Actualizado: 29/04/2024 20:56
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Texto del discurso de Raúl Castro Ruz

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Aprovecho la ocasión para agradecer, en nombre de nuestro pueblo, las incontables expresiones de solidaridad, respeto, cariño, aliento y legítima preocupación para con el líder de la Revolución que emitieron jefes de Estado y de Gobierno, partidos políticos, organizaciones no gubernamentales, destacados intelectuales y simples ciudadanos de todos los confines del mundo tras la publicación de su Mensaje el pasado martes. No fallaremos jamás a la confianza que ellos depositan en nosotros.

Al propio tiempo, hemos tomado debida nota de las declaraciones ofensivas y abiertamente injerencistas del imperio y algunos de sus más cercanos aliados.

Como era de esperar, el Departamento de Estado se apresuró a anunciar la continuación del bloqueo en correspondencia con la política de la actual administración.

Otros, con matices, se empeñan en condicionar las relaciones con Cuba a un proceso de “transición” dirigido a destruir la obra de tantos años de lucha.

¡Qué poco conocen a nuestro pueblo, tan orgulloso de su plena independencia y soberanía!

La Revolución es obra de mujeres y hombres libres y ha estado permanentemente abierta al debate, pero nunca ha cedido un ápice ante las presiones ni se ha dejado influir por ellas, ni por las grandes ni por las pequeñas.

Solo añadiré que las Reflexiones de Fidel, publicadas el viernes, son una magistral respuesta a todas ellas.
En relación con las dificultades que el país enfrenta en el plano interno, la determinación de las prioridades y el ritmo de su solución partirá invariablemente de los recursos disponibles y del análisis profundo, racional y colegiado, por los órganos competentes del Partido, el Estado o el Gobierno, y en los casos que sea necesario, previa consulta directa a los ciudadanos que corresponda de cualquier sector de la sociedad e incluso a todo el pueblo, si fuera un asunto de gran trascendencia.

Existen cuestiones cuyo estudio requiere tiempo, ya que un error motivado por la improvisación, la superficialidad o el apresuramiento, tendría consecuencias negativas considerables. Hay que planificar bien, pues no podemos gastar más de lo que tenemos, después organizar y trabajar con orden y disciplina, que son fundamentales.

Al abordar estos asuntos es preciso tener siempre presente la profunda convicción de Fidel, reiterada en su Mensaje del 18 de febrero, de que los problemas actuales de la sociedad cubana requieren más variantes de respuestas para cada problema concreto que las contenidas en un tablero de ajedrez. Que ni un solo detalle se puede ignorar, y no se trata de un camino fácil, si es que la inteligencia del ser humano en una sociedad revolucionaria ha de prevalecer sobre sus instintos.

Insisto en la importancia de la disciplina. Todos tenemos que ser exigentes y respaldar a quienes lo son. Si es necesario, ayudarlos a mejorar sus métodos y apoyarlos resueltamente ante el colectivo.

Entiéndase que no hablo de extremismos ni de aceptar abusos de autoridad o injusticias, sino de que todos hagamos correctamente la parte que nos corresponde en el fortalecimiento de la disciplina y el orden social. De lo contrario, las consecuencias las paga nuestro pueblo.

Es verdad que hay limitaciones objetivas –las conocemos bien y sufrimos diariamente tratando de resolverlas cuanto antes. Somos conscientes de los enormes esfuerzos que requiere fortalecer la economía, premisa imprescindible para avanzar en cualquier otro ámbito de la sociedad, frente a la verdadera guerra que libra el gobierno de los Estados Unidos contra nuestro país.

La intención es la misma desde el triunfo de la Revolución: hacer sufrir todo lo posible a nuestro pueblo hasta que desista de la decisión de ser libre.

Es una realidad que lejos de amilanarnos debe seguir haciendo crecer nuestra fuerza. En lugar de utilizarla como excusa ante los errores, debe ser acicate para producir más y brindar mejor servicio, para esforzarnos por encontrar los mecanismos y vías que permitan eliminar cualquier traba al desarrollo de las fuerzas productivas y explotar las importantes potencialidades que representan el ahorro y la correcta organización del trabajo.

Nuestra historia enseña, desde las guerras de independencia hasta el presente, que mientras mayores sean las dificultades, más exigencia, disciplina y unidad se requieren. El desorden, la impunidad y la falta de cohesión han estado siempre entre los peores enemigos de un pueblo que lucha.

Reitero que el país tendrá como prioridad satisfacer las necesidades básicas de la población, tanto materiales como espirituales, partiendo del fortalecimiento sostenido de la economía nacional y de su base productiva, sin lo cual, repito una vez más, sería imposible el desarrollo.

Un ejemplo es la propuesta de medidas dirigidas a incrementar las producciones agropecuarias y perfeccionar su comercialización, las cuales se han analizado, provincia por provincia, con una amplia representación de los encargados de llevarlas a la práctica, incluidos los propios productores.

Así se continuará haciendo en cada asunto de importancia cardinal para el país.

Estamos examinando, por ejemplo, todo lo relacionado con la implementación oportuna de las ideas del compañero Fidel sobre la “progresiva, gradual y prudente reevaluación del peso cubano” -son los términos exactos que empleó en marzo del 2005-. Al propio tiempo, profundizamos en el fenómeno de la doble moneda en la economía.


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