Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Literatura, Exilio

Daniel Iglesias Kennedy, Toledo

“Algunos compatriotas me han criticado severamente por mi falta de patriotismo y mi desinterés por los temas que a ellos les preocupan. Yo he sido siempre muy respetuoso con esos sentimientos, aunque yo no los comparta. Cada uno es como es”

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Daniel Iglesias Kennedy nació en La Habana, en 1950, hijo de padre español y madre norteamericana. Vivió parte de su niñez en Estados Unidos. Se licenció en Literatura Inglesa en la Universidad de La Habana y en Madrid hizo un doctorado en Filología. Desde 1985 reside en Talavera de la Reina, provincia de Toledo, donde dirige un instituto de idiomas de su propiedad. Ha publicado seis novelas y algunos ensayos sobre lingüística. Actualmente trabaja en su séptima novela que lleva por título La leyenda de Maribel Montero.

¿Por qué decidió vivir fuera de su país?

Daniel Iglesias Kennedy (DIK): Para una persona de carácter individualista e independiente, es muy difícil vivir dentro de un régimen como el que hay en Cuba. No hallaba otro modo de sentirme a gusto como no fuera teniendo mis propios medios para ganarme la vida y no estando comprometido con ninguna ideología política ni religiosa. Siempre he rehuido las implicaciones y he procurado ser autosuficiente en el sentido literal de la palabra. Y si a eso le sumamos que los libros que me apetecía escribir eran historias muy personales, provocadoras, contestatarias y alejadas del alineamiento didáctico que se exigía en Cuba cuando empecé a escribir a principios de la década de 1970, está claro que yo era un elemento malsonante en ese país. El puntillazo lo recibí cuando mi novela Esta tarde se pone el sol fue censurada en el concurso Casa de las Américas 1973, por lo que fui expulsado de la Universidad de La Habana. Comprendí que yo estaba viviendo en el lugar equivocado.

¿De qué manera salió de Cuba?

DIK: Aproveché un viaje a España para desertar. Llevaba ya algún tiempo planificando esta escapada con la persona que me estaría esperando. El proceso fue largo y complicado, tanto que decidí escribir un libro (Espacio vacío, Betania, 2003) donde se narra con detalles este acontecimiento, junto con otras historias que he vivido tanto en Cuba como en España.

¿Le ha resultado muy difícil adaptarse al sitio en donde reside hoy?

DIK: Mi salida de Cuba no significó ningún trauma, sino una liberación. Un lugar como este donde ahora vivo era exactamente lo que yo buscaba para residir y trabajar. A pesar de que el Gobierno socialista de Felipe González me puso muchas trabas para obligarme a marcharme de aquí, decidí resistir y ganarle la partida a un Gobierno que por aquella época mostraba evidentes simpatías con el régimen de Fidel Castro. Y aquí me quedé, empecé a publicar mis libros, a crear mis propias empresas y a vivir como siempre había deseado. Sería una grosería demagógica decir que “gracias a España” he conseguido esto o lo otro. No, señor, gracias a mi esfuerzo personal y, si se quiere, a mi cabezonería. Ningún país es responsable del éxito o del fracaso de una persona. Eso depende de uno mismo. Por supuesto, dentro de un régimen como el que hay en Cuba, la frustración y el fracaso están garantizados.

¿Cuál ha sido su trayectoria artística en su actual lugar de residencia?, ¿qué logros ha obtenido?

DIK: En España he publicado todos los libros que he escrito. En Cuba, ninguno. He ganado también algunos premios literarios, aunque no soy asiduo a los concursos donde las llamadas leyes del mercado son más importantes que la calidad literaria de un texto. He publicado dos novelas en Tusquets, tres en Betania y cinco en Aduana Vieja, de las cuales cuatro son reediciones y una, El marmitón apacible, es primera edición.

¿Qué opina de la sociedad de la que ahora forma parte?

DIK: Mientras yo pueda residir en un sitio donde ser autosuficiente, depender de mí mismo para todo, ser un “elemento” emancipado de la “masa”, moverme con libertad, no integrarme ni comprometerme con ningún grupo político o religioso y, en resumen, hacer más o menos lo que me dé la gana, la sociedad de la que formo parte, sea cual fuere, es un aspecto secundario y me resulta indiferente.

¿Alguna otra observación para los lectores de Cubaencuentro?

DIK: Algunos compatriotas me han criticado severamente por mi falta de patriotismo y mi desinterés por los temas que a ellos les preocupan. Yo he sido siempre muy respetuoso con esos sentimientos, aunque yo no los comparta. Cada uno es como es. Y sería una hipocresía por mi parte sumarme a esa corriente de nostalgia solo para que me vean como un individuo políticamente correcto. Lo siento. Yo estoy bien donde estoy y, por mucho que cambie el sistema en Cuba —lo cual me parece poco probable—, no regresaría a un país devastado, con una población empobrecida y resentida, a iniciar una nueva vida con un futuro incierto. A mis años, ya no apetecen esa clase de aventuras ni de emociones fuertes.


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