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Cuba en la prensa

Los 50 años del castrismo en 'Foreign Policy': «Ahora los papeles están invertidos: Cuba se ha vuelto dependiente de América Latina»

Selección diaria de la prensa internacional.

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Un pasado virtual

"…En el caso de la historia de la Revolución Cubana, la más socorrida alternativa ha sido siempre preguntar qué habría pasado si Fulgencio Batista no hubiera dado el golpe de Estado, del 10 de marzo de 1952, contra el saliente Gobierno de Carlos Prío Socarrás. El consenso historiográfico apunta a que si las elecciones de ese año se hubieran producido, habría ganado el candidato del Partido Ortodoxo, Roberto Agramonte, con un programa de gobierno socialdemócrata —semiparlamentarismo, reforma agraria, industrialización, alfabetización, combate de la corrupción, nacionalización de algunas compañías norteamericanas…— similar al de Rómulo Betancourt en Venezuela, José Figueres en Costa Rica o el PRI en México".

"Un gobierno así, ubicado en el centro izquierda, que impulsara una democracia nacionalista, suscribiendo con mayor o menor énfasis el anticomunismo que Estados Unidos promovía en la región, difícilmente habría provocado una revolución radical (…) Otro, más difícil de imaginar, sería el de la posibilidad de una transición democrática a partir de las elecciones convocadas por Batista, en 1958, en medio de la confrontación militar entre la dictadura y las guerrillas de la Sierra Maestra y El Escambray. A diferencia de 1952, cuando las razones de Batista para dar el golpe eran poco convincentes y los partidarios del general eran escasos, en 1958 ya había una buena parte de la población –campesinos, estudiantes, obreros, clase media y hasta una porción considerable de las élites económicas– involucrada en el respaldo a la oposición violenta".

"…Los historiadores cubanos han debatido durante medio siglo cuál fue la principal motivación de Fidel Castro al girar hacia el comunismo y aliarse a la Unión Soviética. No hay consenso sobre si aquella maniobra audaz, que creaba un campo de batalla de la guerra fría a unos kilómetros de Florida, fue resultado de una convicción ideológica, de un cálculo geopolítico, de una estrategia defensiva o una mezcla de estas tres opciones. Lo cierto es que aquel camino, en 1961, no era el único y que quienes lo tomaron no respondían a una demanda popular, a una presión desde las élites políticas o a una expansión de la hegemonía soviética –Moscú, como Washington, se hubiera conformado con una revolución a la mexicana–…".

"La elección del modelo comunista en Cuba fue, por tanto, un acto de voluntad, racional e indeterminado. Imaginar qué habría pasado si Fidel Castro y sus colaboradores más cercanos no hubieran elegido esa vía deja, entonces, de ser un tópico de la historia contrafactual y se convierte en un evento de la historia revolucionaria real. La mayoría de los líderes de la oposición y el exilio cubanos, en las dos primeras décadas del socialismo, es decir, de 1960 a 1980, por lo menos, pensaba que aquella revolución nacionalista y democrática, inscrita en la izquierda no comunista latinoamericana, era el curso natural que debió seguir la historia contemporánea de Cuba y que el giro al marxismo-leninismo era, en propiedad, una ruptura del consenso ideológico que había logrado la caída de Batista".

"De no haberse producido ese golpe de timón, la historia, ya no de Cuba, sino de América Latina y sus relaciones con Estados Unidos y Europa, habría sido distinta. La guerra fría no habría tenido un capítulo latinoamericano tan intenso sin la Cuba socialista. A pesar de los graves problemas sociales y económicos de la región, es difícil imaginar que se hubiera producido un choque frontal, tan costoso, como el de las izquierdas revolucionarias y las dictaduras militares. Ambos fenómenos, el de las guerrillas latinoamericanas y el de los regímenes autoritarios, en los años 60 y 70, son inconcebibles sin la radicalización de las izquierdas populistas que impulsa el socialismo habanero y sin la reacción contra la misma que encabezan las élites, los ejércitos y Washington".

"Sin un aliado de la Unión Soviética en el Caribe habría sido poco probable que la humanidad hubiera estado al borde de una tercera guerra mundial, esta vez atómica, en 1962, o que el Gobierno de Estados Unidos hubiera tenido que dar cobijo a cientos de miles de exiliados cubanos y a respaldarlos en sus intentos por retomar el hilo de aquella revolución originaria. Sin una Cuba soviética, seguramente, no habría habido embargo comercial, ni Ley de Ajuste Cubano, ni éxodo permanente hacia Florida, ni Alianza para el Progreso, ni una cultura y una política cubanoamericanas tan influyentes, ni un Miami hispano que es ya una zona de contacto entre las dos Américas".

"…En las ideas políticas y en la estrategia pública, las nuevas izquierdas latinoamericanas deben más a la revolución mexicana que a la cubana. Ninguna de esas izquierdas ha propuesto la estatalización de la economía, la creación de un partido único, la ilegitimidad de la oposición, la ausencia de libertades públicas o el enfrentamiento con Estados Unidos. Ninguna de esas izquierdas ha adoptado el marxismo-leninismo como ideología de Estado ni ha acomodado sus políticas educativas y culturales a una rígida filiación doctrinal. Sin embargo, los líderes de esas izquierdas, con el fin de satisfacer a los sectores más radicales que los apoyan y de marcar distancia con Washington, se presentan como herederos de la Revolución Cubana".

"…El socialismo cubano, con su partido único y su economía de Estado, no pertenece a la familia política de las nuevas izquierdas latinoamericanas sino a la vieja estirpe de los comunismos de Europa del Este. Si ese socialismo finalmente se decide a parecerse a sus izquierdas vecinas, entonces aquel pasado virtual se volverá real y Cuba dejará de ser una excepción latinoamericana".

Rafael Rojas, Foreign Policy, España
Diciembre de 2008

El legado cubano

"A finales de los 80, un relevante sociólogo cubano-americano, de regreso por primera vez a su país de origen, me confesaba: 'Yo creía que ustedes eran más rusos'. Acercarse al legado de la revolución requiere, al menos, quitarse esas lentes ahumadas, para poder mirar a la Cuba real, cubierta por una nube de interpretaciones y verdades aceptadas, que no se ha borrado. Detrás de esa frase sorprendente está una vieja idea, parte del legado con que se sigue mirando a Cuba: la revolución traicionada desviada de su camino verdadero por los Castro y Che Guevara, que supuestamente la entregaron a Moscú y a los viejos comunistas en 1960. Durante sus primeros treinta años de vida, sin embargo, el socialismo cubano sólo se vino a situar en paralelo con el soviético entre 1972 y 1985; antes y después, intentó un camino propio, que llegó incluso a criticar acerbamente aquellos otros socialismos".

"…¿Qué queda entonces de aquella épica revolucionaria donde surgieron los mitos vivientes de Fidel Castro y el Che, de las ideas de construir en paralelo el socialismo y el comunismo, el hombre nuevo, la sociedad de los iguales, 'crear dos, tres, muchos Vietnam'? La respuesta instantánea podría ser nada o muy poco. Pero las respuestas instantáneas son más bien propias de la televisión. Si se trata de ir al fondo de las cosas, lo primero es considerar que bajo el arco de épocas diversas, encrucijadas y turbulencias mundiales de estos 50 años, Cuba también ha cambiado y tiene menos que ver con la de 1960 que los propios Estados Unidos. La manera de pensar el sistema político y la democracia, así como la vida diaria en los últimos veinte años, ha evolucionado más en la isla que en España. Esta última fase de la transición cubana no empezó con la enfermedad de Castro, sino con las transformaciones de los primeros 90, sin las cuales no se puede entender nada, mucho menos el legado real de la revolución".

"La cuestión de fondo sería: ¿Qué representa hoy el socialismo para los cubanos? ¿Cuán lejos está de las ideas que inspiraron la revolución? Si no se formula como un ordenamiento político y económico específico e inmóvil, sino como un orden cívico de relaciones sociales, una cultura política, un sistema dirigido a lograr una sociedad más justa, la distancia no es tanta. Justicia social, equidad, independencia nacional, soberanía, desarrollo social, democracia popular, libertad, dignificación del ser humano, siguen siendo valores en los que creen una mayoría de los ciudadanos, viejos y jóvenes. Se dirá que en muchos lugares del mundo se comparten estos mismos ideales, que no son privativos de un pensamiento socialista ni de una herencia revolucionaria. La diferencia radica en que no sólo los cubanos de clase media urbana blanca, sino gran parte de la sociedad ha vivido muchas de estas aspiraciones como experiencias concretas o como expectativas. A pesar de la caída del nivel de vida y la insuficiente recuperación desde los 90, la posibilidad de que esos otros ideales no alcanzados plenamente sean algo más que enunciados de la Constitución no se les plantea como un asunto académico, sino como posible y necesario en sus vidas. Incluso los que se deciden a emigrar, están lejos de ser 'jóvenes sin ideales, sólo interesados en el consumo': la mayoría lleva consigo estos valores. Los que se quedan tienen el desafío de redefinir el orden socialista y renovarlo a fondo".

"¿En qué medida estos cubanos reales son diferentes a los de hace medio siglo? En su conjunto, son más educados, creen que por el mero hecho de haber nacido tienen derecho a toda clase de servicios sociales, a ser considerados iguales (sean mujeres, negros, pobres o campesinos), a reclamarle al Estado y a decir lo que piensan, a viajar al extranjero (incluso obreros). Han heredado un sentido común según el cual les toca ser felices, piensan con su cabeza y se quejan de casi todo. Gobernarlos es una tarea mucho más compleja que hace 50 años. En su naturaleza contradictoria, viva y cambiante, encarnan quizás mejor que ninguna otra cosa el legado de la revolución".

Rafael Hernández, Foreign Policy, España
Diciembre de 2008

Castrismo sin fronteras

"Dos de enero de 1959. El mundo se despierta con el triunfo de la Revolución Cubana. La toma de La Habana, la víspera, por un puñado de jóvenes barbudos ocupa las primeras planas de los periódicos. El acontecimiento llena de esperanza a una América Latina plagada de dictaduras. Cuba se convierte en símbolo de la libertad, reemplaza a Moscú como faro de la izquierda internacional y es fuente de inspiración para los movimientos de descolonización en África. Han pasado 50 años. La antigua Perla del Caribe, la patria de José Martí, es hoy la única dictadura en el continente americano y no logra dar de comer a sus 11 millones de habitantes, sumidos en la precariedad. Mientras los demás pueblos de la región se han liberado de los regímenes autoritarios y han progresado en el campo económico, Cuba se ha convertido en una amarga caricatura de sí misma, aunque para muchos no haya perdido su aura romántica".

"…La mayoría de los intelectuales latinoamericanos, comunistas o no, compartían entonces la alegría de los cubanos. Lo recordaba varios años después Mario Vargas Llosa: 'Por primera vez pensamos que la revolución era posible en nuestros países. Hasta entonces, había sido para nosotros una idea romántica y remota'. En 1971, Vargas Llosa y varios otros escritores, como Jean-Paul Sartre o Juan Goytisolo, romperían con la Revolución Cubana a raíz del encarcelamiento del poeta Heberto Padilla y de la deriva totalitaria del régimen. A diferencia de los gobiernos electos democráticamente, que se benefician a lo sumo de un año de gracia para cumplir sus promesas, Castro estuvo a salvo de las críticas de los intelectuales extranjeros durante más de una década. Casi ninguno de ellos denunció –y, sí, muchos las justificaron– las ejecuciones de cientos de colaboradores del antiguo régimen, condenados en juicios sumarísimos donde no se hacía la diferencia entre verdaderos matones y funcionarios sin relevancia. 'Seguiremos fusilando mientras sea necesario. Nuestra lucha es una lucha a muerte', había declarado el lugarteniente argentino de Castro, Ernesto Che Guevara".

"…Hicieran lo que hicieran sus dirigentes, la gesta cubana merecía ser defendida porque la izquierda latinoamericana, los nacionalistas y hasta la derecha europea –el dictador Franco y su ministro Fraga Iribarne– la percibían como una respuesta a la arrogancia de Washington, que privilegiaba el garrote en sus relaciones con los países al sur del río Bravo y no dudaba en mandar a los marines cuando sus intereses económicos peligraban. Había sed de libertad en todo el continente, especialmente entre las clases medias que empezaban a acceder a la Universidad. Y, sin embargo, esos mismos sectores apoyaban las medidas de represión de Fidel Castro contra las voces discordantes, incluido el confinamiento de miles de opositores, homosexuales o 'antisociales' en campos de trabajos forzados".

"…El derrumbe de la Unión Soviética en 1991 cambia todo. Durante diez años, el régimen cubano tiene que hacer frente a la pérdida de los enormes subsidios que Moscú le entregaba a cambio de su alianza contra Washington. La población sobrevive con dificultad y la desnutrición provoca epidemias insólitas, como la neuritis óptica. La tabla de salvación llegaría en 1999 con la victoria electoral de Hugo Chávez, gran admirador de Fidel Castro. A cambio del petróleo venezolano y de ayudas de todo tipo, Cuba manda a Caracas unos 30.000 médicos y enfermeras. Hace lo mismo con Bolivia, donde otro de los discípulos de Castro, Evo Morales, ha llegado al poder en 2006. Paga Venezuela".

"Los papeles están ahora invertidos: Cuba ha perdido toda capacidad de exportar su modelo socialista y se ha vuelto dependiente de América Latina, donde la economía de mercado se ha generalizado. Argentina, Brasil, Chile, Ecuador, Uruguay y algunos otros países donde La Habana apoyó movimientos de guerrilla tienen hoy gobiernos de izquierda elegidos en las urnas. Aunque no le deben su victoria a Fidel Castro, las izquierdas latinoamericanas mantienen una relación sentimental con la antigua capital de la revolución y exigen a sus líderes que actúen para evitar su colapso. Chávez se vuelca para propiciar el statu quo y presentarse como el heredero de Fidel. Otros, como el brasileño Lula da Silva, apuestan por el cambio con Raúl, sin decirlo públicamente, e impulsan la vía de la inversión productiva para facilitar una transición pacífica…".

Bertrand de la Grange, Foreign Policy, España
Diciembre de 2008


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