Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Sociedad

Palitroques para el progreso

Ya pueden tomar nota los que refrendan los avances de la Isla bajo el imperio de la segunda dinastía.

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Las panaderías de La Habana (no las que despachan pan caliente por la libre, a 10 pesos la flauta, inalcanzable para la mayoría, sino las de los pobres, las del pan elástico, minúsculo y cuasi crudo que disparan a uno por cabeza mediante la libreta de racionamiento), están produciendo ahora galletas y palitroques para la venta liberada y a precios asequibles.

Es la mejor noticia que hemos recibido los habaneros durante los últimos siete meses, y sin duda alinea también entre las mejores de las últimas cuatro décadas.

Las galletas aún no son suaves y crujientes, en tanto su precio (de 50 centavos cada una) es todavía alto en correspondencia con el salario básico. Pero los palitroques, al menos los del comienzo, sí saben muy bien, y han tenido una gran acogida, tanto por su calidad como por su precio, de 20 centavos.

Estas ventas no son permanentes, ni siquiera se dispensan en horarios fijos y/o sistemáticos. Hay que "cazarles la pelea", como suele decirse por acá, pero a la hora que caigan, los palitroques son recibidos con visible entusiasmo.

De modo que pueden tomar nota aquellos que se muestran apurados por refrendar los progresos de nuestra isla bajo el imperio de la segunda dinastía.

Por lo menos es un dato que les ayudará a ser más certeros que cuando comentan (sólo Dios sabe a partir de qué bases) que la economía cubana ha mejorado y se ha diversificado en los últimos meses, o que se aprecian avances en el transporte público, en la productividad del trabajo, en la lucha contra la corrupción, o que han disminuido aquí la intolerancia y las presiones ideológicas.

Enfocadas las cosas con rigor, puede afirmarse que el día a día de los cubanos de a pie está resultando ahora mismo una pizca menos tenso que antes de julio del pasado año. Pero no hay por qué desbocarse a buscar las razones en estadísticas oficiales, mucho menos en informes o enunciados, o ejercicios de oniromancia.

Tales razones serían más fácilmente identificables en el orden de la subjetividad. Por eso tal vez quienes pretendan ilustrar hoy con datos nuestro "progreso" no consigan sino lo mismo que aquel que quiso asar la manteca.

¿Se vislumbra un boquete?

Los que aseguran que el país continúa marchando con plena normalidad, tendrían que empezar por aclarar (y aclararse) a qué equivale "marchar" y cuál es exactamente el significado de "normalidad", cuando de Cuba se trata.

¿Marcha una economía nacional entumecida y parásita, que no da cabida a la iniciativa individual de sus activos en la base y que depende fundamentalmente del padrinazgo y de las subvenciones procedentes del extranjero?

¿Resulta normal que lo único que en verdad marche a tope en un país sean, por parte del gobierno, los mecanismos represivos para atajar cualquier reclamo y para silenciar desasosiegos; y, por parte del pueblo, la apática resignación, el fingimiento, la inercia, la evasión y el aguante callado?

Sin embargo, es verdad que el cubano de a pie, que es el que más se menciona pero el que menos parece contar para los políticos y los poderosos de todos los bandos, ha ido atenuando en estos meses sus tensiones ya históricas. Resulta incluso contrastable a tiro de ojo. Mucho más difícil, cuando no imposible, debe ser demostrarlo con datos o ejemplos concretos.

¿Será que vislumbra un boquete, no importa si lejano pero ya tangible, al final del laberinto? ¿Será que siente, más que ver, cómo las estructuras se mueven, porque no les queda otro remedio que moverse, dentro del fosilizado aparato? ¿Será que sabe que algo debe suceder y que no puede ser para mal, ya que después de lo peor no queda espacio sino para la mejoría?

De momento, sólo dos cosas son seguras: a) la gente está siguiendo, atenta y secretamente esperanzada, las ocurrencias de cada minuto; b) es este el mejor y más palpable signo de progreso, aun cuando no haya forma de verificarlo, ni con datos ni a través de las ingenuas encuestas de la prensa extranjera.

Claro que los cardíacos de las estadísticas tampoco tendrán que resignarse al paro. Ahí tienen los palitroques. Pero será prudente que recuerden aquella vieja y muy sabia sentencia según la cual no sólo de palitroques vive el ser humano.