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Estados Unidos, Migración, Obama

El muro, también para los cubanos

En una medida sorpresiva, el presidente Barack Obama pone fin a la excepcionalidad cubana en términos migratorios

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Durante décadas los gobiernos norteamericanos le hicieron creer a los exiliados cubanos que eran únicos. En parte lo fueron y también en parte aún lo son. Pero desde hace también años se han multiplicado las campañas para demostrarles que en muchos sentidos han dejado de serlo. Fueron dos presidentes demócratas —primero Bill Clinton y luego Barack Obama— quienes más ha influido para devolver a los cubanos al cauce normal a cualquier latinoamericano o caribeño que llega a Estados Unidos. Clinton con la devolución a Cuba del niño balsero Elián González —en cumplimiento de las leyes estadounidenses—, pero sobre todo con la política de pies secos/pies mojados. Ahora Obama acaba de culminar lo iniciado por Clinton, y para añadir “insulto al agravio” lo ha hecho apenas una semana antes de su partida de la Casa Blanca. La medida entra en vigor de inmediato.

Más que la interrogante “¿por qué lo ha hecho?”, cabe otra pregunta: “¿por qué ahora?”, y la respuesta parece sencilla: para culminar, de forma lógica, el camino emprendido el 17 de diciembre de 2014. Para culminarlo de acuerdo al término de su mandato cabría agregar.

¿Por qué no lo hizo antes? La primera respuesta podría considerarse en clave electoral, y decir que la demora tuvo como objetivo no perjudicar la fallida campaña electoral hacia la presidencia de Hillary Clinton. Pero en este caso ese objetivo único tuvo un alcance muy limitado —no brindarle una munición adicional al exilio cubano republicano— y permitir que ese sector de la comunidad cubana continuara decantándose en contra de la llegada de nuevos inmigrantes. Hoy los republicanos y ese mismo sector del exilio podrán lanzarse a repetir de que se trata del último regalo de Obama al régimen de La Habana, pero en su fuero interno deben sentirse aliviados de que su enemigo durante ochos años, en su adiós les facilite el camino.

Porque si las medidas anunciadas por Obama son un regalo a Raúl Castro, también resultan, en parte, una dádiva al senador Marco Rubio y el representante Carlos Curbelo, ambos republicanos.

Obama, tan acusado en estos días de hacer todo lo posible por entorpecerle el terreno a Donald Trump, por una vez se lo ha facilitado. ¿No habían aparecido en la prensa declaraciones de partidarios y miembros de su campaña de que el presidente electo pondría fin a la política de “pies secos/pies mojados”? ¿No ha sido el tema anti-inmigrante el puntal de la plataforma política del magnate, desde el primer día?

Así que aquí resulta difícil definir la decisión de Obama bajo un prisma exclusivamente partidista, y hay que verla como un paso necesario dentro de una política de normalización en las relaciones entre Washington y La Habana.

Política de normalización que algunos apuestan será interrumpida bajo la nueva administración, pero que con esta decisión de última hora vuelve a quedar a las claras las dificultades para un retroceso completo.

“Al dar este paso, estamos tratando a los emigrantes cubanos de la misma manera que tratamos a los migrantes de otros países”, dijo el presidente Obama en un comunicado. Y aquí radica la clave. Los cubanos, por primera vez en décadas, podrían a pasar a integrar las filas de los “indocumentados”, “sin papeles”, “ilegales” o cualquier otro de los nombres —algunos eufemísticos, otros descarnados— con los que se señalan a los logran entrar sin autorización a Estados Unidos. Entrada que el próximo Gobierno de Trump continúa empeñada en señalar que será sumamente imposible difícil sino imposible. El muro será también, para los cubanos.

Más allá de la derogación de la política pies secos/pies mojados, la consecuencia más importante es que a los emigrantes cubanos provenientes de América Latina ya no se les dará automáticamente el permiso para quedarse y ser elegibles para la residencia legal permanente al año y un día de su llegada, según dispone la Ley de Ajuste Cubano de 1966.

Por lo demás, hay aspectos del acuerdo, entre los gobiernos de EEUU y Cuba, que simplemente reiteran lo ya existente.

“El Gobierno cubano ha acordado aceptar el regreso de los nacionales cubanos que han sido expulsados, al igual que ha aceptado el retorno de los inmigrantes interceptados en el mar”, añade el comunicado. En este punto no hay nada nuevo.

El programa de reunificación familiar, el compromiso de emitir 20.000 visas de inmigrantes anuales y la posibilidad de solicitar asilo se mantienen. Aquí tampoco

Pero al mismo tiempo el Gobierno de la Isla se compromete a recibir a individuos en una lista de 2.746 cubanos calificados de inadmisibles tras el éxodo del Mariel y a recibir a otros que no aparecían originalmente en la lista pero que emigraron en ese periodo y cometieron crímenes. Adicionalmente, el gobierno de la Isla aceptará otros cubanos considerados “deportables” fuera de este acuerdo, tras un análisis “caso a caso”, de acuerdo a la información publicada en el Nuevo Herald. Y aquí sí hay un paso de avance en la cooperación en asuntos migratorios entre ambos gobiernos

El acuerdo, que ha resultado sorpresivo precisamente por producirse en los últimos días del mandato de Obama, tendrá dos repercusiones inmediatas.

Una será política, y en el exilio republicano se enfatizarán los aspectos que podrían catalogarse de “regalo a Castro”, como la eliminación del Programa de Parole Profesional para Médicos Cubanos, que daba visas a los profesionales cubanos de la salud enviados a trabajar a otros países, y que fue establecido por el expresidente George W. Bush en 2006.

Pero en lo fundamental la decisión de Obama se mantendrá en pie, en lo que respecta a cerrar “la puerta abierta”, de forma indiscriminada, a todo cubano que busca huir de la Isla. Por supuesto durante los próximos días se escucharán pronunciamientos en Miami en contra de la medida y brotarán con fuerza —aún más si es posible— los comentarios de rechazo al presidente saliente. Cabe esperar que incluso surjan declaraciones de “modificar” —disfrazado incluso con frases de “anular”— lo anunciado por Obama, pero a la larga se enfatizará el hecho de que la entrada debe obedecer a “motivos políticos” y aquí todo se volverá pura retórica partidista.

En resumidas cuentas, la Ley de Ajuste Cubano solo puede ser eliminada por el Congreso, pero si “pies secos/pies mojados” fue un primer paso en establecer límites a dicha ley, con la decisión del jueves la tarea por disminuir su alcance ha logrado, entre otros objetivos, en colocarla a las puertas de una discusión en el Congreso que vienen intentándose desde tiempo atrás, precisamente por legisladores republicanos.

No por gusto, según explicó el asesor de seguridad nacional Ben Rhodes en una llamada con reporteros, la discusión sobre la permanencia del ajuste ha sido motivo de comentarios entre los legisladores republicanos de origen cubano. De hecho, Rhodes comentó a los periodistas que la preocupación de algunos congresistas y la presentación de proyectos de ley para modificar la Ley de Ajuste Cubano, así como la obtención de beneficios a partir de ella, le dieron “ímpetu” a la administración para realizar el cambio, de acuerdo al Nuevo Herald.

Por uno de esos giros sorpresivos, que no abolirá el azar político, el demócrata Rhodes adopta la óptica republicana que por décadas ha imperado en Miami sobre los medios para llevar la democracia a la Isla: “Es importante que Cuba siga manteniendo una población de jóvenes y dinámica, que claramente están actuando como agentes de cambio”. Es decir, cerrar la válvula de escape para aumentar la presión interna.

Y al final se impondrán las cifras. Según informes de la Guardia Costera. Más de 40 mil cubanos llegaron a EEUU en 2015. Este mismo año, entraron a EEUU un total de 1.663 profesionales cubanos de la salud. El aumento de la llegada de cubanos a suelo estadounidense, que CUBAENCUENTRO viene señalando reiteradamente, ha sido el catalizador de un acuerdo que se veía venir desde que el Gobierno cubano modificó sus normas migratorias.

Un acuerdo se cumple en su totalidad, y por supuesto que La Habana no va a permitir el regreso de los “deportables” si se restablece el parole a los profesionales de la salud.

Así que todo apunta hacia el final definitivo de la excepcionalidad cubana, en este caso acompañado de una de las tantas paradojas que siempre rodea al caso cubano, y que podría resumirse en una fórmula simple: Trump te lo prometió, pero antes Obama te lo cumplió.


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