Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Economía

Ladrón que roba a ladrón…

La corrupción se puede explicar por la ineficiencia del gobierno cubano, que afecta a toda la población y la obliga a ser parte de la misma.

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La batalla contra la corrupción comenzó en Cuba hace muchos años. Ya desde los tiempos de La historia me absolverá Fidel Castro anunció que de haber tomado el poder tras el asalto al Cuartel Moncada, la primera tarea del gobierno revolucionario habría sido "limpiar las instituciones de funcionarios venales y corrompidos". Sin embargo, a pesar del adoctrinamiento político de las masas, las purgas periódicas de dirigentes y administradores estatales, los procesos de rectificación de errores, la corrupción amenaza con derrumbar "la viga central del edificio de la revolución" y hacer que la misma se "autodestruya", según han advertido sus propios dirigentes.

Cuando tantos esfuerzos para erradicar un mal fracasan una y otra vez, no queda más remedio que preguntarse dónde está la falla: ¿Está en los métodos utilizados para corregir el mal, o está en la identificación misma de las causas del mal?

Un breve viaje a la semilla

Al llegar al poder, Castro confiscó las cuentas bancarias y los bienes malversados de las figuras más connotadas del régimen de Fulgencio Batista, muchos de los cuales habían utilizado los fondos del erario público para enriquecerse, como verdaderos political entrepreneurs. Todo el mundo creyó entonces que el gobierno revolucionario estaba dando cumplimiento cabal a lo que había anunciado en su programa político original.

Poco después, sin embargo, Castro procedió a nacionalizar las propiedades de las compañías extranjeras como parte de un plan, hasta entonces secreto, de llevar a cabo una revolución socialista a espaldas del pueblo y de la gran mayoría de los revolucionarios que habían combatido contra la dictadura de Batista. De ahí que en los primeros meses de 1959 Castro declarara en más de una ocasión que él no era comunista, y que la revolución era "verde como las palmas", mientras creaba un gobierno paralelo que funcionaba a espaldas del primer gabinete del gobierno revolucionario, que, sin saberlo, servía como pantalla civilista y moderada a la radicalización que se venía gestando.

Una vez consolidado en el poder, tras haber declarado que era marxista-leninista y amparándose en la supuesta necesidad de echar abajo todo vestigio de la vieja sociedad burguesa para construir sobre sus escombros una nueva sociedad socialista más pura, Castro terminó confiscando los bienes legítimos de los miles de economic entrepreneurs cubanos, que habían utilizado los mecanismos de la economía formal capitalista para establecer sus negocios y prosperar. Dicho proceso terminó con la ofensiva revolucionaria de 1968, donde Castro intervino hasta el último puesto de fritas que quedaba en manos privadas.

Aquellos polvos trajeron estos lodos

Al confiscar las compañías extranjeras, Castro no hizo otra cosa que cortar los vínculos de las mismas con las empresas matrices, es decir, nacionalizó los activos físicos: los edificios, las maquinarias, la tierra, pero al mismo tiempo privó al país del flujo tecnológico, del conocimiento administrativo y de las inversiones que dichas empresas aportaban.

Al adoptar el modelo de economía centralizada socialista, Castro no solamente frenó la vitalidad del comercio y la capacidad productiva del país, sino que, al fomentar la escasez, producto de la ineficiencia del sistema, sentó las bases para la futura expansión de la corrupción.


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