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Represión

Odio estatal y máscaras

El periodista Víctor Rolando Arroyo va a cumplir ya cuatro años de encierro y tratos degradantes.

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El problema de Víctor Rolando Arroyo, el periodista cubano condenado a 26 años de cárcel, es más grave de lo que él mismo y su familia creen. El hombre tiene sobre su cabeza, allá en las soledades de sus celdas, todo el odio del Estado. El ensañamiento de los funcionarios y el desamparo jurídico de un régimen totalitario.

Sus sesiones de tormentos, golpeaduras y vejaciones son cíclicas. Se repiten, estallan de pronto en los espacios ásperos de las dos prisiones (Guantánamo y Holguín) donde ha cumplido ya casi cuatro años de encierro y tratos degradantes.

¿Qué pasa con él ahora mismo? ¿Qué noticias se tienen en estos días que van a terminar con el mes de febrero y su ambiguo invierno sobre Cuba?

Pues nada. Por estos días, en su casa de la ciudad de Pinar del Río hay un silencio que lo abarca todo y deja que se escuchen puros los ruidos normales de una casa: un poco de agua que corre, un vaso que se rompe, una ventana que se cierra, una oración que sube, el tictac de un reloj de pared y el viento que estremece los retratos grises.

Elsa González Padrón, la esposa del comunicador, dice en una carta que en su residencia "aumentó la dosis de angustia para todos nosotros sus familiares".

"Se han ensañado con Víctor con abusos físicos y verbales. El seis de febrero fue golpeado por el oficial Juan Ramón Leiva Sandrón".

Relata la señora González que el episodio de violencia contra el periodista se produjo a la salida del comedor de la prisión. "Lo golpeó en el rostro y lo pateó en el piso", escribe desde el occidente de Cuba.

Tres días después, el mayor Braulio, segundo jefe de la Prisión de Holguín, se burló en público del preso y le pronosticó que no saldría vivo de allí y que nunca volvería a ver a su madre.

El oficial le sugirió que le suspendería el permiso para realizar a su esposa la llamada reglamentaria de cada semana.

"En estos momentos —dice la mujer— no conozco nada sobre su situación actual. Nosotros rezamos por él y estamos muy preocupados por su vida, porque estuvo siete días sin ingerir alimentos".

"¿Hasta cuándo?", se pregunta Elsa González Padrón. "Mi esposo es una persona decente, un hombre bueno que merece ser premiado por su civismo y su preocupación por su pueblo. Sin embargo, ha sido injustamente condenado. ¿Hasta cuándo?".

En la primavera de 2003, Arroyo fue enviado directamente a la cárcel de Guantánamo con otros dos periodistas, Jorge Olivera y Oscar Espinosa Chepe. Fuentes de la disidencia dieron a conocer que en diciembre de ese mismo año Arroyo recibió una golpiza y fue arrastrado por los pasillos por unos guardias.

Hace dos años protagonizó una prolongada huelga de hambre para que lo trasladaran de centro penitenciario. El inicio del mensaje de la esposa de Arroyo expresa muy bien la práctica sistemática de atropellos y golpes al prisionero. Así inicia ella su nota: "Empezó el acoso de nuevo".