Alomá, Biblioteca de Babel, Literatura
La Biblioteca de Babel
Aunque admite que no es muy dado a releer, Orlando Alomá cuenta que el libro que más veces ha sacado del librero, manoseado y consultado, siempre con el mismo placer, es Un oficio del siglo XX, de Guillermo Cabrera Infante
Hace pocos días, estuve leyendo un viejo artículo de Gastón Baquero, a propósito de un banquete de homenaje dado a un autor admirado por él. En el mismo establece dos categorías de escritores, de acuerdo a su comportamiento público. En la primera sitúa a quienes llama “hombres de trompetería y publicidad”, “figuras de tramoya y figurín”. Son, afirma, escritores infatuados, que no hacen nada o hacen muy poco.
En contraste con ellos, en el segundo grupo están quienes guardan una actitud de modestia, de humildad ante la grandeza de la inteligencia. Se ocupan, ante todo, de su trabajo, y lo realizan con una paciente laboriosidad, sin creer que van a construir el Partenón en una hora.
En esta segunda categoría, quien firma estas líneas ubica a Orlando Alomá. Durante las varias décadas que cubrieron su ejecutoria, optó por dedicarse a lo suyo, que es trabajar, que es servir. Dejó que otros se hicieran las fotos y acaparasen la rutilancia. Y casi me atrevería a afirmar que prefirió pasar poco menos que inadvertido.
Esa labor inteligente y reposada ha sido su divisa desde los ya lejanos tiempos en que se licenció en Literatura Hispánica en la Universidad de Oriente, donde tras graduarse pasó a impartir clases. Se trasladó después a La Habana, y allí pasó a ser secretario de redacción de la revista Casa de las Américas. Estuvo entre los fundadores del suplemento cultural El Caimán Barbudo, de cuyo consejo de redacción fue miembro. Tras salir de Cuba y establecerse en Estados Unidos, trabajó durante más de dos décadas en los diarios The Miami Herald y El Nuevo Herald.
Aunque nunca se preocupó de publicar libro, ha dejado una valiosa contribución como crítico, traductor y periodista. Escribió también poesía, y textos suyos fueron incluidos en antologías editadas tanto en Cuba como en el extranjero. Hoy, ya jubilado, dedica buena parte de su tiempo a una de sus pasiones: el cine.
1-¿Cuántos libros tiene tu biblioteca?
Nunca los he contado, pero no es un número excesivo. Trasponiendo unos cálculos esotéricos a partir de los que caben en un solo estante, diría que entre 200 y 300.
2-¿Cómo los tienes organizados: por autor, por temas, por áreas lingüísticas o indiscriminadamente?
Sin ton ni son, confiando en el hábito y la memoria, porque siempre termino encontrando lo que busco.
3-¿Qué criterio sigues para comprar: un criterio racional, la recomendación de un amigo, las críticas que se publican o te dejas llevar por el impulso?
Escojo siguiendo mis prejuicios, bastante certeros por los años de práctica y porque a la larga se acercan a mis juicios.
4-¿Qué haces para controlar la superpoblación, la cantidad excesiva de volúmenes?
No tengo mucha superpoblación, pues caben bastante bien en mi espacio disponible. Creo no tener más de veintipico de libros regados, de esos que se apilan sin querer donde no deberían estar.
5-¿Recuerdas el primer libro que leíste?
Tal vez no el primero que leí, pero sí el primer que recuerdo haber leído: Corazón, de Edmondo De Amicis. Luego, todavía en la escuela primaria, lo releí. Para mí, siempre ha sido un libro de título muy bien puesto.
6-¿Cuál es el ejemplar más valioso que posees?
En valor material, ninguno, pero en otro rango, una edición Aguilar de los Cuentos completos, de Antón Chéjov, mi escritor superfavorito entre todos.
7-¿Cuál es el libro que más veces has releído?
No soy mucho de releer, así que ahí mi respuesta quedaría un poco coja. Pero el que más veces he sacado del librero, manoseado y consultado, siempre con el mismo placer, es sin duda Un oficio del siglo XX, de Guillermo Cabrera Infante.
8-¿Qué te hace abandonar la lectura de un libro? ¿Qué obra famosa no terminaste de leer?
Si la hubo, ya no la recuerdo. A veces hago un esfuerzo olímpico por vencer el tedio. Incluso en el cine me he salido poquísimas veces de películas que no aguantaba. Entre estas últimas hay algunas de directores “de postín” (Fellini, Antonioni), pero no me avergüenzo ni me remuerde la conciencia.
9-¿Hay títulos de los cuales tienes más de una edición?
Creo que no.
10-¿Tienes un lugar específico para los libros escritos o editados por ti, eso que podríamos llamar la egoteca?
Mi producción literaria siempre ha sido más bien escasa, por eso no he publicado un libro personal, enteramente mío. Sí he aparecido en varias antologías y ediciones por aquí y por allá, y esos ejemplares compartidos están mezclados con otros que no califican para el apelativo de “egoteca”.
11-¿Lees solo libros impresos o también electrónicos?
Impresos. Nunca me ha picado el “bichito” de leer un libro electrónico.
12-¿Acostumbras prestar libros a tus amistades?
Ni a mis “enemistades”. Haría una salvedad si el prestatario viviese a distancia caminable de mi casa. Pero nunca se ha dado ese caso.
13-¿Devuelves los libros que te prestan?
Trato de no pedir libros prestados porque, como no suelo reciprocar, lo considero injusto de mi parte. Aunque he cometido algunitas excepciones.
14-¿Cuáles son tus hábitos de lectura? ¿Tienes un lugar y un horario fijos para leer?
Trato de aprovechar cualquier “tiempo muerto”, por lo general tirado en el sofá. Y de noche, en la cama.
15-¿Sueles subrayar y anotar los libros que lees?
Lo hacía cuando era “joven y entusiasta”. Ya no.
16-¿Eres monógamo para leer o lees más de un libro a la vez?
Religiosamente monógamo. Me basta y me sobra con prestar atención a uno.
17-¿Qué libro estás leyendo ahora?
If I Survive You, de Jonathan Escoffery, un libro de cuentos (el debut) de un escritor jamaiquino-norteamericano.
18-¿Con qué personaje literario te gustaría tomar un café?
Con Chéjov. No solo porque es mi escritor favorito, como ya dije, sino porque también era una persona noble, un “alma buena”. Nunca he leído un “venenazo” contra él. Ni siquiera del “ácido” Tolstoi, de quien Chéjov era amigo y visitante. (Por cierto, Tolstoi le hizo saber francamente a Chéjov, a pedido de este, que no tenía la mejor opinión de sus obras teatrales. le parecían, le dijo, tan desesperantes “como las de ese Shakespeare”. Y por supuesto, ese desaire al revés llenó de júbilo a Chéjov.)
19-Si pudieras quedarte a vivir en un libro, ¿en cuál lo harías?
Quizá en Alicia en el país de las maravillas. Con ese elenco de personajes (el Sombrero Loco, la Reina de Corazones, la Sonrisa del gato, etc.) sería cosa de esperar lo inesperado.
20-Por último, si alguien quisiera iniciarse en la lectura y te pidiese ayuda, ¿qué diez títulos le recomendarías leer?
Sin ninguna pretensión demagógica y admitiendo de antemano los inevitables olvidos y desacuerdos: Rayuela (Julio Cortázar), El gran Gatsby (Scott Fitzgerald), Madame Bovary (Gustave Flaubert), Poemas humanos (César Vallejo), Escenas Norteamericanas (José Martí), Pale Fire (Vladimir Nabokov), El llano en llamas y/o Pedro Páramo (Juan Rulfo), Residencia en la tierra (Pablo Neruda). Y tantas obras de Jorge Luis Borges como le fuese humanamente posible leer.
Pero de aquí a mañana, seguro que le daría una lista diferente.
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