Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Represión

Plegarias en el aire

El periodista independiente Omar Ruiz convive en una galera con once reclusos comunes de alta peligrosidad que tienen instrucciones de atosigarlo.

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El preso más silencioso y solitario del destacamento número 2 de la cárcel de Canaleta, en Ciego de Ávila, ha sido y será para siempre Omar Ruiz. Los reclusos comunes que compartían con él aquellas cuevas inhumanas que regenta el gobierno revolucionario, comentaban en los pasillos: ese hombre es muy correcto, lo suyo es leer, escribir y rezar.

En nuestras conversaciones ocasionales entre rejas, siempre lo sentí seguro, esperanzado, tranquilo, sujeto a la sala de su casa en Santa Clara, a su hijo y a su esposa, por unos hilos irrompibles que tienen que ver con el amor y otros valores.

Escribía en aquellos tiempos —el verano de 2004— unos poemas arrítmicos y sinceros en una línea de poesía amatoria que no hallaba la raya divisoria con la nostalgia familiar y con los textos cívicos y religiosos.

Luego me hacía llegar a la celda unas hojas dobladas y mínimas con cantos de clara resolución patriótica donde solía celebrar la historia de Cuba y, con mucha frecuencia, la geografía, la belleza de los ríos, los verdes diversos de la flora del escenario de su infancia rural en la tierra que los cubanos de antes llamaban las inquietas Villas.

Una isla en la cárcel

Omar Ruiz era una isla dentro de aquella cárcel donde más de mil hombres hacinados trataban de salir vivos.

Era una isla, como eran y son islas sus amigos y colegas que fueron a parar a los centros penitenciarios que el comunismo siembra en el país con más pasión y éxito que los alimentos que necesitan las personas. A Omar, la Primavera Negra de 2003, que tomó sus últimos tintes oscuros con el asesinato de tres jóvenes inocentes, lo metió a los calabozos condenado a 18 años.

En la calle, Omar Ruiz trabajaba como periodista. Hacía sus informaciones y sus comentarios sobre la realidad con profesionalidad y honestidad, sin mandatos supremos, sin ser el soldado de una ideología sino apasionado de la verdad.

Como no elogió hasta agotar el idioma a los gánsteres, demagogos y vagos que conforman las estructuras del poder en su país, Omar fue a las rejas y allí lleva tres años.

Ahora está almacenado en la prisión Nieves Morejón, cerca de Sancti Spíritus. La policía política lo ha puesto a convivir en una misma galera con once reclusos comunes de alta peligrosidad que tienen instrucciones de atosigarlo.

Él mismo ha informado a su familia y a sus colegas del periodismo independiente que esos delincuentes —siempre cumpliendo órdenes de la policía política— le impiden dormir, lo han amenazado de muerte y le han robado sus pertenencias para hacer más complejas las condiciones de vida en la cárcel.

Se sabe que el sistema penitencial cubano y sus más conspicuos especialistas en tormentos personales, facilitan que reclusos comunes que cumplen largas penas, realicen trabajos sucios contra los presos políticos para conseguir pequeñas prebendas: visitas familiares y trabajos en el comedor.

En situación similar a la de Omar están, por lo menos, 24 periodistas cubanos. Algunos agravados con enfermedades mal atendidas, falta de medicina y la precaria dieta de campo de concentración nazi o estalinista (es lo mismo) que ofrecen los comedores de las más de 300 cárceles que algún día podrán visitar en un paquete turístico especial para la izquierda de Gucci, el caviar y Don Perignon.