Los talibanes comen manzanas
Es honorable la preocupación por los presos de Guantánamo, pero entra en la categoría de miseria humana el olvido de los luchadores cubanos por la libertad.
La obsesión de diversas personalidades e instituciones del mundo por la vida y el destino de los presuntos terroristas arrestados en la base naval norteamericana de Guantánamo muestra, con pasión, el desvelo por el respeto a la legalidad y al trato humano que merece cualquier hombre preso. También enseña el desprecio o la indiferencia de esos mismos factores por los suplicios del presidio político cubano.
En las decenas de documentales y reportajes que se han filmado en las instalaciones de la cárcel estadounidense, todos hemos podido ver siempre las condiciones higiénicas, de alimentación y de atención médica que reciben esos prisioneros, cautivos bajo sospecha de haber participado en brutales actos de terrorismo.
Su situación es la que inquieta a quienes protestan, aunque algunos también lamentan la estrechez de los cubículos donde viven y de los espacios habilitados para sus oraciones diarias.
Esos probables talibanes hacen llorar a las señoras y los señores que adoran los derechos humanos, aunque sea sólo de algunos humanos. Pero no hay ni un minuto de atención para un sitio que está cerca, con sólo atravesar la bahía de Guantánamo, la cárcel comunista de Mar Verde. Allí podían recibir un ataque masivo de envidia los torvos administradores y torturadores de los campos nazis y soviéticos.
A esa región de Cuba, bajo el control de la dictadura de Fidel Castro, nadie quiere mandar una cámara; nadie protesta porque los presos (tanto políticos como comunes) no tienen agua. Los carceleros llevan unos pomos plásticos que contienen seis vasos cada uno. A los reclusos les pertenece un vaso cada día. En ocasiones, se pueden pasar dos días sin agua para beber.
'Nuestros presos no les importan'
No ha sido ninguna institución internacional la que ha hecho esta denuncia. Es alguien muy cerca del dolor, Ana Belkis Ferrer, hermana del preso de conciencia Luis Enrique Ferrer, condenado a 28 años en el 2003 y activista del Movimiento Cristiano Liberación.
Es ella la que explica en una conversación telefónica con el Puente Informativo, que no hay agua para bañarse, ni para lavar la ropa, ni para limpiar los baños. Esto impide que los reclusos puedan dormir y los pone en peligro permanente de contraer infecciones y otras enfermedades, además de la compleja convivencia en medio del hacinamiento que se padece en las más de 200 cárceles cubanas.
En el otro extremo de la Isla, en la prisión kilo 5 de Pinar del Río, Horacio Piña Borrego cuenta a su familia que una plaga de piojos asola a la población penal, y como tampoco hay agua, ni detergentes, ni jabones, los insectos invaden y dominan el penal.
Si a estos dos hechos puntuales denunciados esta semana se le añade las reseñas de las palizas, los castigos diarios, los controles de la correspondencia y el menú del sistema carcelario, uno de cuyos platos más codiciados suele ser un huevo hervido, con hierba y una pieza minúscula de pan, debemos convenir con los familiares de los presos cubanos: nuestros presos no les importan a esos demócratas.
Tampoco se puede alegar que los cubanos han sido procesados por tribunales normales. Yo estuve frente a esos jueces que en vez de mirar los documentos miran los ojos de la policía política y de los comisarios. Que en vez de impartir justicia, tratan de ponerles timbres legales a la represión de una dictadura.
Es buena y honorable la preocupación por la situación de los presuntos asesinos presos en Guantánamo. Pero entra en la categoría de miseria humana, en la historia universal de la infamia, el olvido de los luchadores cubanos por la libertad.
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