Actualizado: 28/03/2024 20:04
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Represión

Radiografía de un mitin de repudio

Una señora encerrada en una casa humilde soporta durante horas los insultos y amenazas de 500 combatientes.

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Frente a la casa de Blas Giraldo Reyes, en Sancti Spíritus, no pueden pararse a gritar insultos y amenazas 500 combatientes revolucionarios. No pueden porque el ancho de la fachada, ventana y puerta incluidas, sólo resiste a unos diez airados defensores del comunismo que vociferan y miran sin disimulo a los policías de civil que los dirigen.

Entonces, se hicieron sitio en el parque de enfrente, en la explanada y en la anchura que le da una curva a la calle. Yo estuve allí hace unos meses a darle un abrazo a Ysel Acosta, que vive sola en su hogar porque Blas Giraldo está preso desde abril del año 2003.

Fui a verla porque había estado unos días en la misma celda de un hospital con su esposo y quería contarle de él y de su estado de ánimo, de su fuerza y de su cariño invencible por la familia.

Quise verla porque todos conocemos la brutalidad con que trataron a Blas y a sus familiares durante el circo judicial que armaron los tarugos en esa villa del centro del país. El ensañamiento, los abusos contra en hombre pacífico que promovió en aquellas tierras las firmas de Proyecto Varela y dirigía una biblioteca independiente.

El asunto es que Blas tiene que operarse y en la prisión Nieves Morejón, cercana a la ciudad donde reside, no le garantizaron la presencia de un especialista durante el acto quirúrgico, ni había las condiciones higiénicas necesarias, ni autorizaron a que su esposa lo asistiera en el proceso pos-operatorio. Blas Giraldo se negó a someterse a la operación.

Por eso, al otro día, los indignados defensores del orden constitucional cubano decidieron tomar represalia contra Ysel. Este es uno de los párrafos del testimonio de la mujer: "Rodearon mi hogar con uno de esos llamados mítines de repudio, contra mi, una mujer sola e indefensa, con una turba de alrededor de 500 personas compuesta por Trabajadores Sociales, estudiantes universitarios y otros que gritaban injurias y amenazas contra mi vida. Eso se prolongó durante varias horas de la noche".

Nada más, así de fácil. Una nueva victoria de la batalla de ideas, donde el enemigo, una señora solitaria encerrada en una casa humilde, soporta durante horas la justa ira de grupos de aplicados alumnos de la universidad, jóvenes que colaboran con la comunidad y la vanguardia obrera del pistolón y las guayaberas de colores claros.

Los mítines de repudio son los actos donde la dictadura consigue que brote lo peor de los seres humanos. Una erupción de odio y frustración, de rabia contra las víctimas, en secreto en contra de los instigadores y contra ellos mismos, que de repente se ven en la noche de Cuba emparentados de cerca con unos animales.

Ysel Acosta los vio y los escuchó y tendrá para siempre en su memoria esa otra ceremonia salvaje que se celebra en homenaje a las momias del Partido. Pero, por el momento, lo que ha hecho, mientras algunos de los manifestantes pasan frente a su casa a ver si llegó el pan con paso de inocentes, es escribirle a medio mundo para que atiendan a Blas Giraldo Reyes.

"Porque es imprescindible —dice— que él reciba asistencia médica responsable y calificada, que garanticen las condiciones para una eventual cirugía y su recuperación".