a la caída del Trujillato siguió un período de inestabilidad que culminó en la fratricida guerra civil de 1965 y la intervención militar estadounidense apoyada por la OEA. En las elecciones de 1966 resultó electo presidente Joaquín Balaguer, un exprotégé de los Trujillo, quien, no obstante, patrocinó una constitución liberal (influenciada por la cubana de 1940) que sirvió de guía legal hasta que entró en vigor la del 2010.

Por los últimos 49 años, a pesar de innumerables contratiempos, RD ha procedido (si buen poco a poco) por la senda de la sociedad abierta popperiana, expandiendo los derechos individuales y estimulando el sistema de libre empresa. Cuba, al contrario, fue maniobrada al polo opuesto con el modelo soviético. Apenas rasgando la superficie —y dejando a un lado por ahora el aspecto económico— examinemos algunos contrastes:

1) La estructura gubernamental dominicana refleja la división tripartita clásica, con los dos primeros poderes del estado —el ejecutivo y el legislativo electos por el pueblo. (Por cierto, en dos ocasiones, han sido electas mujeres a la vice-presidencia). El congreso, con amplia representación de los partidos políticos principales, es bicameral. El tercer poder, el judicial, es independiente.

2) El siguiente cuadro sinóptico permite apreciar el contraste RD/Cuba en el orden político, como si fuera la puntuación en un deporte, y en donde la desventaja cubana actual es obvia:

 RD (desde 1961)Cuba (desde 1959)
Elecciones presidenciales130
Presidentes electos7 (dos fueron re-electos repetidamente; ahora se prohíbe la re-elección consecutiva)0
Partidos políticosPluripartidismoMonopartidismo
Principales partidos políticos3 (alternándose en el poder)
P. de la Liberación Dominicana (PLD), incumbente
P. Reformista Social Cristiano (PRSC)
P. Revolucionario Dominicano (PRD)
1
P. Comunista de Cuba

3) Otras disparidades RD/Cuba. Aparte de la frecuente renovación política, en la RD:

A) Existe absoluta libertad de expresión, prensa, religión, movimiento, organización sindical, acceso al Internet, etc.

B) Los Testigos de Jehová, los gays, los hippies, los practicantes de religiones con raíces africanas, y otros grupos considerados tradicionalmente marginados no han sido internados en campamentos de trabajo forzado (estilo Nazi), ni ha sido política oficial el perseguirlos.

C) No hay censura, presos o exiliados políticos, torturados, desaparecidos, paredones, ni comités de delatores (los infames “caliés”, en el argot del Trujillato).

D) No se controla la población con tarjetas de racionamiento; no hay escaseces ni largas colas a la intemperie.

Todo esto, y muchísimo más, contrastan con la realidad tétrica de la “Cuba Socialista”.

4) Observaciones adicionales: irónicamente, entre los problemas más apremiantes de RD, se encuentran:

a) Las riñas intra-partidistas, un fenómeno que Cuba no puede tener, ya que solo se permite un partido único piramidal (el PCC).

b) La inmigración haitiana, que es una preocupación dominicana hiper-sensitiva. Generalmente, las inmigraciones indocumentadas son típicas de las sociedades abiertas (como EEUU y España), adonde los ciudadanos de países menos libres y/o menos desarrollados ansían emigrar. En la “Cuba Revolucionaria” se presenta el otro extremo: (i) la huida en masa constante sin precedentes (“votando con los pies”), (ii) y consecuentemente, la tasa de migración es negativa, por cierto, también lo opuesto a la Cuba pre-1959.

Efectivamente, la Cuba republicana dio la bienvenida a cientos de miles de inmigrantes, incluyendo a centenares de exiliados dominicanos anti-trujillistas. Entre los más prominentes estaba el afamado escritor Juan Bosch, quien fue un asesor del presidente Auténtico Carlos Prío. Bosch luego devino en el primer presidente electo después del Trujillato, aunque solo por ocho meses (feb.-sept./1963). Hace años, en Santo Domingo, me confirmó que antes de ser derrocado por un golpe de estado, había enviado aviones dominicanos para repatriar a sus compatriotas varados en Cuba. Hoy día, apenas hay dominicanos en Cuba, mientras que unos 8.000 cubanos residen en RD, “felices” —así me relataron los que entrevisté— de vivir en libertad.

Es común entre los científicos sociales enarbolar la experiencia poscomunista de la Europa Centro-Oriental como inspiradora para una Cuba poscastrista. Pero hay un paradigma de transición democrática más cercano y en el mismo idioma: el experimento posdictatorial dominicano, del cual Cuba puede aprender también incontables lecciones.

Ciertamente, aún quedan múltiples retos sociales que resolver en RD; pero su sistema democrático liberal es el que merece elogio al comenzar el año 2015, y NO la auto-perpetuada gerontocracia nepotista cubana cuya edad promedio sobrepasa los 80.

Se me queda mucho en el tintero (detalles para otros escritos); pero agradecería críticas constructivas, abajo en los comentarios, y/o directamente a: rolandnj@yahoo.com.[1]



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