Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Emigración, Éxodo, Obama

Obama y los riesgos de “un país pequeño”

Aumentan las posibilidades de un mayor incremento aún de la emigración cubana en los dos últimos meses del Gobierno de Barack Obama

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Como viene ocurriendo desde hace décadas, el cubano de la calle prefiere abandonar la Isla a incorporarse a un movimiento de protesta popular. Las causas son múltiples y se han analizado en detalle —y desde las ópticas más diversas— en múltiples ocasiones. Las conclusiones pueden diferir pero la realidad es una: los cubanos se van, nos fuimos. Y ello no va a cambiar de momento.

El exilio como futuro —como alejamiento colectivo para ganar en individualidad— es un aliciente mayor que un enfrentamiento callejero. Más fácil se arriesga la vida en una balsa que en una calle. La permanencia de los hermanos Castro en el poder se debe en gran medida a su enorme capacidad para controlar —o incluso producir—estas crisis.

Para el cubano el desarraigo es preferible a la afirmación nacional limitada al concepto de patria, porque está convencido —aunque sea intuitivamente— de que no hay nada en qué afirmarse. Esa falta de esperanza de los habitantes del país, salvo en la salida, es la antesala en que se evita la explosión de manifestaciones masivas de protesta.

En los últimos años ese abandono ha transitado por vías más quietas desde el punto de vista político, aunque no por ello sin turbaciones. Pero dichas alteraciones se han reflejado en el exterior —en Centroamérica o Colombia, por ejemplo— y no en el país. Al que parte no se le dedican actos de repudio, golpizas o se le arrojan huevos. Simplemente se va y se espera que vuelva —dentro de uno o dos años— y si es posible con tantos dólares como ha logrado acumular en la ausencia, para gastar en la “patria”.

No hay el menor interés de cambiar esta situación, por parte del Gobierno cubano.

Pero en lo que respecta a las alteraciones en el exterior es otra cosa.

De momento Raúl Castro no va a cambiar la política de conciliación hacia Washington, aunque ello no implica, ni por segundo, el abandonar su forma de negociar usual, donde las peticiones son una condición previa para llegar a un acuerdo, típica del gánster de barrio.

De momento todo depende, en cierta medida, de las señales que irán llegando a la Plaza de la Revolución. Desde el nombramiento del futuro secretario de Estado hasta el análisis de lo que está ocurriendo en las calles de Estados Unidos.

En este ejercicio de cálculo, en que la elite gobernante cubana siempre ha demostrado una gran capacidad —nos guste o no reconocerlo—, el tema migratorio se coloca en primer lugar.

No porque todas las posibles medidas, que se supone llevará a cabo la nueva administración republicana, serán criticadas con igual fuerza. En algunos casos, como por ejemplo el posible abandono de la norma “pies secos/pies mojados”, incluso serán saludadas con aprobación. Pero en lo fundamental, lo que se buscará son las debilidades a aprovechar. Los aspectos en que “el enemigo” es vulnerable. Y en este sentido la política migratoria de EEUU hacia Cuba es un arma de doble filo, para ambos gobiernos.

La Habana necesita cada vez más a Miami en lo económico. Los ingresos por el turismo son el segundo renglón en importancia para Cuba, luego de la exportación de servicios (médicos y asesores en general). Y el incremento en estos ingresos responde en gran medida al aumento de los viajeros desde EEEUU, ya sean simples visitantes o cubanos que viven fuera. Por el momento nada va a llevar a cabo el Gobierno cubano para alterar esa ecuación.

Pero hasta ahora esa dependencia económica ha sido acompañada, en lo político y social, por el aumento de un sentimiento generalizado de disolución de fronteras, donde la ideología no ha sido relegada al cuarto trasero sino botada por la ventana, en ambos extremos del estrecho de la Florida.

El exilio en general, y Miami en particular, se han convertido en fuente de abastecimiento para Cuba, donde al cliente se le hace creer que tiene la razón por el simple expediente de no preguntarle lo que quiere. El exiliado o emigrante se limita a pagar las cuentas.

Los limitados cambios económicos en la Isla y el publicitado “deshielo” no han detenido el éxodo, que se ha incrementado tras la reforma migratoria. Sin embargo, a diferencia de otras épocas, esta salida masiva no se traducía en ruptura sino en un simple desplazamiento.

Todo puede cambiar sustancialmente con la puesta en práctica de una serie de medidas, también limitadas, pero de importancia extraordinaria, que van desde el fin de “pies secos/pies mojados” hasta una modificación de la Ley de Ajuste, pasando por una mayor exigencia en los trámites migratorios y el reclamo de deportación de “indeseables”.

Pero lo que es más importante —y también hay que reconocerlo— el sector del exilio contrario al “deshielo” al parecer recobra o aumenta su fuerza política. Mantiene su poder en el Congreso y es posible que cuente con aliados en el gabinete presidencial de Trump, aunque de momento esto se limite a una simple conjetura.

La Habana no va a esperar a que todo esto ocurra —en tres, seis meses, un año—, sino se anticipará a los hechos. Y tiene un momento especial para hacerlo. Limitado en tiempo pero preciso. Apenas dos meses.

Un Gobierno que desde el inicio del proceso llevado a cabo por Obama lo ha mirado con cautela, y luego con mayor reserva tras la visita del mandatario estadounidense a la Isla, es capaz de intentar hacerle “quedar mal” al terminar su última etapa.

De momento, sería irresponsable aventurarse a pronosticar cuánto Raúl Castro está dispuesto a poner en juego, porque se desconoce aún lo que está en riesgo: ¿viajes, remesas, acuerdo migratorio? Lo que sí resulta posible es que los dos últimos meses de Gobierno de Obama, en lo que respecta a Cuba, podrían resultarle no muy apacibles en términos de “crisis migratoria”.

Y así, al montarse en el helicóptero de salida, o después, Obama vuelva a pensar en aquello que dijo en una ocasión —con cierta mezcla de candor y arrogancia—, que probar una nueva relación con “un país pequeño” como Cuba “no entraña muchos riesgos”.


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