Cita con ángeles
El mensaje de Silvio Rodríguez: llevar cultura a inocentes condenados de por vida por oponerse pacíficamente a la dictadura.
Menos mal que aunque sea a última hora, y al menos por una vez (que ojalá no se repita), Silvio Rodríguez nos ha hecho reír. Vuelve a levantar la mano, esta vez sin guitarra, para que lo dejen anunciar el nuevo parto de la era: un hijo bobo.
Conste que se trata de una criatura con perfil amplio, a tono con nuestros días y flores.
Bobos pueden ser o parecer por igual quienes se traguen su pretendido despiste de millonario utópico y quienes no comprendan su actitud como guardián del poder que garantiza sus tranquilas digestiones.
Bobos somos o podemos parecer todos los que no creemos en él ni en lo que representa, pero ante la última propuesta de Silvio a la Asamblea Nacional, en calidad de diputado, perdemos el quicio y nos ponemos a declarar barrabasadas como esa de que los presos de Cuba no necesitan cultura. Pues sin ir más lejos, la justicia, el trato civilizado y hasta el aseguramiento de los frijoles constituyen parte indivisible de la cultura humana, en tanto sistema para el intercambio racional y espiritual entre los seres.
Silvio Rodríguez le ha propuesto a la Asamblea Nacional que se garantice la sistematicidad de visitas de artistas a todas las prisiones del país, dice que para llevarle a los reclusos canciones, poesías, danza, teatro y todas las manifestaciones, incluyendo el cine. ¿Seguro que van a visitar todas las celdas y a todos los reclusos? Pagaría por ver a alguien declamando "Me desordeno, amor, me desordeno…" dentro de una mazmorra apestosa y dantesca, teniendo como público a un preso político bajo régimen de total aislamiento, sin un huequito para que entre el día ni para que salgan los bolos fecales.
El propio Silvio debe lucir gracioso (y ya sería exagerada, para su densidad, una segunda gracia) cantando aquello de "Soy feliz, soy un hombre feliz…", ante un auditorio de presos con la boca cosida con alambre ferroso para protestar porque no los dejan protestar, o ante los ciegos que se machacaron los ojos dando cabezazos de sufrida impotencia contra las paredes, o ante los mancos y los cojos que desesperados por la falta de esperanza se inyectaron mierda en las venas, o ante la legión de inocentes condenados de por vida por el delito de oponerse pacíficamente a la dictadura.
Silvio ha pedido que se establezca un vínculo permanente entre el Ministerio de Cultura, el sistema Judicial y la Dirección Nacional de Prisiones. Y en este caso el bobo parece ser él, aunque bobo no haya sido nunca. Porque tal vínculo existe desde hace mucho tiempo. Y es una gema de la eficacia totalitaria.
El Ministerio de Cultura se responsabiliza con el control y la vigilancia del ganado. En cuanto uno de sus bueyes intenta sacudirse el yugo, y no consigue escapar a tiempo, es suprimido y marginado para el correspondiente pase al sistema Judicial, donde será llevado a juicio sumario. Luego la Dirección Nacional de Prisiones se encarga del resto. Si acaso, lo que faltaría para redondear este primoroso vínculo es la incorporación de una nueva entidad. Digamos, por ejemplo, el Cementerio de Colón.
Quede como reserva para otra de las propuestas de tan distinguido diputado a la Asamblea Nacional, la cual, dicho sea de paso, cada día se parece más a Egipto (el antiguo), donde la meta suprema para todo individuo era convertirse en momia. Por más que sólo los más puros, los mejor posesionados y los más ricos terminaban lográndolo. Silvio parece ser un buen candidato.
Sólo falta por ver cómo le saldrá su proyectada cita con los ángeles de la cárcel, los que, con todo y ser ángeles negros, tampoco tienen ni un pelo de bobos.
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