Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Crónicas

Fallos en la construcción del Hombre Nuevo

La abulia oficial creó la telaraña donde aquel ser seguiría frustrándose y frustrando a sus insomnes soñadores…

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La construcción del Hombre Nuevo, una de las empresas más ambiciosas que recuerdan los siglos, requería sumo cuidado, mucha dedicación, cautelas extremas. Y tenían razón los biogenéticos que vigilaron a la criatura desde que la tuvieron en probeta. Era un experimento que un tin de más o de menos podía frustrar. Y apareció el tin. ¿De más?, ¿de menos? Los modernos Frankestein que lo planearon no acaban de ponerse de acuerdo.

Se dividen en dos corrientes principales. "Los duros" y "Los moderados". Los primeros dicen que hizo falta un poco más de UMAP. Mucho más. Ni de lejos fue la cantidad de UMAP que en sus inicios requería el preciado experimento.

Salvando las distancias —dicen—, y los fines por supuesto, ni Weyler cuando la reconcentración, ni los nazis después, al emprender aquella locura sin fundamento científico que fue el culto a la raza aria, dejaron de emplear cuanto método les exigió su proyecto. Nada les intimó. Cuestiones de edades, sexos, títulos universitarios, linajes: nada de eso contaría para ellos.

Día a día siguieron con firmeza militar atestando trenes que parecían no tener fin con lo que estimaban basura humana. Vieron lágrimas de madres, oyeron súplicas de novias y de viudas, vieron niños caer llorando de rodillas delante de sus botas, pero ellos no sintieron compasión. Creerse cumpliendo un fin superior les impedía sentirla. Y si la sintieron, hicieron como Odiseo en el paso de las sirenas.

El gran error

Lamentablemente, no puede decirse lo mismo de quienes estaban al cuidado del Hombre Nuevo, y ese fue el error, el gran error. Sucumbieron. Burgueses en el fondo, la piedad los conquistó. En pocos años suprimieron la prohibición que pesaba sobre Los Beatles y dejaron a la nueva criatura escuchar jazz, le permitieron usar jean, llevar melena y barba, y así, de una en otra, cediendo hoy aquí y mañana allá, la abulia oficial fue creando la telaraña donde aquel desprevenido ser tan deseado seguiría frustrándose y frustrando a sus insomnes soñadores…

¿Cuánto de Pavonato le dieron? A ver, ¿cuánto? Cinco años, que se van volando. De UMAP, otros cinco que también se fueron volando. ¿Resultado de esas dos insuficiencias y las que seguirían? Una juventud que aun cuando hoy no toda ella sueñe poder volverse golondrina de repente para abandonar el país, tampoco responde al proyecto del Hombre Nuevo.

Examínensele los gustos en materia de cine, literatura, música —siguen lamentando "los duros". Véase cuánto pesa en esos jóvenes la cultura norteamericana. Entre los que dicen ser creadores literarios o artísticos, obsérvese las basuras que pintan, las cosas que escriben, la música que hacen. En cuanto a las otras caricaturas de jóvenes, ni mirarlos.

Pero ni mirarlos. Se les oye hablar de automóviles, de viajar (Esto de los viajes los tiene locos, inclusive se pronuncian por el derecho del ciudadano común a viajar, de todos los ciudadanos), Hablan de sociedad civil, hablan de derechos humanos, todo como los burgueses. Todo. La palabra "divisas" es algo que no les falta en la boca. ¿Con cuáles zapatos sueñan? Con Adidas, con Ribo, con Nike y cuanto pervertido maremagno de marcas existe para el resto de sus prendas de vestir. Algunos suspiran por un Rolex. Y se han metido a jineteros para conseguirlo, ahora que ya no podrían agarrar una balsa y poner proa a Cayo Hueso sin pensar en los tiburones, porque ni eso respetaban.

En cuanto a libertades sexuales, mejor no tocarles el tema. En el colmo de la impudicia, no son pocos los que tienen amigos homosexuales, confiesan sentir grima cuando oyen decir que hubo una época en que en la universidad cazaban a los homosexuales como si fueran aves y los expulsaban, y lo que nadie pudo imaginarse cuando ellos eran tan sólo sueño, proyecto, muchos de estos Hombres Nuevos defectuosos son homosexuales y no lo ocultan.

Un tímido simulacro

Pudo la decadencia con sus brillos más que la virtud. Las aberraciones propias de la sociedad capitalista terminaron devorándolos. Era de esperarse. No hubo la debida vigilancia. Faltó la constancia, la disciplina, faltó el empleo del castigo, la paciencia del maestro.

Podrá decirse que también los nazis fallaron en su experimento, y es verdad, los nazis fallaron, pero lo intentaron, y Weyler lo mismo. En Cuba, lamentablemente, quienes tenían que vigilar el proyecto no pasaron del tímido simulacro.

Los moderados, por su parte, insisten en que, todo lo contrario, hubo demasiado de todo lo que echan en falta en el experimento "los duros", y esperan que así quede demostrado cuando un día, mañana o dentro de cien años, se abra un forum mundial para estudiar las razones por las cuales aquel ambicioso proyecto de Hombre venidero (al que no renuncian) falló, se desplomó, se vino abajo, dejando en la memoria un ruido —dicen tapándose los oídos con estupor— sólo comparable al dramático estruendo causado por las torres gemelas.