Actualizado: 17/04/2024 23:20
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Mercado negro, Economía

Indetenible el pujante mercado negro

Mientras el mercado negro en los países desarrollados puede estar dominado por las drogas, los DVD de contrabando y la prostitución, en Cuba abarca literalmente todo

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¿Quiere un chorizo con pimentón? ¿Qué tal un pedazo de mozzarella de leche de búfalo? O quizás busca algo más precioso, como un aire acondicionado importado o algunos habanos enrollados a mano a una fracción del precio oficial.

En un país marxista donde virtualmente toda la actividad económica está regulada, y donde los supermercados y las tiendas permanecen desabastecidos de productos básicos como el azúcar, los huevos y el papel higiénico, se puede conseguir casi todo en el próspero mercado negro de Cuba —si tiene un “amigo” o el número telefónico adecuado.

Una serie de cambios económicos introducidos durante el año pasado por el gobernante Raúl Castro, incluyendo el derecho a trabajar por cuenta propia en 178 empleos aprobados, ha sido descrito como una amplia apertura para el espíritu empresarial, en una isla de 11 millones de personas donde el estado emplea a más de cuatro de cada cinco trabajadores y controla virtualmente todos los medios de producción.

En realidad, muchos de los nuevos empleos, que van desde el vendedor de comida al fotógrafo de bodas, del manicurista al trabajador de la construcción, han existido durante años en la economía informal, y muchos de los que buscan licencias de trabajo ya ofrecen los mismos servicios por debajo de la mesa.

Y mientras el mercado negro en los países desarrollados puede estar dominado por las drogas, los DVD de contrabando y la prostitución, en Cuba abarca literalmente todo. Un hombre maneja diariamente su auto hacia La Habana con salchichas hechas a mano bajo el asiento del pasajero. Una mujer vende minifaldas apretadas de spandex y blusas de diseños chillones detrás de una cortina de flores en su destartalado apartamento.

Los economistas, y los cubanos de a pie, dicen que casi todos en la Isla dependen de él.

“Todo el que tenga un trabajo roba algo”, dijo Marki, un fumador empedernido de 44 años que es especialista en transporte. “El muchacho que trabaja en la industria del azúcar roba azúcar para poder revenderla. La mujer que trabaja en textiles roba hilo para poder hacer sus propias ropas”.

Marki se gana la vida como una “mula”, al vender en tres tiendas clandestinas en La Habana ropa traída de Europa, y ha cumplido tiempo en prisión por sus actividades. Como varias de las personas entrevistadas para este artículo, estuvo de acuerdo en hablar a condición de que no se le identificara por temor a confrontar problemas con las autoridades.

Las mercancías fluyen en el mercado informal procedentes del extranjero, pero también de los bienes que desaparecen en bolsillos, mochilas e incluso camiones de los almacenes, fábricas, supermercados y oficinas del estado.

No hay estadísticas oficiales del Gobierno sobre cuánto se roba cada año, aunque los robos menores se denuncian rutinariamente en la prensa oficial. El 21 de junio, el diario del partido comunista, Granma, informó que los esfuerzos para detener los robos en las empresas estatales en la capital han “dado un paso atrás” en meses recientes. El periódico culpó a los administradores por falta de supervisión después de un aumento inicial de cumplimiento con las exhortaciones de Castro para detener los hurtos.

“Los actos delictivos y de corrupción han aumentado debido a la falta de control interno”, dijo el diario.

Un extenso estudio en 2005 del economista canadiense Archibald Ritter examinó las muchas formas en que los cubanos incrementan sus salarios de apenas $ 20 al mes por medio del comercio ilegal —desde una mujer que vende espagueti robado de puerta en puerta, a un cantinero en un centro turístico que sustituye el ron de alta calidad con su propia bebida alcohólica, a un reparador de bicicletas que vende las piezas de repuesto que saca por la puerta trasera. Ritter y otros que estudian la economía cubana dicen que es imposible estimar el valor del dólar en el mercado negro.

“Se puede probablemente decir que el 95 % o más de la población participa en la economía subterránea en una forma u otra. Está tremendamente difundida”, aseveró Ritter, quien trabaja como profesor en la Universidad Carlton en Ottawa. “Robarle al Estado es, para los cubanos, como traer leña del bosque o recoger moras en un terreno de nadie. Se considera propiedad pública, que de otra forma no se usaría en forma productiva, así que ellos se ayudan a sí mismos”.

Los cubanos tienen incluso un término para obtener las cosas que necesitan, legal o ilegalmente: “resolver”. Durante décadas, ha tenido sus connotaciones negativas y ahora se toma como una necesidad para sobrevivir.

“El acudir al mercado negro y al sector informal para casi todo es tan común que se ha convertido en la norma, con poco o ningún pensamiento de legalidad o moral”, dijo Ted Henken, un profesor en el College Baruch de Nueva York que se ha pasado años estudiando la economía cubana. “Cuando las opciones legales son limitadas o no existen, entonces todo el mundo incumple la ley, y cuando todos incumplen la ley, ésta pierde su legitimidad y esencialmente deja de existir”.

Sin embargo, hay pruebas de que Castro está persuadiendo a al menos algunos de los operadores del mercado negro a cumplir con las reglas y pagar los impuestos.

En los últimos siete meses, más de 220.000 cubanos han recibido licencias para trabajar por cuenta propia, uniéndose a unos 100.000 que han trabajo legalmente de forma independiente desde la década de 1990. De esos, un 68 % eran oficialmente “desempleados” cuando recibieron su licencia, un 16 % tenía un trabajo estatal y otro 16 % se definieron como “retirados”, de acuerdo con las estadísticas en el sitio web gubernamental Cubadebate.

Muchas de estas personas sin empleo y nominalmente retiradas trataban de llegar a fin de mes trabajando en el mercado informal, e incluso los ex trabajadores gubernamentales estaban probablemente conectados de una forma u otra.

“Se tiene que encontrar una forma para sobrevivir”, dijo Manuel Rodríguez, el ex jefe del centro médico para niños con discapacidades de la provincia de Cienfuegos. Rodríguez dijo que su libreta de racionamiento mensual, más el pobre salario de su mujer, solo cubren dos semanas de alimentos. “Me senté un día en el parque y pensé: ¿qué puedo hacer?”

Entonces comenzó a montar en bicicleta los domingos por la ciudad, rentando DVD de contrabando con las últimas películas de Hollywood que otros han bajado de Internet. Rodríguez, quien se mudó en 2009 a Miami, defendió su decisión de pasar al mercado negro para traer comida a su mesa.

“No estaba haciéndole daño a nadie”, aseguró. “No es pornografía. No es drogas”.

En realidad, la venta y renta de DVD piratas es ahora uno de los 178 empleos que se pueden hacer legalmente en Cuba, que ignora los derechos de propiedad intelectual de EEUU en respuesta al embargo económico de 49 años de Washington.

Los nuevos poseedores de licencias se quejan de que los impuestos y pagos a la seguridad social pueden estar muy por encima del 50 % de sus ventas, las materias primas son difíciles de adquirir porque no hay un mercado de ventas al por mayor y las promesas del Gobierno para suministrar créditos de los bancos y espacios para los vendedores al por menor se han implementado con lentitud.

Pero muchos dicen que aprovecharon de todas formas la oportunidad de pasar a la legitimidad, cansados de estar siempre mirando a su espalda.

“Comenzamos de forma ilegal, hace años, pero cuando comenzaron a dar las licencias obtuvimos una porque significa paz mental”, dijo Odalis Losano, una madre soltera de 46 años que obtuvo en diciembre una licencia para vender almuerzos que ella prepara en la cocina de su casa. “Ahora no tenemos que temer a la policía o los inspectores”.

Paradójicamente, la expansión de un mercado legal puede aumentar el tamaño del mercado negro, particularmente para los bienes y servicios que necesitan los nuevos empresarios para sobrevivir. Las pizzerías recién legalizadas deben tener un suministro constante de queso, harina y pasta de tomate, los empleados por cuenta propia de la construcción deben tener materiales de construcción, las manicuristas tienen que encontrar el esmalte de uñas.

Uno que se ha beneficiado de la apertura económica legal, aunque ilegalmente, es Roberto, quien usa recipientes robados de CO2 para hacer bebidas carbonatadas para vender a los cafés populares privados que han abierto por toda La Habana. Cobra solo 7 pesos (28 centavos de dólar) por una botella de 1,5 litros, una sexta parte de lo que cuesta en el supermercado una botella de gaseosa hecha por el Estado.

“Este negocio no es totalmente legal”, dijo Roberto. “No puedo obtener una licencia para ello porque el estado no me venderá el CO2. Necesito adquirirlo en el mercado negro”.

Y también hay muchas actividades que tienen que permanecer ocultas por naturaleza bajo el controlado sistema cubano.

Internet está estrictamente bajo control en Cuba, así que los que venden tiempo en cuentas que pertenecen a médicos, profesores y técnicos de computadora lo hacen de forma oculta. El Gobierno mantiene un monopolio en el más típico de los productos cubanos, el habano, obligando a los cientos de fábricas clandestinas a mantenerse así.

Igualmente se encuentra regulada la venta de oro, así que los que lo funden para dentaduras no van a recibir pronto una licencia.

“Incluso si legalizaran este negocio no valdría la pena obtener una licencia”, dijo una persona que lo hace a condición de anonimato por miedo de represalias por parte del Estado. En su caso, cobra hasta $ 40 por diente, usando oro derretido de joyas y baratijas que compra a suministradores secretos. “Ellos podrían regularlo tanto que sería imposible obtener el oro y los otros materiales que necesito. Las autoridades me molestarían tanto que sería peor que lo que hago de forma oculta.

Marki, la “mula”, dijo que abriría con gusto una boutique de ropas importadas si los dirigentes de la Isla cambian alguna vez la economía marxista por el capitalismo. Hasta entonces, agregó, él y muchos de sus compatriotas vivirán y trabajarán al margen de la ley —y ninguna cantidad de multas, detenciones o tiempo en la cárcel lo disuadirán de ello.

“La mitad de Cuba vive del mercado negro”, dijo Marki con una sonrisa. “Y la otra mitad depende de él. Para mí, es algo indetenible”.


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