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Carta Pastoral «El amor todo lo espera»

Mensaje de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba, dado a conocer en septiembre de 1993.

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LA SITUACION DE NUESTRO PAIS

“Si tu hermano está en necesidad y le cierras el corazón, el amor de Dios no está en ti” (1 Jn. 3, 17). Nadie puede cerrar su corazón a la situación actual de nuestra Patria; tampoco los ojos para reconocer con pena que Cuba está en necesidad. Las cosas no van bien, este tema está en la calle, en medio del mismo pueblo.

Hay descontento, incertidumbre, desesperanza en la población. Los discursos oficiales, las comparecencias por los medios de comunicación social, los artículos de la prensa algo comentan, pero el empeoramiento es rápido y progresivo y la única solución que parece ofrecerse es la de resistir, sin que pueda vislumbrares la duración de esa resistencia.

Treinta y cuatro años es un lapso suficiente como para tender una mirada no sólo coyuntural, sino histórica, sobre un proceso que nació lleno de promesas e ideales, alcanzados algunos, pero en los que, como tantas veces pasa, la realidad no coincide en todos los casos con la idea que nos hicimos de ella, porque no es posible adaptarla siempre a nuestros sueños.

En el orden económico las necesidades materiales elementales están en un punto de extrema gravedad.

El suelo bello y fértil de nuestra isla, la Perla de las Antillas, ha dejado de ser la madre tierra, como cansada ahora e incapaz de alimentar a sus hijos con sus dobles cosechas de los frutos más comunes como la calabaza y la yuca, la malanga y el maíz, y las frutas que hicieron célebre a nuestro suelo feraz. El pueblo se pregunta cómo es posible que escaseen estas cosas y cuesten tanto. Lo que se dice del sector agrícola se puede decir también de otros sectores y servicios.

Sabemos que, en este deterioro económico progresivo, inciden diversos factores, entre ellos: la condición insular de nuestro país, la transformación de las relaciones comerciales con los países antes socialista, que estaban fundadas sobre bases ideológicas y, ahora, lo están sobre bases estrictamente económicas, errores cometidos en el país en la gestión administrativa y económica y el embargo norteamericano, potenciado ahora por la ley Torricelli.

Los obispos de Cuba rechazamos cualquier tipo de medida que, pretendiendo sancionar al gobierno cubano, contribuya a aumentar las dificultades de nuestro pueblo. Esto lo hicimos, en su momento, con respecto al embargo norteamericano y, recientemente, con la llamada ley Torricelli, además realizamos otras gestiones históricas personalmente con la Administración Norteamericana con vistas a la supresión del embargo, al menos en relación con los medicamentos. Procurábamos también con esos gestos que se dieran pasos positivos para solucionar las dificultades entre los gobiernos de Estados Unidos y Cuba.

SOLIDARIDAD EN LAS DIFICULTADES

La solidaridad a favor del pueblo cubano en estos momentos de extrema necesidad es un gesto hermoso, una expresión de apoyo al pueblo de Cuba que agradecemos vivamente. Sin embargo, esta solidaridad puede generar en nosotros una especie de pasividad y de tácita aceptación de las causas que originan los problemas. Recordamos lo que el Cardenal Etchegaray, en su última visita a Cuba, dijo al despedirse: «Cuba no puede esperarlo todo de los demás. Es necesario, desde ahora, buscar verdaderas soluciones nacionales con la participación activa de todo el pueblo. ¡Ayúdate... y toda la tierra te ayudará! Cree en tus propios recursos humanos que son inagotables, cree en estos valores que hacen de todo hombre tu hermano” (17 de diciembre de 1992)

CONDICIONES PARA UNA SOLUCION

No nos compete señalar el rumbo que debe tomar la economía del país, pero sí apelar a un balance sereno y sincero, con la participación de todos los cubanos, sobre la economía y su dirección. Más que medidas coyunturales de emergencia, se hace imprescindible un proyecto económico de contornos definidos, capaz de inspirar y movilizar las energías de todo el pueblo. No excluimos la posibilidad de que exista dicho proyecto pero su desconocimiento no contribuye a generar confianza para potenciar las energías reales de los hombres y mujeres de nuestro país.

EL DETERIORO DE LO MORAL

Otro aspecto al cual debemos prestar atención es el deterioro del clima moral en nuestra Patria. Los padres y madres, sacerdotes, educadores, agentes del orden público y las autoridades se sienten con frecuencia desconcertados por el incremento de la delincuencia: robos, asaltos, la extensión de la prostitución y la violencia por causas generalmente desproporcionadas. Estos comportamientos son, muchas veces, la manifestación de una agresividad reprimida que genera una inseguridad personal en la calle y aun en el hogar.

Las carencias materiales más elementales: alimentos, medicinas, transporte, fluido eléctrico, etc. favorecen un clima de tensión que, en ocasiones, nos hace desconocido al cubano, naturalmente pacífico y cordial.

Hay explosiones de violencia irracional que comienzan a producirse en los pueblos y ciudades. Hacemos un apremiante llamado a nuestro pueblo para que no sucumba a la peligrosa tentación de la violencia que podría generar males mayores.

Los altos índices de alcoholismo y de suicidio revelan, entre otras cosas, la presencia de factores de depresión y evasión de la realidad. Los medios de comunicación social reconocen, a veces, estos hechos, pero no siempre tocan fondo en el análisis de las causas y de los remedios.

Ciertamente, se hace muy difícil alcanzar un clima moral fundado sólo en lo relativo y no en lo absoluto.

Pero es necesario también que nos preguntemos serenamente en qué medida la intolerancia, la vigilancia habitual, la represión, van acumulando una reserva de sentimientos de agresividad en el ánimo de mucha gente, dispuesta a saltar al menor estímulo exterior. Con más medidas punitivas no se va a lograr otra cosa que aumentar el número de los transgresores, esto lo saben muy bien los padres de familia. Es muy discutible el valor del castigo para humanizar, sobre todo cuando este rigor se ejerce en el ámbito de la simple expresión de las convicciones políticas de los ciudadanos. Queremos, pues, dirigir también un insistente llamado a todas las instancias del orden público para que no cedan tampoco ellos a los falsos reclamos de la violencia.

Repetimos, creemos que es posible afrontar los problemas con serenidad y en el clima de cordialidad que generalmente nos ha caracterizado como pueblo.

LOS VALORES DE NUESTRA CULTURA

Han sido grandes los esfuerzos realizados, en estos años, para promover la cultura nacional pero, por otra parte, se están perdiendo valores fundamentales de la cultura cubana. Una de las pérdidas más sensibles es la de los valores familiares. Al romperse la familia se rompe lo más sagrado. La familia ha dejado de tener una unidad sólida para fragmentarse dolorosamente: escuelas en el campo, jóvenes separados del hogar, hombres y mujeres que trabajan lejos de sus casas, tanto fuera como dentro del país, etc.

La nupcialidad prematura es una señal de poco equilibrio social, los divorcios aumentan en forma alarmante, poniendo punto final a una unión que debiera ser para toda la vida. Más de la mitad de los que se casan ya se han separado al poco tiempo y hay muchos hijos sin padre. La mortalidad infantil reducida es un logro de la Salud Pública cubana, pero la mortalidad por abortos de niños que antes de nacer mueren en el mismo lugar donde se consideraban más seguros, en el seno materno, es asombrosa, particularmente en jóvenes de edad escolar. No obstante estas constataciones negativas, en la familia está el eje del presente y del futuro de Cuba. Por tanto, si queremos una Patria feliz todos estamos comprometidos a proteger y promover los valores familiares.


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