Actualizado: 29/04/2024 20:56
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Texto del discurso de Raúl Castro Ruz

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Desde entonces han transcurrido 14 años, en los cuales ha cambiado considerablemente el panorama nacional e internacional. Hoy se requiere una estructura más compacta y funcional, con menor número de organismos de la administración central del Estado y una mejor distribución de las funciones que cumplen.

Lo anterior permitirá reducir la enorme cantidad de reuniones, coordinaciones, permisos, conciliaciones, disposiciones, reglamentos, circulares, etcétera, etcétera. Contribuirá además a concentrar algunas actividades económicas decisivas hoy dispersas en varios organismos, y hacer un mejor empleo de los cuadros.
En resumen, tenemos que hacer más eficiente la gestión de nuestro Gobierno.

La Asamblea ha sido renovada en una mayor proporción que en la anterior Legislatura; el número de mujeres crece más de siete puntos porcentuales y ya se aproxima a la mitad de los diputados, algo más del 43%; aumentan de 23 a 36 los que tienen entre 18 y 30 años, o sea los más jóvenes, aunque también son más los que superan los sesenta.

Algo muy importante, crece el número de los vinculados directamente a la producción o los servicios, es decir, de los obreros, campesinos y otros trabajadores; también de los miembros de las instituciones armadas, los deportistas, artistas, escritores, periodistas y de otras profesiones, que unidos a los dirigentes estudiantiles y compañeros que se desempeñan en los consejos populares, constituyen más de la mitad de los diputados.
Datos como estos, junto a la simple relación de las tareas que cumplen cada uno de ustedes, desde dirigentes nacionales hasta jubilados y líderes religiosos, permiten afirmar que los aquí reunidos son una muestra en pequeña escala de la sociedad cubana.

Lo anterior constituye una premisa básica, pero no asegura por sí sola el cumplimiento de la misión del Parlamento. Se requiere además, y sobre todo, la actuación inteligente, organizada, creativa y enérgica de sus integrantes, en particular durante el trabajo de las comisiones, donde se dispone de más tiempo, pues al centrarse en determinados asuntos permite estudiarlos mejor y pueden intervenir más compañeros.

En la visita que hice en diciembre pasado al Distrito de Santiago de Cuba donde fue electo diputado el compañero Fidel, afirmé que el apoyo masivo a la Revolución exige cuestionarnos cuanto hacemos para mejorarlo.

Y añadí que si el pueblo está firmemente cohesionado en torno a un único partido, éste tiene que ser más democrático que ningún otro, y con él la sociedad en su conjunto, que desde luego, como toda obra humana, se puede perfeccionar, pero sin dudas es justa y en ella todos tienen oportunidad de expresar sus criterios, y más importante aún, de trabajar para hacer realidad lo que en cada caso acordemos.

No hay por qué temer a las discrepancias en una sociedad como la nuestra, en que por su esencia no existen contradicciones antagónicas, porque no lo son las clases sociales que la forman. Del intercambio profundo de opiniones divergentes salen las mejores soluciones, si es encauzado por propósitos sanos y el criterio se ejerce con responsabilidad.

Así ha actuado la inmensa mayoría de los cubanos, desde nuestros mejores científicos, intelectuales, obreros, campesinos y estudiantes, hasta la más sencilla ama de casa.

Todos ellos, en diferentes momentos de la Revolución, incluido el actual, han brindado una ejemplar demostración de madurez política y conciencia de la realidad, al valorar con objetividad tanto los asuntos de alcance estratégico como las dificultades de la vida cotidiana, y sobre todo crece la convicción de que la única fuente de riquezas de la sociedad está en el trabajo productivo, sobre todo cuando emplea con eficiencia los hombres y recursos.

Los agoreros internacionales de la muerte de la Revolución intentaron presentar a su favor las críticas surgidas durante el estudio y reflexión del discurso del 26 de julio en Camagüey, sin comprender que se trataba de un debate crítico dentro del socialismo. Así lo confirmaron con creces, pocos meses después, los resultados de nuestras elecciones, que concluyeron el pasado 20 de enero.

Es cierto que también hay personas que hablan antes de informarse; que demandan sin valorar si dicen algo racional o descabellado. Coinciden, como norma, con quienes reclaman derechos sin jamás mencionar deberes. Como dijo Fidel en su reflexión del 16 de enero: “esperan milagros de nuestra porfiada y digna Revolución”, concluyó.

No les negamos el derecho a expresarse, siempre que sea en el marco de la ley. Ante un planteamiento de ese tipo no podemos ser extremistas, pero tampoco ingenuos.

Cuando lo motiva el desespero ante una dificultad personal o es provocado por la falta de información, debemos ser pacientes y brindar los argumentos necesarios.

Pero si alguien lo que pretende es presionar con afán de protagonismo o animado por la ambición, la demagogia, el oportunismo, la simulación, la autosuficiencia u otra debilidad humana de similar carácter, hay que enfrentarlo resueltamente, sin ofensas, pero llamando las cosas por su nombre.

Nunca olvidar que el enemigo sigue al acecho, permanentemente dispuesto a aprovechar el menor descuido para hacernos daño, aunque haya quien se empeñe en ignorarlo.

No vamos a dejar de escuchar la opinión honesta de cada cual, que tan útil y necesaria resulta, por la algarabía que se arma, a veces bastante ridícula, cada vez que un ciudadano de nuestro país dice algo a lo que esos mismos promotores del espectáculo no harían el menor caso, si lo escucharan en otro lugar del planeta.

Sabemos que esos mensajes van dirigidos a engañar o al menos crear confusión, pero si alguien ha tenido la peregrina idea de asustarnos con ellos, le recuerdo que la principal razón de que sigamos aquí -y seguiremos estando-, es que nuestro pueblo y su Revolución han dado siempre el frente, sin la menor muestra de temor y enarbolando la verdad, a las agresiones de todo tipo de la mayor potencia militar y económica del mundo.

Infinidad de ejemplos pudieran citarse, basta mencionar la inconmovible dignidad de nuestros cinco héroes, frente a cada intento de doblegarlos durante una década de injusto encarcelamiento.


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