Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Un informe periodístico pone en duda el hallazgo de los restos del Che

Los autores señalan como clave de la falsedad, además de los testimonios recabados, el incumplimiento del anuncio de que se practicaría a los restos una prueba de ADN.

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El hallazgo de los restos del Che Guevara en Bolivia en 1997 fue un montaje organizado por el gobierno de Fidel Castro para distraer la atención de la población sobre la grave crisis que vivía la Isla, según una investigación publicada por la revista hispano-mexicana Letras Libres, infomó EFE.

De acuerdo con la investigación, la operación para hallar los restos del Che en Vallegrande (Bolivia) —adonde fue trasladado tras ser capturado y ejecutado en 1967 por tropas bolivianas— fue ordenada por Castro cuando su régimen "atravesaba por sus peores momentos", para "distraer al pueblo de sus apremiantes penurias" y "relanzar la mística revolucionaria".

Los periodistas Maite Rico y Bertrand de La Grange, ex corresponsales en América Latina de los diarios El País (Madrid) y Le Monde (París), firman el reportaje de Letras Libres, una revista cultural dirigida por el historiador mexicano Enrique Krauze.

Para Rico y De La Grange, el plan consistía en enviar un equipo a Bolivia y llevar a Cuba los restos antes de octubre, cuando se conmemoraba el 30 aniversario de la muerte del Che, para depositarlos en el mausoleo que se erigía en su honor en Santa Clara, la ciudad liberada por Guevara en 1958.

Según la versión oficial, el cadáver del Che fue hallado en 1997 en una fosa común en el aeropuerto de Vallegrande y, tras su identificación en el Hospital Japonés de Santa Cruz (Bolivia), trasladado a Cuba.

El equipo enviado por el gobierno cubano incluía, de acuerdo con el informe de Letras Libres, a tres ingenieros geofísicos, un antropólogo forense, un arqueólogo y una historiadora, bajo la dirección del director del Instituto de Medicina Legal de La Habana, Jorge González.

"¿De qué iba a servir tanta gente experta y tantos georadares y detectores de magnetismo si al Che lo habían incinerado los militares y esparcido sus cenizas por la selva, como todo el mundo sabía?", se preguntan los autores del reportaje.

El hallazgo fue refrendado por un equipo forense argentino, lo que le dio mayor verosimilitud, afirman Rico y De La Grange. Los periodistas señalan "la sospechosa complicidad de la comisión nombrada por el gobierno de Bolivia para supervisar la operación", encabezada por un hombre elegido por el entonces presidente boliviano Gonzalo Sánchez de Lozada, Franklin Anaya, ex embajador en La Habana.

La identificación del Che, según se explicó entonces, se basó en que el esqueleto carecía de las manos, que le habían sido amputadas por el Ejército, en las características del cráneo y en los restos dentales.

Además, según los forenses, "se habían encontrado pruebas contundentes en la fosa, en particular un cinturón y una chamarra verde, idénticos a los que portaba cuando su cadáver fue expuesto en la lavandería del hospital Señor de Malta".

Pero todas esas evidencias, dicen Rico y De La Grange, son falsas.

"Hay un consenso entre los militares sobre un punto clave: incinerados o no, sus restos fueron sepultados en solitario, en una tumba aparte, y los muy pocos, tres o cuatro personas, que conocían el lugar exacto han muerto", explican.

Por ello, era imposible que el esqueleto del Che fuera hallado junto a otros, como se sostuvo en 1997.

Asimismo, la chamarra que apareció en la tumba y que sostienen que era de él no pudo estar allí porque fue retirada de la morgue y se la quedó el médico Moisés Abraham Baptista, director del hospital local, según los periodistas.

Los investigadores señalan como clave de la falsedad, además de los testimonios recabados, el incumplimiento del anuncio de que se practicaría a los restos una prueba de ADN.

Según Rico y De La Grange, "sólo una prueba de ADN realizada por expertos totalmente independientes permitirá comprobar si el esqueleto atribuido al Che le pertenece realmente".

"Lo van a tener difícil —añaden— ya que las dos autopsias practicadas al Che no coinciden. La primera, realizada en Vallegrande por el doctor Abraham Baptista, en 1967, señalaba nueve heridas de bala. La segunda, hecha en el hospital Japonés de Santa Cruz, treinta años más tarde, menciona sólo cuatro proyectiles de arma de fuego".

Rico y De La Grange son autores de dos libros, Marcos, la genial impostura y ¿Quién mató al Obispo? Autopsia de un crimen político, sobre el asesinato del obispo guatemalteco Juan Gerardi.