Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Reportaje: Sociedad

Arropados por el enemigo

Una nueva moda captura a miles en la Isla. Ni los altos precios ni los rumores de prohibición disuaden a los jóvenes de vestirse 'a la americana'.

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Jóvenes cubanos y palestinos no comparten una misma trinchera, pero sí una mutua pasión: la ropa camuflada, y si viene con rótulos del "enemigo común", Estados Unidos, entonces es lo máximo.

No se van las caras, pero se imitan. En Gaza, como en La Habana, el último grito es la llamada ropa militar. Gorras, pulóveres, pantalones, bermudas, camisetas, chalecos, zapatillas, monederos y hasta identificaciones metálicas al cuello son una marea incontenible.

"Si lo tienes, estás adelante", aseguran sus portadores en la Isla para hacer notar su valor de modernidad.

A diferencia de sus pares árabes, los cubanos no enfrentan en las calles una guerra a pedradas contra el ocupante y las motivaciones se muestran simples.

"Es lo que se usa en el mundo. No estoy pensando que llevo en el pecho al ejército americano", alega un joven en Obispo, la principal arteria comercial de la Habana Vieja. "Sé que son imperialistas y todo eso", dice con fastidio y pone fin a la conversación.

Comercio sin escrúpulos políticos

Las edades no importan, tampoco el sexo, la hora del día o el lugar donde se vaya. La también llamada moda mimética "se ha apoderado de los corazones de mucha gente joven —globalización mediante— y parece que ninguno tampoco escatima en gastos", opina Gina García, una master en Comunicación Social.

Hace un año, algunas boutiques habaneras comercializaron prendas camufladas, incluso algunas con sellos e insignias de las fuerzas armadas estadounidenses en relieve y ribeteadas en dorado. Ignorarlas resulta imposible.

"Me pareció un disparate, pero el gerente autorizó la compra", revela una tendera. "Creo que ya ninguna boutique lo hace", aclara rápidamente a manera de disculpa.

Proveedores extranjeros, con firmas reconocidas en Cuba, importaban la ropa desde España e Italia. En las gerencias nadie puso reparos y se tragaron los escrúpulos políticos.

Los precios, ni qué decir. Un negociazo. Las boutiques sacaban las prendas entre doce y quince pesos convertibles, en dependencia de la calidad del tejido. Los pantalones remontaban los veinte.

Siempre a la viva, la red informal los pone en las manos del cliente en más o menos igual precio y en el tiempo de un relámpago.

Las ofertas están al alcance públicamente, otras no tanto. Para las primeras se acude a la feria de artesanía de La Rampa, una de las zonas "más modernas" de la capital. Son piezas hechas a mano, de menor calidad que las importadas, que no muestran llamativos anuncios militares.


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