Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Nuclear, Abe, Japón

Fidel Castro, Japón y las armas nucleares

Si el primer ministro de Japón viajó a Cuba para buscar un mediador en su búsqueda de “nuevos medios” para detener la amenaza de Corea del Norte, eligió mal el lugar

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El primer ministro de Japón, Shinzo Abe, se reunió el jueves con el gobernante Raúl Castro y conversó con su hermano, el líder histórico Fidel Castro, sobre la eliminación de las armas nucleares, en el marco de una visita a la Isla para relanzar los nexos bilaterales, informa la AFP.

“En un diálogo franco”, Abe y Fidel Castro “intercambiaron sobre las complejidades y los peligros que vive el mundo y la necesidad de fortalecer los esfuerzos dirigidos hacia la eliminación de las armas nucleares y la preservación de la paz”, señaló un comunicado oficial leído en el noticiero de televisión.

El miércoles, al intervenir en la Asamblea General de la ONU, el primer ministro japonés afirmó que el mundo debe encontrar “nuevos medios” para detener la amenaza de Corea del Norte, luego de los ensayos nucleares y de misiles por parte del régimen de Pyongyang.

Cuba es uno de los pocos países que mantiene vínculos cercanos con Corea del Norte.

En dos ocasiones la amenaza de una guerra nuclear ha tenido como protagonista a Cuba. En una el peligro fue concreto y cercano y es muy conocido. En la otra se mantuvo latente, aunque también podría haber ocurrido una catástrofe.

El primer fue durante la famosa Crisis de los Misiles, y por conocido el hecho no se hará referencia aquí. El segundo ocurrió en África.

“Sudáfrica disponía sin embargo de siete armas nucleares que el gobierno de Reagan les suministró. Adivinamos, por determinados elementos de juicio, que podían poseerlas; colocamos cargas explosivas en la cortina de una importante presa dentro de Angola construida por los colonialistas portugueses casi en los límites de la frontera con Namibia, próxima a las posiciones principales del Ejército sudafricano en ese país. Previendo que llegaran a emplear aquellas armas contra las tropas cubanas y angolanas, estas fueron convenientemente desplegadas para enfrentar un eventual ataque de ese tipo. No existía nada capaz de superar el heroísmo desinteresado de los combatientes internacionalistas decididos a liquidar el apartheid”, escribió Fidel Castro en una de sus Reflexiones, el 14 de octubre de 2008.

De acuerdo a este texto, la guerra de Angola fue la segunda ocasión en que Cuba

estuvo envuelta en un conflicto que podría haber desencadenado una hecatombe nuclear. No hay comparación entre la Crisis de Octubre y la Guerra de Angola en cuanto a la dimensión y las implicaciones del diferendo, pero ambas tienen en común que muestran que el gobierno cubano, con Fidel Castro al frente, no estaba dispuesto a detenerse frente a una amenaza de ataque nuclear, al menos de acuerdo a este y otros testimonios similares.

Al mismo tiempo que Castro no se detuvo ante la posibilidad de un conflicto que implicara armamento nuclear, tampoco tomó las medidas adecuadas para proteger a la tropa cubana.

“La verdad es que no contábamos con mucho para contrarrestar armamento nuclear alguno, desde el punto de vista de protección humana, a no ser los refugios soterrados que en algunos lugares, como por ejemplo el Regimiento de Helicópteros de Huambo, donde todos vivíamos bajo tierra.

Muchos campamentos cubanos tenían esta característica en 1988. Ahora bien. El arma atómica es totalmente diferente a lo que usualmente estamos habituados, puesto que deja un área de radioactividad en el lugar del epicentro de la explosión y una estela a favor del viento que en dependencia de las variaciones de éste, también puede variar. En el mejor de los casos si nos sorprendía en el refugio, no teníamos medios para determinar la radioactividad existente en la superficie, ni medios de protección etc. En fin, son muchas variantes. No estábamos preparados para esa contingencia”, según el blog Cuba en sucesión, de Mario Armando Riva Morales, quien, como miembro de las Fuerzas Armadas (piloto de helicópteros), participó en tres misiones africanas.

En realidad, la posibilidad de utilizar un arma nuclear durante el conflicto siempre estuvo presente, pero alejada. Tampoco los sudafricanos contaban con una preparación adecuada al respecto y solo si la guerra se hubiera extendido al interior de su territorio nacional, pero la cuestión puede resumirse en dos puntos: no detenerse ante la contingencia y tampoco tomar en consideración la incapacidad del ejercito propio para enfrentar el peligro. En Angola como durante la Crisis de Octubre, ambos aspectos están presentes y la actuación de Fidel Castro es similar. Solo que con una gran diferencia: mientras que en la negociación en octubre de 1962 lo deja fuera de las conversaciones —aunque en última instancia sale beneficiado por las conclusiones, que garantizan su supervivencia—, en África lograr imponerse y su estrategia resulta victoriosa: sabía que además de las limitaciones existentes en las propias fuerzas sudafricanas, la presión internacional, y especialmente desde Washington, hacía muy difícil que Sudáfrica se decidiera por la opción nuclear.

Si es cierto, como se ha aventurado en la prensa internacional, que el primer ministro japonés viajó a la Isla, entre otras razones, para buscar un mediador respecto a la posibilidad creciente de una amenaza nuclear por parte de Corea del Norte, su elección de Cuba en este sentido es, al menos cuestionable. No hay, por otra parte, que subestimar la capacidad nipona, ni la tentación que puedan ejercer con su poderío económicos, pero hay más afinidades entre La Habana y Pyongyang que en relación a Tokio.

Los japoneses, por su parte, no se han mostrado especialmente generosos durante la visita, y más allá de la habitual pompa y circunstancia, el reordenamiento de la deuda no equivale a un perdón. Que se incremente el comercio con Japón tras el acuerdo y el viaje de Abe no supone más que la superación de la caída en que estaba sumergido el comercio entre ambas naciones luego de los impagos y la crisis económica en la Isla tras el fin de la URSS, pero de momento poco cabe esperar de que el Gobierno cubano comience a jugar un papel fundamental de mediador entre Japón y Corea del Norte, y mucho menos confiar en ver a los anaqueles cubanos llenos de artículos japoneses.


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