¿“No Castro no problem”, otra vez?
Transición en Cuba no comenzará hasta muerte de Fidel Castro, según expertos en Madrid
El liderazgo “bastante limitado” del gobernante cubano Raúl Castro hace que una transición en el país no pueda comenzar hasta que fallezca su hermano y exmandatario Fidel Castro, explicaron en Madrid expertos en política internacional, informa la agencia Efe.
“La verdadera transición cubana comenzará con la muerte física de Fidel Castro. La muerte física del líder histórico es lo que va a detonar un cambio sin máscaras”, argumentó el profesor-investigador cubano de Ciencia Política de la Universidad Iberoamericana de México, Carlos Manuel Rodríguez Arechavaleta.
En el debate “Escenarios posibles del futuro cubano” organizado por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) en Casa de América de Madrid, Rodríguez destacó la intención de Raúl Castro de “cambiar, en un primer lugar, la concepción económica” del país, algo que constituye un “elemento alentador”.
La profesora alemana de Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Madrid, Susanne Gratius, destacó además el papel del actual gobernante en el cambio de un “régimen más totalitario” a un “autoritarismo militar” que se ha producido en el país, aunque reconoció que le falta el “liderazgo carismático” de Fidel.
“En el fondo, en Cuba no hay un problema económico, sino un problema político”, dijo Gratius, a lo que añadió que los cambios y “un cambio presidencial antes de 2018” están “en la agenda” del Gobierno cubano.
“Se van a realizar bastantes cambios y reformas políticas e institucionales. (Raúl Castro) va a entregar el poder”, aventuró la profesora.
Estos cambios, sin embargo, deben realizarse progresivamente y sin influencias exteriores, argumentó el director del Observatorio de Política Exterior de la Fundación Alternativas, Vicente Palacio.
“Los actores externos tienen claro que este es un asunto de los cubanos. Aquí ya no vale interferir, precisamente por no provocar el efecto contrario al deseado. La injerencia ya no funciona”, explicó.
Los factores externos, como el reinicio de las relaciones institucionales entre la isla y Estados Unidos, o el acuerdo firmado entre la Unión Europea (UE) y el país caribeño en marzo de este año, tienen que actuar “paso a paso”, de manera que se puedan “acompasar las reformas políticas a las económicas”, según Palacio.
Gratius cree que esta “lentitud” en las reformas se hace para “mantener la estabilidad de este régimen autoritario”.
Si el Partido Comunista de Cuba (PCC) se debilita, expuso Rodríguez, la transición será “más desordenada y caótica”.
Por tanto, añadió, “el escenario más previsible para evitar el caos sería un gobierno burocrático autoritario, formado, en el plazo inmediato, por militares de confianza” de Raúl Castro.
La tesis de la necesidad de la muerte de Fidel Castro para que se inicie un proceso de cambio político en Cuba no es novedosa entre los académicos. En noviembre de 2009, y precisamente en Madrid el profesor Jorge Domínguez señalaba que el futuro a medio plazo de Cuba dependía ''de si Fidel Castro vive o no'', pues su mensaje —en contraste con los pequeños progresos que ya entonces había propiciado su hermano Raúl Castro— era ''cambiemos lo menos posible'', según también una nota de la agencia Efe de aquella fecha.
En una entrevista con Efe en la capital española, donde asistía a la Conferencia Anual del Club de Madrid, Domínguez expresaba que las medidas progresistas se darían ''a paso de tortuga, mientras que con Raúl se aceleraría el proceso de cambios''.
Cuba y Estados Unidos viven “una nueva etapa” en la que se aprecia un “cambio retórico”, expresó entonces Domínguez. “Ya no hay una lectura cotidiana de insultos desde ambas partes; los dos países tienen un nuevo comportamiento en el que han bajado el tono y en el que hay también una gama amplia de pasos menores”.
Si bien Domínguez acertaba con la existencia de un cambio en la retórica, que años más tarde culminaría en la política de acercamiento total, se sumaba a la corriente de pensamiento que considera a Fidel Castro como la “retranca” fundamental para el inicio de un cambio político en Cuba. Este concepto viene a repetir la conocida dualidad del “policía bueno, policía malo”, con cada hermano colocado en uno de los extremos.
Para Domínguez, ya entonces se habían dado algunos pasos en “muchas cositas”, como el permiso estadounidense para que los cubanos residentes viajen a la Isla —“que el gobierno de Cuba permite”—, o las discusiones sobre asuntos migratorios.
Vistas tales afirmaciones en la actualidad, lo que Domínguez llama eufemísticamente “cositas” son actualmente pasos sustanciales en los terrenos indicados por el profesor y otros nuevos, pero ninguno de ellos se ha traducido en un indicio apenas de transformación política. Más bien podría afirmarse que el régimen de La Habana ha logrado acomodarlos con éxito en su sistema. Todos esos cambios se han producido sin la interferencia de Fidel Castro o con su aprobación tácita. Es por ello que la afirmación ahora, del también profesor Rodríguez Arechavaleta, de que la muerte de Fidel Castro —no el fin del gobierno de ambos hermanos, ya sea por fallecimiento u otro impedimento para seguir en el poder— va a “detonar un cambio sin máscaras” requiere de un gran candor, para al menos mirarla con un mínimo de ilusión.
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