Actualizado: 28/03/2024 20:04
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Música

“Cibertimba & El Bárbaro”: novedosa prosodia armónica-rítmica

“Vivir en carne propia y ver en primera fila la represión y la bajeza de que es capaz llegar el régimen cubano es algo que te marca”

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La Cibertimba & El Bárbaro (SGAE, España, 2013): el cantante, compositor y guitarrista habanero Boris Larramendi en un álbum tempestuoso y provocativo: reafirmación de la exitosa trayectoria de uno de los protagonistas más singulares de la generación de trovautores que Nat Chediak define como “el nuevo sonido de la música cubana”. Fundador de la Peña de 13 y 8 del Vedado (semilla de Habana Oculta/Habana Abierta), Boris Larramendi participa en el fonograma Habana Oculta (Nube Negra, 1995) con dos temas que serán determinantes en la innovadora prosodia armónica-rítmica que se impone en Cuba/España/Miami, finales de los años 90: “¡Enfermera!” y “El sabor del fin” develan a un compositor/intérprete explorando desenfadadas consonancias rítmicas en confabulación con una lírica instigadora y antisolemne.

Después vendrían Habana Abierta (1997), 24 Horas (1999) y el concluyente Boomerang (2005): las mediaciones del vocalista/compositor de “Mambo Horizontal” juegan un papel clave: “El relajito”, “Basta que lo digas tú”, “Siempre Happy” o la imprescindible “Asere, ¿qué volá?”. Los cuadernos de producción independiente Libre (2009) —participación del baterista Horacio “El Negro” Hernández, el percusionista Richie Flores y el pianista Roberto Carcassés— y Felicidad (2010) —singular formato de guitarra, violonchelo y cajón— han recibido elogios de la crítica especializada y, más que todo, un rotundo reconocimiento en el exilio cubano y en las plazas musicales de la Isla.

Los temas “Marea (pero me encanta)” y “Llévame allí” son dos pistas esenciales de la placa Cuba 21. Nueva Música Cubana (Emi Music/Virgin Music, 2004. Compilación de la mexicana Lynn Fainchtein). La Cibertimba & El Bárbaro está conformado por 13 composiciones (música y letra de Boris Larramendi) en un desborde que se pasea por sumarios de bolero santiaguero/trova (“Aquel Danzón”, “Amor para siempre”, “La música del Adiós”), guajira/funk/timba (“Yo te prometí”), rock/conga (“La maravilla”, “Vamos a escaparnos”, “La peste”, “Usté va pintando”), songo/rap (“Dulce”), trova/son (“El Bárbaro), funk/timba/rock/conga/flamenco (“Toy escapao”)... Desparpajo rítmico, pero también sutilezas armónicas de emotiva acústica (arreglo de “Toy escapao” con arpegios de guitarra flamenca; la atmósfera barroca del violoncello en “Yo te prometí”; el ondulado ostinato del violoncello en “Dulce”).

CUBAENCUENTRO estableció contacto, vía internet desde México, con el músico cubano radicado en Madrid —responsable absoluto de esta cibersonoridad en tentadoras fusiones de conga, bolero, funk, rock y timba—: ponemos a disposición de los lectores la conversación que sostuvimos con él.

Cibertimba & El Bárbaro es un disco en el que se hace patente una acústica de programaciones y pocos instrumentistas en el estudio. ¿Cómo fue concebido este material?

Boris Larramendi (BL): Sí así es: es un fonograma hecho en casa, en mi piso de alquiler de Madrid. Los arreglos son míos. Toqué todas las guitarras, hice las voces/coros y programé las bases (drums, percusiones, bajo, teclados...), además de mezclar y masterizar todo el CD. Hay un único tema que está tocado por instrumentistas: “Amor para siempre”. Los demás están concebidos en bases programadas. Por eso le puse el nombre de “Cibertimba” a este invento. Lo que triunfa masivamente en la actualidad son géneros como el tecno y el reggaetón, en los que casi todo se hace con programaciones. No hay dinero para pagar instrumentistas, no es rentable: la gente se aleja de la mercadotecnia tradicional y ya no compra discos. No quise abusar de mis amigos (Horacio El Negro Hernández, Robertico Carcassés, Richie Flores, Kelvis Ochoa...), quienes no me cobraron un centavo por grabar Libre (2009). Decidí meterme de lleno en las posibilidades de la cibernética y, al parecer, salió algo que se puede escuchar.

Cuenta un poco de esa infancia tuya rodeado de un padre tocando la guitarra: ejecutando a Los Pancho y Silvio Rodríguez; de ese tío fanático de Led Zeppelin y del otro tío bailarín de una comparsa habanera... ¿Aprendiste a tocar guitarra con tu padre? ¿Cómo fueron tus inicios musicales?

BL: En mi casa siempre se escuchó, se disfrutó y se discutió sobre música con el mismo apasionamiento que se polemizaba sobre pelota. Mi abuela paterna era profesora de música, y mi abuelo paterno tocaba la guitarra y componía. Mi papá tocaba la guitarra, aún hoy es capaz de tocar en cualquier fiesta hasta el amanecer con un repertorio inmenso: del trío Los Panchos hasta Maná, pasando por Serrat, Beatles, Silvio, Pablo, Matamoros, Los Zafiros y grupos españoles de los 70 (recordar a Radio Progreso y Nocturno).

En casa de mis abuelos maternos siempre había bailadera. Mi tío Luisito, llegó a bailar en la comparsa de la FEU. Mi infancia estuvo rodeada de música. Fui testigo de discusiones acaloradas sobre las razones, por ejemplo, de porqué Los Van Van habían metido trombones en su formato, o de lo difícil que era bailar casino con Irakere o quién cantaba mejor en la orquesta Rumbavana, o qué querían decir exactamente las letras de Silvio, o sobre qué canciones de los Beatles eran mejores... Mientras mi otro tío sintonizaba emisoras americanas para oír a Led Zeppelin, Barry White o Billy Joel.

Mi abuela materna me compró una guitarrita rusa malísima cuando cumplí 7 años, pero no me animé a aprender hasta los 15: estudiaba en la Lenin y Silvio Rodríguez estaba de moda. Recordé la “guitarra soviética” que tenía de adorno en la casa, y en uno de los pases de la beca le pedí a mi papá que me enseñara, aprendí rápido. La única pena es que mi abuela Inés recién había fallecido: nunca me vio tocar. Por eso, cada vez que hago un disco se lo dedico a ella.

¿Qué significó para ti la Peña de 13 y 8 del Vedado en los años 80? ¿Cómo llegaste ahí?

BL: En la esquina de 13 y 8 estaba el Museo Municipal de Plaza, donde, estudiando ya en la Universidad de la Habana, me junté con varios trovadores, poetas y artistas nucleados alrededor de Yosvany Caballero, (Vanito Brown), que no sé cómo había obtenido de los administradores del Museo un espacio, los sábados o domingos, para hacer una peña. Un día me escuchó en un Festival Municipal de la Trova de Plaza, me invitó a su peña de 13 y 8: me sentí muy honrado y acepté sin pensarlo dos veces.

Yo estaba muy influenciado por Silvio Rodríguez, y luego de escuchar a otros cantautores jóvenes que fueron llegando a 13 y 8 (Alejandro Gutiérrez, Alejandro Frómeta, Luis Barbería, José Luis Medina, Carlos Santos, Andy Villalón, Raúl Ciro, José Luis Estrada, Pepe del Valle...) dejé de imitar a Silvio. Componía canciones que no le enseñaba a nadie, iba a 13 y 8 sólo como oyente; declinaba las invitaciones que me hacían para a cantar. Decidí aprender con toda esa gente y me familiaricé con otras armonías (Brasil, Argentina, Sting, Prince, Sade...). Hasta que un día me atreví a cantar: creí estar a la altura de ellos, hasta hoy sigo atreviéndome.

Grupo Debajo, Habana Oculta/Habana Abierta y Habana Blues. ¿Podrías contar un poco esa trayectoria tuya que inicia con el disco colectivo, producido por Gema y Pavel en 1995 para el sello español Nube Negra, Habana oculta, transita por 24 horas (1999) y concluye con Boomerang (2005)?

BL: En el año 92, recién graduado de Derecho, decidí colgar el título de Licenciado en la pared de la sala de mi casa —para orgullo de mi mamá— y dedicarme sólo a la música. Período Especial: junto con el picadillo de soya y la polineuritis, llegó a La Habana Nirvana, y detrás todo el grunge. Empecé a andar con frikis,hippies, rastas y otras tribus; principié a componer otro tipo de música: mezcla entre la timba, que hacía furor en esos años (NG La Banda, Van Van...) y el grunge. Un amigo mío la bautizó como Rock de Solar. Sólo me faltaba un grupo, instrumentos, local de ensayo, amplificadores y grabar: casi nada...

Así surgió el grupo “Debajo” (Angel Frómeta, bajo; Sergito León, drums; Azari Alom, guitarra): mi primer grupo. Ensayos y trabajo duro que se coronó cuando nos incluyeron en la programación de Radio Ciudad de La Habana. En eso llegaron Gema y Pável de España —productores de Nube Negra— y nos propusieron participar en Habana Oculta junto a Andy Villalón, Carlos Santos, Kelvis Ochoa/4 Gatos, José Luis Medina, Pepe del Valle, Superávit (Raúl Ciro y Alejandro Frómeta) y Luis Alberto Barbería. El disco no se vendió muy bien; pero logramos trabajar con Ana Belén, en un CD homenaje a Lorca, producido por Michel Camilo: fue muy lindo colaborar con ella, nos trató muy bien.

Grabamos el disco 24 horas, producido por Gema y Pável, que a pesar de que BMG le pagó muy buena promoción al single, “Cuando salí de la Habana”, otra canción genial de Kelvis Ochoa, no pasó nada en España. Hicimos de teloneros durante la gira de Lucrecia, la estupenda cantante cubana, y luego de coristas con Chavela Vargas; sin nosotros saberlo ni sospecharlo, disfrutábamos por fin del éxito en La Habana, y de rebote en Miami: en España estábamos comiéndonos tremendo cable.

La disquera BMG tiró la toalla con Habana Abierta y nos dio la carta de libertad de nuestro contrato de 5 discos. Como Kelvis Ochoa le parecía el mejor y más prometedor artista de todos nosotros por su gran talento, simpatía y energía escénica, decidió apostar por grabarle un disco en solitario, producido por Alejo Stivel, productor de la exitosa placa 19 días y 500 noches, de Sabina. Los demás nos volvimos a desbandar, y actuábamos esporádicamente como Habana Abierta, o en solitario. Monté con Kiki Ferrer y Nam San Fong, el trío Los Frikis, estimulado por Stivel, quien nos escuchó y propuso trabajar con él.

Me dediqué a componer, cambiando un poco el estilo, usando otros ritmos (africanos y brasileños), en vez de sólo cubanos, y a montar canciones en un formato de trío punk pop, hasta mi primer CD en solitario: Yo no tengo la culpa para Zomba Records ( disquera de Backstreet Boys, Britney Spears...). Intenté imitar el estilo de ciertas canciones medio reggae, medio brasileñas de Gerardo Alfonso; sin embargo, todo el que lo escucha le recuerda a Manu Chao. Estuvo tres semanas entre los más trasmitidos en Cadena Dial, la mayor emisora de música “latina” en España. Vino la invitación a La Habana por parte de las autoridades culturales del régimen y aceptamos. Tremenda conexión con la gente, con muestro público natural y eso fue muy estimulante. Un concierto tremendo en la Tropical que todo el mundo comentaba. En 2003 aparecieron Nat Chediak y Fernando Trueba: Boomerang (2005), producido por el virtuoso bajista Alain Pérez. Ahí tuve la suerte de que una de mis canciones, “Siempre Happy”, fuera interpretada al piano por el gran Bebo Valdés con su inconfundible estilo. Conocerlo y poder compartir con él es uno de los grandes momentos y privilegios en mi carrera.

Boomerang tampoco vendió en España, pasó lo mismo que con los otros dos discos: gustaban mucho en Cuba y en Miami... Así que mantener a 8 personas comiendo del proyecto en Madrid era insostenible de nuevo. A mí me salvó la participación que tuve en Habana Blues Band durante dos años.

Tu relación y contacto con Pepe del Valle, Kelvis Ochoa, Interactivo de Robertico Carcassés, Andy Villalón, Carlos Santos, Vanito Brown, Luis Alberto Barbería, Alejandro Gutiérrez... ¿Habana Abierta marca un antes y un después en la canción y la música popular cubana?

BL: Estoy muy orgulloso de haber podido compartir todos esos años con la crema y nata de los compositores de mi generación. Creo que los discos que hicimos hablan por sí solos. No sé, no me atrevo a decir si marcamos un antes y un después, pero es habitual encontrarme con personas que saben de música que así lo creen. Eso parece que se comenta. Me harté de estar en Habana Abierta, y me salí a finales del 2008, deseándoles buena suerte a los que decidieron mantener ese estandarte. No conservo ningún vínculo con ellos, y tampoco los echo en falta, tuve Habana Abierta suficiente. El grupo Interactivo me parece extraordinario: mi música cubana contemporánea preferida.

Seguiría tu carrera como solista con Yo no tengo la culpa (2002), Libre (2009), Felicidad (2010) y La Cibertimba & El Bárbaro (2013) y algunas incursiones en placas ineludibles como Cuba 21. Nueva Música Cubana (2004). ¿Cómo se fue perfilando el estilo de Boris Larramendi en esos años?

BL: Creo que llevo ya muchos años haciendo lo mismo: mezclando la rítmica de la música popular cubana y afrocubana con la tímbrica y energía del rock, el pop de onda Beatles, el funk y algo de rap... Siempre ése ha sido mi estilo de fusión, no porque me lo proponga conscientemente, sino porque esa es la música que sale de mí, producto de todas las vivencias que he tenido. Reciclo toda la música que me gusta, que es muy distinta entre sí, y la devuelvo en forma de estas canciones.

En dependencia de las circunstancias y de los músicos con que trabaje, los discos quedan con uno u otro sabor. En Yo no tengo la culpa creo que primaba mi afán de descomplicar un poco la música que hasta ese momento había hecho, tuve que enseñarme a hacer canciones con menos acordes y no complicar tanto los arreglos rítmicamente, a cuidar sobre todo la proyección de la voz.

En Libre conté con la inestimable ayuda del magistral Horacio el Negro Hernández en el drums, y de los talentosos Richie Flores en las congas, Dany Noel en el bajo y Robertico Carcassés en el piano, entre otros invitados de lujo, además de la presencia de mi esposa, Ivette Falcón, en los cellos y producción general.

En Felicidad —EP de 5 canciones— decidí intentar un formato acústico novedoso: guitarra, violoncello y cajón flamenco. Trabajé con mi esposa en solitario. Ese disco me encanta, es muy entrañable para mí. La Cibertimba & El Bárbaro está hecho en un 75% con guitarras y programaciones realizadas por mí, con la excepción de dos de los temas: “Amor para siempre” y “Aquel Danzón”. Ángel Arce en el drums, bongó, timbal y güiro; Leo Bea en las congas; Michel Padrón en las trompetas; y Juan José Pestana en el bajo. “Aquel Danzón”: Pável Urquiza en el cuatro borinquén; y yo en la guitarra española. Tengo el honor de un regalo de la portada realizada por el pintor José Bedia.

¿Qué ha significado para ti esos éxitos rotundos: “Asere, ¿qué volá?” o “Siempre happy”?: cánticos del exilio, y, también, motivo de jolgorio en Cuba.

BL: Pues es para mí un tremendo orgullo y alegría la recepción que tienen esos temas dondequiera que hay cubanos. Sobre todo porque todo lo que cuento en ellos es real, son canciones que aún hoy son sangrantes para mí. Ojalá esté próximo el día en que pierdan su vigencia, aunque eso signifique que no los vuelva a cantar. Creo que tengo otros igual de buenos, y si no, tendré que hacerlos de acuerdo a las circunstancia de la Cuba del futuro.

Textos eróticos/picaros arropados en una sonoridad rockera fusionada con la cadencia de la conga, songo, timba, son oriental, jazz y funk. Humor desbordado en un habla que reproduce muy bien la jerga habanera. ¿Cómo logra ese desparpajo y, asimismo, esa iconografía que retrata con ironía los avatares del exilio cubano?

BL: Pues supongo que no poniéndome máscaras a la hora de componer, más allá de aquella íntima que ni ante nosotros mismos nos quitamos. No privándome de intentar hablar de ningún asunto que tenga que ver con Cuba y su realidad. Cero tabúes. Puedo hacer y he hecho otros tipos de canciones, pero no me divierto tanto haciéndolas. Así que sigo en lo mío. Hacer lo que a uno le gusta es ya suficiente premio. Las letras, no sé, intento usar el lenguaje coloquial corriente de los cubanos de mi generación; a veces con palabrotas y jerga, pero también poética, con metáforas convincentes. Crecí escuchando a la Nueva Trova y eso no tiene remedio, se ha quedado en mí.

Muchos consideran Libre como uno de tus discos más representativos. ¿Cómo fue el trabajo con ese virtuoso del drums cubano: Horacio “El Negro” Hernández?

BL: Tremendo vacilón, trabajar con él: no podía ser de otra forma. Nos conocimos en una descarga en Madrid hace un montón de años, y yo le envié mi primer disco. Luego, hubo la coincidencia de que, un día, en el 2007, mientras estaba con un amigo común, el realizador de cine Carlos Carcas, editando el videoclip de la canción “Asere qué volá”, Horacio lo llamó por teléfono, al enterarse de que yo estaba allí, me dijo que se acababa de hacer un estudio en su casa, que si tenía un tema en el que quisiera grabar un drums, que él se ofrecía. Y yo de confianzudo le dije que tenía un disco entero. Con la inmensa generosidad que le caracteriza, se ofreció —después de oír las maquetas que le mandé por e-mail en mp3— no sólo a grabarme las baterías del disco en su estudio, sino a enrolar en esta aventura a Richie Flores, el gran percusionista puertorriqueño, además de a Dany Noel (bajista) y Amik Guerra (trompetista).

Y ya entonces cuando la cosa se puso seria, aproveché un viaje a Cuba con mi familia ese verano no sólo para darme el gusto de cantar “Asere que volá” en el anfiteatro Almendares, sino también para enrolar en el proyecto a Robertico Carcassés quien me grabó los dos pianos que hay en el disco. Con todas las pistas a cuestas, crucé de nuevo el Atlántico en octubre de ese mismo año 2007 como parte de la expedición de Habana Abierta a Miami y New York y, aprovechando la cercanía, me di un saltico a casa del Negro en New Jersey y grabé las baterías de nueve canciones y la percusión de seis, con el Negro y con Richie Flores. Aquello fue una fiesta de swing y sabrosura. Luego completé todo lo demás en Madrid.

¿Cómo concebiste la sonoridad (“Tu mirada bonita”, “Felicidad”, “Cómo un bebé”, “Cha la la la”: pequeñas obras maestras de la canción cubana contemporánea) del fonograma Felicidad con ese formato orquestal en el que el chelo es protagonista de hermosas anuencias armónicas-rítmicas?

BL: Cuando mi esposa, excelente violoncelista cubana, Ivette Falcón y yo empezamos a noviar, aquí en España en el 96, las primeras cosas que hicimos fue el arreglo de una canción mía, “Conmigo, sola”, que años después pudimos grabar en Libre a guitarra y cello nada más. Ella siempre ha estado en todos mis discos, y es lo más natural del mundo, hacer música con ella es igual que hacer el amor. Todo es maravilloso. Todo fluye con naturalidad.

Fuiste a La Habana en diciembre de 2013 al Primer Encuentro Internacional de Derechos Humanos y Pactos de la ONU organizado por Estado SATS. ¿Cuál ha sido tu experiencia al participar en ese evento que fue silenciado, censurado y reprimido por el gobierno cubano?

BL: Vivir en carne propia y ver en primera fila la represión y la bajeza de que es capaz llegar el régimen cubano es algo que te marca. En mi caso, me reafirma en mi voluntad de no callarme nunca ante lo que considero una injusticia y un descaro tremendo de una pandilla de gánster que tomó por asalto el poder en mi país hace 55 años, llevándolo a la destrucción física, moral y espiritual.

Cómo ve Boris Larramendi el regreso a la Isla de algunos músicos que estuvieron exiliados durante muchos años (Kelvis Ochoa, David Torrens, Issac Delgado, El Médico de la Salsa...)

BL: Hacer música de raíz cubana y vivir de eso fuera de Cuba es difícil, mucho más con la crisis mundial que padecemos. Depende mucho de las expectativas de cada cual, a los instrumentistas creo que les va mejor que a las figuras. En mi caso particular nunca me he planteado regresar. Tengo muy claro que las condiciones por las que decidí irme de Cuba no han variado nada, lo que ha cambiado es que ahora soy de cierta forma “famoso”, y podría disfrutar de ciertos privilegios, a condición de no molestar demasiado, incluso pudiendo hacer canciones críticas de la realidad cubana, siempre manteniendo la vieja máxima de “meterme con la cadena, pero no con el león”. En fin, muy bonito todo, pero yo no quiero privilegios, quiero derechos: los mismos para todos, y si no, pues ahí les dejo la guara y todo lo demás.

Timba, rock, bolero, son oriental, jazz, funk, conga, flamenco, aires barrocos... ¿Cómo fondea el compositor Boris Larramendi por todos esos amarraderos? ¿Cuáles son los compositores que más te han marcado?

BL: Oigo —porque me gusta—, música de muchos matices y variedades. Cuando me siento a componer, intento primero hacer algún ritmo cubano o afro, van saliendo luego los acordes, les invento una melodía que una vez hecha, a veces espera años por un texto: a veces no la consigue nunca..En esos acordes y esa melodía hay aires de muchos sitios distintos por oír tantas cosas disímiles. Si uno se amarra a escuchar sólo 2 ó 3 estilos de música, necesariamente lo que se le ocurra después va a estar muy limitado y encasillado también.

Muchos compositores me han marcado: Silvio Rodríguez, Gerardo Alfonso, Miguel Matamoros, Ernesto Lecuona, Paul McCartney, Lennon, Harrison, Arsenio Rodríguez, Ignacio Piñeiro, Juan Formell, Cesar Pedroso, Sting, Prince, Djavan, Paul Simon, Caetano Veloso, Charly García, Fito Páez, Kurt Cobain..., y por supuesto los compositores de mi generación: toda la gente de 13 y 8. No puedo dejar de mencionar la sonoridad de Las congas del carnaval de la Habana, Irakere, Red Hot Chili Peppers, NG La Banda, el Jazz y la música clásica. Oigo de todo: no sé qué termino fusilando. Encuentro swing en todos lados.

¿Proyecto inmediatos?

BL: Seguir componiendo y grabando mis discos. Estar con mi esposa y mi hija siempre. Tocar con mi nueva banda La Crema (Kiki Ferrer, drums; Yuvisney Aguilar, congas; Juan José Pestana, bajo; y José Atero, guitarra líder). Aspiro a la vida: vivir la música, es decir interpretarla y asumir todo el goce que proporciona.


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