Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Política

«Deseo otro socialismo»

Ramón García Guerra, profesor de la Universidad de La Habana y miembro de la Cátedra Haydée Santamaría, habla sobre la 'izquierda del pijama' y la situación del país.

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Evidentemente, ustedes no quieren saber nada de la socialdemocracia. Derrumbado el Muro de Berlín, y este año "el de Wall Street", muchos reivindican la socialdemocracia para garantizar justicia social, sanidad y educación universales, Estado de bienestar, libertad (individual y de mercado) y al mismo tiempo una fuerte regulación por parte del Estado. ¿Qué opina?

Levantemos una estatua a Bismarck. El Estado social aparece a finales del siglo XIX en Europa. Surge cuando el capitalismo se enfrenta a los conflictos propios. La batalla contra el socialismo de Estado estimula las políticas benéficas de una socialdemocracia incapaz de violentar las fronteras del capital.

En la memoria colectiva de los europeos se encuentra esa añoranza por aquellos "tiempos buenos". Esta es una reacción defensiva entre esas masas populares que han sobrevivido a los desafueros del capital. Sería injusto comparar casos diferentes, pero también en Rusia hay añoranzas de Stalin. También en América Latina eso ocurre. Paulo Coelho nos ofrece el testimonio de unas prácticas lectoescriturales que, de fondo, reflejan ese conflicto entre las clases medias en la región. Después de las dictaduras, el populismo halla más espacio. Entonces, ¿qué puede explicar que Alan García haya triunfado con una retórica populista en la década de 1990? Porque el pecado original de la socialdemocracia es no intentar derrocar al capital.

¿Qué decir? Si algo pudiéramos hacer juntos, lo haríamos. Porque la gente está jodida y busca aire fresco. Pero eso no significa que esté libre. Las formas de opresión y de exclusión no son modificadas con el retorno a los "tiempos buenos". Luego, más temprano que tarde, los políticos nos devolverán al chiquero. Entonces la única estatura que podremos erigir a Bismarck sería de estiércol.

¿Hasta qué punto es cierto que hay una pugna de poderes en la Isla, entre las tesis de un hermano y el otro, en el tema de las reformas?

Yo no sé. Pregúntesele a ellos. Lo que sí me parece obvio es que ninguno parece saber cuál será la siguiente jugada en este complejo tablero de ajedrez. Aplazaron el Congreso del PCC, por ejemplo. Y esta vez no tratan de ganar tiempo a su favor. ¿Sacan ellos partido de la actual situación límite en Cuba? ¿En qué sentido? No lo sé.

Ahora bien, ambos tienen una exacta conciencia sobre la urgencia de los cambios. Los dos son uno en eso. Puedes hallar diferencias en los métodos y en cómo enfrentar ciertas emergencias. Y punto. Si las tienen, no lo dirán.

Quién desee hacer "arqueología" con este asunto, por una parte, le sugiero que contraste los discursos de Fidel Castro del 17 de noviembre de 2005 y del 26 de julio de 2006; y hacer lo mismo con los discursos de Raúl Castro el 26 de julio de 2007 y el 24 de febrero de 2008. Después de esos ejercicios podría comparar tanto la concepción como la ingeniería de las reformas, según los hermanos Castro.

¿Aceptará Raúl Castro reunirse con la "izquierda del pijama"?

¿Para qué? Raúl no la necesita para nada. No le discute el poder. Su orden de prioridades es otro. Raúl Castro apenas los reconoce como agentes del orden. Incluso puede simpatizar con algunos. Pero eso no modificaría el estado de cosas.

¿Usted cree en el "socialismo democrático"?

Sí. Pero…

¿Está consciente de que para eso deben aflorar una serie de libertades hoy inexistentes en la Isla?

Bueno… ¿Cuáles libertades? ¿Libertad para mendigar, prostituirnos y drogarnos? Libertad, sí. Para ser dueños de nuestras vidas, pero no hojas lanzadas al viento. Evitemos los "dogmas revolucionarios" en este punto. Sugiero una definición de rigor: ante todo, la carga ideológica del concepto "socialismo democrático" es una estafa política. ¿Socialismo sin democracia es socialismo? Este es un engendro de "conciencias satisfechas" —según Darcy Ribeiro—, que evitan enfrentarse a un enemigo real: el capital.

Lo que resulta más apropiado al dilema de Cuba en momentos así sería imaginar una sociedad abierta y libertaria, que hemos preferido llamar "socialismo libertario". Hago algo de teoría en este punto. El peligro que enfrentan las reformas en Cuba está en reducir el perfil ideológico del estado político de la sociedad. Porque el asunto no es redistribuir mejor la riqueza y el poder. Déjame decirlo con claridad: las reformas que intentan ensanchar el consenso pueden terminar por acortar los horizontes del proyecto. Esta sería la cuestión de fondo.

La razón efectiva que encuentro en un socialismo democrático es la razón de Estado. Son ideas fuera de contexto, pues ni la socialdemocracia nos ofrece salida, ni resulta viable un "Estado de bienestar" en una situación crítica del sistema-mundo.

Luego, usted puede entrar a discutir ese ninguneo que nos humilla a todos en Cuba. Pero eso sería harina de otro costal.

Llama la atención que usted diga "libertad para prostituirse, para drogarse", cuando justamente la agenda de la izquierda internacional busca reivindicar el derecho de la mujer a prostituirse (sin ser explotada por terceros) y la legalización de algunas drogas, como la marihuana…

"Jugar por la izquierda" no significa "ser de izquierda". El capital cosifica la vida. La cultura oprimida tiende a naturalizar toda relación de opresión. A la gente cuerda se le ocurre decir que "para que haya mundo debe haber de todo". ¿Acaso esta "filosofía" sería justa? La gente se encuentra tan alienada de su condición humana que apenas desearía que no la jodan mucho más de "lo debido".

No, no soy moralista en nada. No uso medias, no me peino… soy algo hippie. La mitad de mis alumnas son bisexuales y un tercio le "descarga" a "La Merca" [cocaína]. Antes me refería a la condicionalidad de toda opción social. Nada personal.

No aceptar las ayudas de EE UU y de 25 países de la UE ante la devastación dejada por los huracanes, no dice mucho de un espíritu genuino de cambio. Siguen la retórica antinorteamericana y prevalece la política por encima de la emergencia humanitaria...

Stop. Tengo algunas razones que matizarían esa pregunta. Después del show mediático sobre el estado de emergencia nacional, dada la situación límite real, para el gobierno cubano todo se ha revertido en su contra. Sobre todo en política exterior. Por ejemplo, en materia de aceptar o rechazar ayudas nos damos de narices. Podemos aceptar con suma gratitud la ridícula ayuda de gigantes como China —con tantos millonarios nativos—, por razones de Estado, junto a aquella que ofrecen diminutos Estados, sin distinguir este último esfuerzo.

¿Cómo entender que la "dignidad nacional" es razón suficiente para anular una intención de ayuda? ¿Dignidad de quién? Lo que no entiendo bien es cómo hemos desafiado al imperio más poderoso de la Historia durante medio siglo y ahora nos plegamos ante otro imperio: China. ¿Existen acaso imperios buenos e imperios malos?

Desde luego, no es menos grosero el lavado de rostro que intenta Estados Unidos. Y menos honorable ha resultado aún la conducta lacayuna de la Comunidad Europea. Pienso que nuestros problemas son nuestros. Por tanto, no me parece bien llorar miseria ante el mundo. Pero especular con la desgracia de Cuba… Uno es patriota y se indigna. Lo que me parece mal, para resumir esto, sería confundir la voluntad popular con las razones de Estado. Esta lógica se hace extensiva a otras esferas de la sociedad. ¿Entiende? Esto no está bien. La lógica de chantaje —te doy, me debes— que aplica hacia el interior el gobierno cubano, ahora la extiende por la región. Pienso que ser solidarios nos es más necesario a nosotros que a aquellos que reciben nuestra ayuda. Entonces, no nos hace falta buscar nada más en ellos.

¿Leyó la entrevista con Eliécer Ávila publicada en CUBAENCUENTRO.com?

Quien estudia las posturas de Eliécer, ante todo, se percata de la fortísima tensión que enfrenta ese joven. Recuerdo aquella copla andaluza que Góngora repetía: "Ni contigo ni sin ti / tienen mis penas remedio. / Contigo porque me matas / sin ti porque me muero".

La falta de sentido de un régimen que termina por ser la negación de aquello que dijo defender, no les merece el menor respeto. Luego, este régimen les resulta muy aburrido a estos jóvenes. Eliécer se resiste a admitir esa herejía. Entrecorta la reflexión. Entrelaza lo opuesto. Etcétera, etcétera. Piensa que unidos podríamos hacer algo mejor. Pensar con cabeza propia le ha costado su propia cabeza.

Eliécer es la voz sensible de toda una generación de jóvenes iracundos, cuyo malestar se debe a la indolencia de políticos ineptos. No todos lo son —dice Eliécer—. Les debo mis ideas más lucidas a ellos. La vida puede ser luego más compleja que un debate en una escuela. Lo difícil será, Eliécer, hacer de ese malestar una honesta conciencia crítica que subvierta esa realidad. Los jóvenes como Eliécer llevarán al pueblo al monte sagrado —como Moisés.


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