Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Política

El trueno y los fusibles

Acerca de la destitución del presidente del Instituto Nacional de Deportes, Humberto Rodríguez.

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El licenciado en Derecho Humberto Rodríguez González fue sustituido en la Presidencia del Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (INDER). Según la escueta nota ritual de Granma (octubre 3, 2005) para estos casos, el compañero tendrá "asignadas otras tareas".

Ha pasado un mes y se desconoce la versión oficial del destino y ventura del decapitado cuasi ministro de Deportes. Sin embargo, hasta en Mazorra saben que Humbertico, como solían llamarle sus allegados y algunos jerarcas, fue conminado bajo el régimen legal que sólo en la Isla es posible: el ius tronatun.

El "truene" puede ser radical, como el fusilamiento administrativo (muerto en vida), o adoptar formas blandas como "el plan pijama": vete a casa y cuando nos acordemos te avisamos. Esto último no parece haber sucedido con Humbertico, quien discrepó en público (para mayor infortunio, por televisión) con el líder indiscutible. Poco después recaló en el ejército de desempleados de su natal Sancti Spíritus.

Al contrario de los que muchos piensan, la nota oficial está cargada de información, siempre que se lea Granma como aconseja un amigo judío: "no por lo que dice, si no por lo que no dice". Así resulta fácil dilucidar, por ejemplo, que si alguien falleció tras "larga y penosa enfermedad" se trataba de cáncer, mientras que si la muerte sobrevino como consecuencia de "repentina enfermedad" fue infarto del miocardio.

Tales reglas de codificación informativa alcanzan también a los episodios que cierran la vida útil del dirigente, funcionario, ministro o cuadro político caído en desgracia. El sucesor de Humbertico (Julio Christian Jiménez Molina) fue designado sin explicarse qué ocurrió con el dignatario saliente. Esto implica que "salió por el techo", luego de aplicarse el ius tronatun.

Otra cosa sería el anuncio de que se "liberaba" a Humbertico de sus funciones. Habría entonces certidumbre de que el tipo pasó a desempeñar otras responsabilidades. A veces se utiliza el término "liberación" en circunstancias especiales, que suponen "refrescar al cuadro" a punto de "quemarse" mandándolo a cumplir misión diplomática en algún país aséptico para los intereses de Castro. Sería como ir de vacaciones a Mali o Mongolia.

A lo James Dean

Humbertico hizo una de las carreras más sobresalientes dentro de los "novísimos" en la nomenclatura. A diferencia del canciller Pérez Roque, el ministro de las ideas Otto Rivero y el "talibán insular" Hassan Pérez, el ex presidente del INDER no llegó a su puesto con ayuda de discursos enardecidos ni arrostró la dirigencia estudiantil o la pertenencia al Grupo de Apoyo del Comandante en Jefe.

Tampoco emergió del proceso de ascenso previsto para los cuadros de la élite ideológica. Nada de eso. La ascensión de este villareño hasta la máxima autoridad de la estratégica esfera del deporte, junto con la doble condición de diputado al Parlamento y miembro del Comité Central del Partido, comenzó de manera callada y hasta imperceptible en el barrio Conyedo en Santa Clara.

Antes pasó fugazmente por un centro docente del Ministerio del Interior, pero renunció para culminar sus estudios de Derecho en la Universidad Central de Las Villas. Su mayor destaque individual eran ciertas aptitudes como basquetbolista, que desplegaba bajo el mote de La Rana, ideado por sus compañeros en virtud de la piel tan clara.

A principios de los años ochenta emprendió una curiosa campaña de autopropulsión electoral y fue elegido delegado de circunscripción (concejal de barrio) en Conyedo. Enseguida mostró la veta populista que caracterizaría sus mandatos. La eficacia como representante gubernamental de barrio radicaba en "dar al pueblo lo que el pueblo necesita". Una de sus prácticas más comunes consistió en proveer fiestas populares, que a golpe de cerveza y pan con carne de puerco fueron dándole aceptación in crescendo.

El carisma de Humbertico posibilitaba una rápida comunicación con sus subordinados, además de que por su siempre amable atención contrastaba con el resto de los funcionarios castristas. Nunca entablaba conversación con alguien de abajo sin antes preguntarle o "interesarse" por su familia y el trabajo. Así fue tejiendo la apariencia humanista muy motivante de su personalidad dirigente.

Su locuacidad estaba por encima de la media y su discurso promedio era coherente y atinado. Amén de su palidez, cuidó con esmero mercadotécnico su figura montada en más de seis pies de estatura, algo desconocido hasta ahora entre los faraones del deporte cubano, que se destacaron por su obesidad.

De este modo el hombre de Conyedo fue montándose su propio show para llegar a la cumbre del gobierno provincial en Villa Clara, pasando antes por la alcaldía de Santa Clara, donde echó a andar todo tipo de programas para salir airoso: desde remodelar el centro histórico de la ciudad a lo Eusebio Leal hasta construir viviendas en el olvidado barrio del Condado, sin abandonar jamás la sana distracción de los ciudadanos.

Subió tanto en el rating que, al filo de otra crisis en el INDER (1997), la mirada autorizante se centró en el prospecto villaclareño. Algunas voces autorizadas de la intelectualidad orgánica, entre ellas Enrique Núñez Rodríguez, se habían encargado ya de escribir artículos laudatorios sobre Humbertico, quien remplazó a Reynaldo González en la Presidencia del INDER.

Humbertico imprimiría un giro inédito al mundo deportivo cubano: atender a los atletas jubilados y sus familiares, acción altruista que ratificaba el principio de que "aquí nadie es olvidado" y tocaba una cuerda psicológica muy sensible de los septuagenarios en el poder. El hombre nuevo no negaba a los viejos, sino que hasta se encargaba de ellos. Pero como casi todo en la vida, lo que empieza termina. El compañero Humbertico, como otros, concluyó su ciclo vital de manera temprana y súbita, a lo James Dean. Un amigo que no es judío me decía: "Esos son fusibles; cuando no sirven, se cambian por otro".