Actualizado: 18/04/2024 23:36
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San Isidro, Protesta, Intelectuales

¿Qué cambia con el Movimiento de San Isidro?

Estamos lejos de un movimiento social que obligue al gobierno cubano a cambiar efectivamente, o que simplemente le destruya, como ha sucedido en otros muchos lugares

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Los juicios sobre los sucesos emanados de San Isidro (MSI) son diversos, casi siempre impregnados de esa cualidad latinoamericana de insuflar la política con la pasión. De aquí se han generado denostaciones y elogios, muchas frustraciones y muchas esperanzas. Confieso que me inclino hacia la posición más entusiasta: creo que hay elementos novedosos en lo que ha sucedido que pudieran marcar un antes y un después en la acción pública cubana bajo el presente sistema político represivo y dictatorial.

Por lo general, los grandes sucesos de cambio político en la historia de la humanidad no han estado determinados por organizaciones o programas sofisticados, sino por frustraciones diversas y catalizadores en ocasiones diminutos e insospechables. Tampoco han producido los acuerdos del cambio de una vez, sino que poco a poco, como un tortuoso proceso de aprendizaje. En Chile, por ejemplo, la insurgencia masiva que el país vivió durante varios meses en 2019 —y que puso de rodillas al sistema neoliberal y a la derecha política— se inició cuando un grupo de estudiantes preuniversitarios decidieron protestar por un aumento de 30 pesos (unos pocos centavos) y algunas declaraciones prepotentes de funcionarios gubernamentales. Todo estuvo precedido de movilizaciones sectoriales, pero fragmentadas y que podían ser administradas por el gobierno. Las protestas de los “cabros” tuvo la virtud de superponer todas las demandas y producir una explosión que ya no podía ser administrada con discursos y remedios. Una señora chilena, ama de casa, lo resumió mejor que nadie en una entrevista: nuestro problema no es los 30 pesos del pasaje, sino los 30 años de frustraciones.

Hay una distancia entre lo que el MSI hizo (probablemente lo que podrá hacer) y lo que consiguieron los estudiantes chilenos. En particular porque Cuba es una sociedad controlada por una elite con aspiraciones totalitarias, y que aun consigue el apoyo y la movilización de sectores significativos de la población. Pero el eco del MSI en el plantón que hicieron decenas de artistas en la sede del Ministerio de Cultura es, para los efectos cubanos muy relevante: hasta donde recuerdo es la primera vez que un grupo considerable de ciudadanos(as) se reúne en un espacio público para demandar derechos civiles al estado, y este se vio obligado a recibirlos. Se trata de una novedad cualitativa fundamental en la acción pública. Pues si bien es cierto que los artistas habían gozado de un alero benefactor en la UNEAC, este alero estaba cimentado sobre premisas que ya no están presentes en este caso: 1-el Estado les concedía los derechos, y por ende también se los quitaba, 2-los derechos eran individuales y el precio era no pretender traspasarlos al resto de la sociedad y 3-aunque había derechos a catarsis, estas eran a puertas cerradas y plenamente controladas. Esta era la autonomía que esterilizó políticamente a buena parte de la intelectualidad cubana, y que aún sigue siendo el horizonte de los espacios tolerados por el régimen. La autonomía que ahora se ensaya, es otra cosa.

Los juicios emitidos han sido diversos. Si omito ahora tanto las denostaciones vulgares de los oficialistas, como los aprovechamientos de pasarelas de quienes desde la emigración tratan de alimentar sus egos con dudosas solidaridades, buena parte de estos juicios, interesantes y agudos, han coincidido en afirmar que se ha conseguido poco y que se pudo obtener más, en particular en la reunión con los funcionarios del MINCULT. Es probable que así sea, pero ello es parte del aprendizaje que todos debemos hacer en una sociedad que muestra niveles de frustración y disonancia cognitiva alarmantes, y cuyos jóvenes quieren otra vida, y no en otro lugar, sino en la isla.

Creo que aun estamos lejos de un movimiento social que obligue al gobierno cubano a cambiar efectivamente, o que simplemente le destruya, como ha sucedido en otros muchos lugares. Las dictaduras totalitarias, como la cubana, se tornan muy frágiles cuando sus capacidades de control disminuyen y sus apoyos comienzan a menguar. De ahí la brutal represión contra el MSI. Pero esa represión tiene sus costos cuando se aplica sectores sociales más vastos y visibles. Esa es la relevancia del plantón frente al MINCULT.

Cuando los estudiantes chilenos comenzaron a protestar por el pasaje del metro, un funcionario compareció en televisión diciendo una frase que todos recordamos: “lo siento, cabros, esto no prendió”. La consigna “sí prendió” siempre estuvo presente desde entonces. A los/las valientes protagonistas del MSI solo quiero decirles: ¡cabros, esto, sí prendió!