Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Sociedad

Relajo a la orden

¿Qué diría el sabio Fernando Ortiz sobre el socialismo 'brutalitario' del último medio siglo en Cuba?

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Una vecina del barrio renueva cada día sus ofrendas a Ochún para pedirle que no haya cambios en el gobierno de Cuba. No es que le guste el que estamos sufriendo. Pero anda en trámites para irse del país, rumbo a Estados Unidos, y —según dice— un cambio político en este momento podría estropear sus planes.

Otro vecino se prepara en secreto para cuando haya libertad en la Isla. Tiene un cargo en una entidad estatal que comercia en divisas (o sea, integra formalmente la nomenclatura del poder), así que cumple cualquier misión que se le asigne. Pero entre col y col, va acumulando sus ganancias particulares, producto de la malversación y del robo. Es su forma de prepararse para la libertad.

Entre uno y otro de estos casos, hay por acá miles, cientos de miles de casos parecidos: en todos los barrios, en todas las ciudades, en todas las capas, en todos los gremios y las parentelas.

No es el miedo, como piensan muchos, la peor traba que padece hoy la sociedad cubana. Es el relajo. Sólo que se trata de un relajo de nueva hornada, con perfiles mucho más alarmantes que aquella cierta falta de organización y aquel carácter festivo que siempre nos identificó.

El relajo de estos tiempos nos golpea en lo esencial. No es simple liviandad en los actos (o no solamente), no es ligereza reflexiva o desenfado en la expresión. Es desesperanza sin remedio. Es distorsión ética y es vacío en el alma. No es el relajito con orden que nos endilgó la tradición. Es relajo a la orden, en todo y a toda hora, pero especialmente al nivel de la conciencia y del espíritu.

La gran conquista

Ninguna otra "conquista" de la revolución resulta más visible (ni más fatalmente decisiva) en nuestros días. Tampoco es para menos. Luego de haber sido impelidos durante decenios a sacrificar el qué de la sustancia por el cuánto del efecto, no guardan ya ningún valor para nosotros las significaciones cualitativas. Sólo cuenta aquí lo que se ve. Y lo que se ve no es sino espejismo.

En 1942, cuando el relajo en Cuba era igual de peligroso, aunque sin duda mucho menos trascendente (y crónico) que hoy, don Fernando Ortiz lo describió en estos términos: "El mal es un estado infectivo general que ya llega a la médula misma de la nación, mermándole sus posibilidades de defensa, como una ataxia incontrolable".

Qué agregar entonces en este momento, una vez que el socialismo totalitario (brutalitario le llamaría Ortiz) nos ha enseñado, a través de casi medio siglo de desmadres, que el sacrificio del presente no entraña beneficios para el futuro, sino apenas dolores de cabeza que estamos precisados a evadir mediante el relajo.

Qué diría nuestro sabio ante el descorazonador panorama de la Cuba de hoy, donde las redenciones (sociales, políticas…) en lugar de ser fruto de la obra de cada uno para el provecho de todos los cubanos, quedaron reducidas a lemas huecos (es decir, relajosos) que todos estamos obligados a imponer a cada uno.

Por eso tal vez no resulte atinado seguir dando lata con aquello de que tenemos lo que nos merecemos porque el régimen nos mantiene en un puño y porque nos ponemos a temblar cada vez que levanta un dedo. No es que no sea cierto (aun cuando quien lo diga, casi siempre lo dice desde lejos y a salvo). Es que el miedo no constituye nuestro principal impedimento para romper las cadenas.

Los cubanos no somos menos (ni más) valientes que otro pueblo cualquiera. Lo que pasa es que nos han institucionalizado el relajo como una forma de aniquilación masiva. Y ya sabemos que una vez aniquilada la moral del individuo, ni siquiera es necesario asustarlo, porque no es menester darle muerte física.

Entonces no nos llamemos a engaño. No es miedo. Es relajo, el crimen perfecto del totalitarismo en Cuba.