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Ataques, EEUU, Embajada

Crece el misterio de los ataques a diplomáticos en Cuba

Estados Unidos ha hecho hasta lo imposible por no acusar a La Habana de perpetrar los ataques

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El estruendoso ruido hizo que un diplomático estadounidense saltara de su cama en un hotel de La Habana. Se movió apenas unos metros y solo halló silencio. Volvió a la cama. De manera inexplicable, el agonizante sonido volvió. Parecía como si hubiera caminado a través de una pared invisible que atravesaba su habitación, informa The Associated Press.

Poco después se presentó la pérdida auditiva, y los problemas para hablar, síntomas similares y, a la vez, completamente distintos a los de otros afectados entre las al menos 21 víctimas estadounidenses de un sorprendente misterio internacional que se desarrolla en Cuba.

El líder de la diplomacia estadounidense los describió como “ataques contra la salud”.

Nuevos detalles a los que The Associated Press tuvo acceso indican que al menos algunos de los incidentes estaban limitados a espacios específicos, algunas veces dentro de una sola habitación, y con precisión laser, lo que ha causado confusión entre funcionarios estadounidenses que afirman que los hechos contradicen a la física.

“Nada de esto tiene una explicación razonable”, dijo Fulton Armstrong, un exfuncionario de la CIA que trabajó en La Habana mucho antes de que Estados Unidos reabriera su embajada en la capital de Cuba. “Es misterio tras misterio tras misterio”.

Inicialmente, las sospechas se centraron en los cubanos y un arma sónica. Sin embargo, los diagnósticos de daño cerebral leve, considerado como poco probable a causa del sonido, han provocado confusión en el FBI, el Departamento de Estado y las agencias de inteligencia estadounidenses involucradas en la investigación.

De acuerdo con varios funcionarios, algunas de las víctimas ahora tienen problemas para concentrarse o recordar palabras específicas, los más recientes indicios de daños más graves de lo que el gobierno federal estimó en un principio. Estados Unidos reconoció inicialmente los ataques en agosto, nueve meses después de que se reportaran los primeros síntomas.

Podría parecer material de novelas de ciencia ficción, asuntos de espías que no se han disipado por completo pese al histórico acercamiento entre Estados Unidos y Cuba de hace dos años que parecía haber enterrado la enemistad de la Guerra Fría.

Pero esto es Cuba: la tierra de los habanos envenenados, las conchas marinas explosivas y las trampas por parte de Washington y La Habana, en donde los actos de espionaje más inimaginables se han vuelto realidad.

El Gobierno del presidente Donald Trump aún no ha identificado a un culpable o un dispositivo que explique los ataques, de acuerdo con entrevistas con más de una decena de funcionarios federales, tanto retirados como en activo, de Estados Unidos y Cuba, así como de otras personas con conocimiento de la investigación. La mayoría de ellos no estaban autorizados para hablar sobre la pesquisa y exigieron el anonimato.

De hecho, prácticamente nada de lo que sucedió en La Habana está claro. Los investigadores han puesto a prueba varias teorías sobre un ataque intencional, sea por parte del Gobierno cubano, una facción disidente de sus fuerzas de seguridad, una tercera nación como Rusia, o una combinación de todas las anteriores. Sin embargo, han dejado abierta la posibilidad de una avanzada operación de espionaje que salió terriblemente mal, o de alguna otra explicación menos perversa.

Además de en sus casas, funcionarios dijeron que los estadounidenses fueron atacados en, por lo menos, un hotel, algo que no se había revelado previamente. Uno de los incidentes ocurrió en uno de los pisos superiores del recién remodelado Hotel Capri, una torre de concreto de 60 años de antigüedad a unos pasos del emblemático Malecón de La Habana.

Los casos varían mucho: distintos síntomas, diferentes relatos de lo sucedido. Es por eso que este acertijo es tan difícil de resolver.

En varios episodios relatados por los funcionarios estadounidenses, las víctimas sabían lo que sucedía en ese momento, y había indicios sólidos de un ataque sónico.

Algunos sintieron vibraciones, y escucharon ruidos —fuertes zumbidos o un agudo sonido similar al de los grillos o cigarras. Otros escucharon un sonido como de molino. Algunas de las víctimas despertaron con un zumbido en los oídos y se apresuraron a buscar el despertador, solo para darse cuenta que el ruido desaparecía una vez que se alejaban de la cama.

Los ataques parecían ocurrir por las noches. Varias víctimas reportaron que se presentaban en lapsos de hasta un minuto.

Sin embargo, otros no escucharon o sintieron nada, pero presentaron síntomas.

El alcance sigue creciendo. El martes, el Departamento de Estado reveló que los médicos han confirmado otros dos nuevos casos, por lo que el número de víctimas estadounidense llegó a 21. Algunos sufren de traumatismo cerebral leve, conocido como conmoción, otros sufrieron de pérdida auditiva permanente.

Ni siquiera los posibles motivos están claros. Los investigadores tienen dificultades para explicar por qué los canadienses también resultaron perjudicados, incluyendo algunos que reportaron hemorragia nasal. Menos de 10 residencias diplomáticas canadienses en Cuba resultaron afectadas, según un funcionario canadiense. A diferencia de Estados Unidos, Canadá ha mantenido durante décadas una estrecha relación con Cuba.

Expertos en salud y en sonido están confundidos por igual. Es posible emitir rayos sónicos hacia un objetivo y una localización en específico, pero las leyes de la acústica dejan entrever que un dispositivo así posiblemente sería demasiado grande y difícil de ocultar. Las autoridades señalan que no está claro si los efectos del dispositivo fueron concentrados en un lugar por diseño o debido a algún otro factor técnico.

Y ningún dispositivo sónico en particular parece explicar la extraña y diversa gama de respuestas físicas.

“Daño cerebral y conmociones, no es posible”, dijo Joseph Pompei, un ex investigador del MIT y experto en psicoacústica. “Alguien habría tenido que sumergir la cabeza en una piscina repleta de poderosos transductores ultrasónicos”.

Otros síntomas incluyen hinchazón cerebral, mareos, nausea, jaqueca severa, problemas de equilibrio y prolongado zumbido en los oídos. Muchas de las víctimas han mostrado mejoría desde que dejaron Cuba y sufrieron solo síntomas menores o temporales.

Después de que Estados Unidos se quejó con el gobierno cubano a principios de este año y de que Canadá detectó sus propios casos, el FBI y la Real Policía Montada de Canadá viajaron a La Habana para realizar investigaciones.

Investigadores del FBI inspeccionaron habitaciones en busca de dispositivos. No encontraron nada, de acuerdo con varios funcionarios con conocimiento de la pesquisa.

En mayo, Washington expulsó a dos diplomáticos cubanos en protesta por la falta de protección del gobierno comunista a los estadounidenses que trabajan en la Isla. Pero Estados Unidos ha hecho hasta lo imposible por no acusar a La Habana de perpetrar los ataques. Los investigadores creen que es una señal de que incluso si las fuerzas de seguridad de Cuba están involucradas, las órdenes no vinieron necesariamente desde lo más alto.

El Gobierno cubano se negó a responder preguntas específicas sobre los incidentes, y refirió a un comunicado previo del Ministerio de Relaciones Exteriores en el que se niega cualquier participación, promete total cooperación y afirma que trata la situación con “la mayor importancia”.

“Cuba jamás ha permitido ni permitirá que el territorio cubano sea utilizado para cualquier acción en contra de funcionarios diplomáticos acreditados ni sus familiares, sin excepción”, se lee en el comunicado cubano.

Después de medio siglo de distanciamiento entre las dos naciones que se encuentran separadas por apenas 145 kilómetros (90 millas) de agua, Estados Unidos y Cuba restauraron relaciones diplomáticas en 2015. Se reabrieron embajadas y se atenuaron las restricciones comerciales y de viaje. El presidente Trump ha revertido algunos de esos cambios, pero mantuvo muchos otros.

Mark Feierstein, quien estuvo al frente del descongelamiento con Cuba en el Consejo de Seguridad Nacional del presidente Barack Obama, resaltó que las autoridades cubanas han sido inusualmente cooperativas con la investigación.

Si el Gobierno de Trump estuviera confiado en que el gobierno de Raúl Castro es el responsable, lo más probable es que Estados Unidos ya hubiera tomado algunas medidas punitivas, como el cierre de la recién reestablecida embajada en La Habana. Y Estados Unidos no ha cesado de enviar nuevos diplomáticos a Cuba, incluso cuando la lista de víctimas sigue en aumento.

“Si hubieran pensado que el Gobierno cubano atacaba deliberadamente a los diplomáticos estadounidenses, eso habría tenido un efecto mucho más negativo”, dijo Feierstein. “Aún no hemos visto eso”.


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