Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Abajo los (refrigeradores) yanquis

La 'guerra energética' se ensaña con los electrodomésticos del pasado.

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Muchos son ya los "aciertos" de la revolución energética que desde finales de 2005 emprendió el comandante en jefe, cuando accionó el botón de la nueva planta de Pinar del Río y hubo un apagón generalizado en La Habana.

Ahora, quien posea un refrigerador americano, de los de antes de 1959, o uno ruso, de los socialistas de toda la vida, más vale que lo esconda debajo de la cama, porque es obligatorio entregarlo a las autoridades competentes, que se encargan de hacerlo añicos por derrochador.

En sustitución, el Estado ha permitido que la gente pueda comprar —¡no lo da, lo vende!— otro equipo, quizás importado de la China, si han llegado a tiempo los barcos, a un módico precio que puede rondar los 3.000 pesos cubanos. Es decir, que con un salario de 200 pesos mensuales, la deuda sería eterna. Eso, sin dejar de comer y cubrir las necesidades más perentorias.

Se dice que un trabajador social asignado visita casa por casa, haciendo un censo de cada uno de estos aparatos. Y que el ejemplo del refrigerador se repite con el resto de los electrodomésticos (ventiladores, planchas, lavadoras…) que al ciudadano común se le haya ocurrido guardar durante casi medio siglo, sólo por curiosidad de objeto museable, como es de suponer.

Los bombillos

Otro tanto sucede con los bombillos. El trabajador social que toca por la libreta inspecciona la casa de cada familia de la cuadra junto al responsable de vigilancia del CDR, y hace acopio de todos los bombillos que no sean ahorradores, los mete en una jabita y tranquilamente los hace polvo delante de todo el personal.

Luego, ya se sabe, en sustitución ofrecen un bombillo ahorrador que mide cerca de 20 centímetros y que queda muy bonito en las lámparas de lágrimas que de seguro habrá en algún que otro hogar cubano que se respete. Si se rompen los bombillos o si se quieren o necesitan más, su adquisición cuesta la friolera de 60 pesos en cualquier tienda del Estado. Esa es la orientación, por si alguien osa quejarse.

¡Ah!, las ollas arroceras y de presión que el gobierno está vendiendo al pueblo, también a la bagatela de 300 pesos aproximadamente, permanecen bajo la custodia del presidente del CDR. Pero cuidadito, ni él ni nadie podrá tocarlas, a lo sumo mirarlas, sólo el "hombre nuevo", el trabajador social, tiene la potestad de hacerlo.

Un chiste que circula por ahí cuenta de una de estas ollas "cocínalo todo", que responde a la marca Reina y tiene varios botones: uno para el pollo, otro para el pescado, otro para el arroz, y otro para la carne, que cuando se pulsa este último, una voz de ultratumba, tipo Etecsa, dice: "este botón no está asignado a ningún abonado".

De la balita de gas

La balita pronto formará parte de nuestros objetos museables (los fondos del "gran museo" aumentan con los años de la Revolución). Una hornilla eléctrica es lo que tocará por la cuota dentro de poco tiempo: resulta que ahora el gas ya no es rentable. Y como la electricidad ha subido a precios impagables, pues a preparar los bolsillos con la hornillita, las ollas arroceras y demás equipos eléctricos.

Comentaba un orfebre de La Habana que cuando le quiten la balita de gas tendrá que inventar para trabajar. Aunque especuló que a partir de ahora el gas podría ser vendido en dólares o que haga falta una carta del ministro del ramo para poder adquirirlo.

Corre de boca en boca otro chiste que comenta que en lo último de la lista de los nuevos electrodomésticos que está ofreciendo generosamente el gobierno en su nueva campaña, está la silla. ¿Qué silla? Pues la eléctrica, cuál va a ser. Está claro que sobran los comentarios.