Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Béisbol: 46ª Serie Nacional

¿Y ahora qué?

Balance de la temporada 2006-2007 y perspectivas del béisbol cubano.

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TEMA: Play-Offs. 46ª Serie de Béisbol

A ritmo de inacabable conga, por la merecida victoria del representativo de la provincia de Santiago de Cuba, acaba de concluir el Campeonato Nacional de Béisbol 2006-200, cuyas series finales, los conocidos play-offs, desbordaron de entusiasmo y pasión estadios, peñas, hogares y plazas de todo el país y en especial de las dos principales ciudades de la Isla, sedes de los enconados rivales de siempre.

Por estos días hemos vuelto a vivir la pelota con toda la intensidad de los mejores tiempos, estadios que se quedaron pequeños ante la avalancha de público. También, por primera vez en mucho tiempo, han proliferado los símbolos e insignias de los equipos que hicieron las delicias de fanáticos y neófitos en esta nueva edición del siempre esperado súper clásico del pasatiempos nacional.

Los esperados play-offs de este año lograron reverdecer el entusiasmo y la pasión de los amantes del más complejo de los deportes. Sin embargo, la efervescencia beisbolera y el entusiasmo de las series finales no deben opacar las carencias y lagunas que aquejan a la pelota nacional y ponen en peligro la continuidad de una trayectoria ejemplar en la arena internacional. Sobre todo cuando dirigentes y aficionados se niegan a aceptar la idea de que el béisbol, como todos los demás deportes de conjunto, contará con una elite más o menos amplia que compartirá la hegemonía en un lógico juego de equilibrada alternancia.

Después de enfrentar el año pasado la primera temporada internacional en que los representativos cubanos perdieron la mayoría de las competencias en disputa —tres de ellas como anfitriones—, la recién concluida Serie Nacional no ha logrado convencer a aficionados y especialistas —estos difícilmente se atrevan a reconocerlo— de que el béisbol cubano realmente cuente con las capacidades necesarias para enfrentar los retos inmediatos de un deporte que se fortalece, de cara a su intención de regresar al calendario olímpico.

Luces y sombras

Durante la temporada regular de la recién concluida contienda volvimos a asistir al triste espectáculo que constituye el pobre respaldo de público. Amen de las conocidas dificultades y carencias materiales que agobian al ciudadano-aficionado, la calidad del espectáculo sigue quedando por debajo de las expectativas y referencias del aficionado promedio.

La medida de limitar a cien el número de lanzamientos por cada juego, para todos los pitchers, demuestra que poco a poco los directivos del deporte nacional van ganando conciencia de la necesidad de cuidar la integridad física de los atletas y de ponerse a tono con las cotas de especialización que ha alcanzado el béisbol a nivel mundial.

Sin embargo, ni siquiera la decisión de jugar con una pelota menos viva —lo cual, a todas luces, perjudicó la producción ofensiva del campeonato— logró convencer a aficionados y observadores de que contamos con lanzadores de calidad suficiente como para enfrentar con éxito asegurado a los oponentes de cierta calidad. Sin contar la desventaja que significará a la hora de competir con bateadores experimentados y con una pelota más dinámica.

Por otra parte, seguimos arrastrando la persistencia en mantener ese retrogrado igualitarismo territorial que otorga a cada provincia un lugar en el torneo élite, a pesar de la ostensible diferencia de calidad entre los equipos de vanguardia y los más rezagados. Esto perjudica el espectáculo y disminuye el interés de los aficionados en un torneo de noventa juegos.

Las últimas series nacionales, y esta no fue una excepción, han hecho evidente una serie de elementos que nos separan del concierto beisbolero global de más alto nivel: disminución del peso, la talla y la velocidad de los atletas, así como de la fuerza natural de los bateadores.

Se ha visto afectada, además, la potencia de los brazos de jardineros y lanzadores. Hoy es difícil encontrar un pitcher que pueda sostener sus lanzamientos con estabilidad sobre las noventa millas, hecho cotidiano en nuestro béisbol hace unos años atrás.

Lo cierto es que avanzada ya la primera década del siglo no aparecen las figuras que sustituyan en el firmamento beisbolero nacional a las luminarias que brillaron durante los años ochenta y noventa y a quienes la fuga o el retiro han alejado de los terrenos nacionales.

La temporada beisbolera de 2007 ya es historia con sus emociones y carencias. Queda por delante conocer la dimensión del reto que depara la arena internacional en este año preolímpico, el costo en resultados que pagará el béisbol nacional por la obstinada persistencia de mantener a nuestros atletas alejados de los más encumbrados escenarios y si la entrega y sacrificio a toda prueba de los peloteros cubanos será suficiente para cubrir las exigencias actuales de este centenario deporte.