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Política

«Deseo otro socialismo»

Ramón García Guerra, profesor de la Universidad de La Habana y miembro de la Cátedra Haydée Santamaría, habla sobre la 'izquierda del pijama' y la situación del país.

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El profesor Ramón García Guerra suele publicar artículos sobre lo que él denomina "socialismo libertario" en Kaos en la Red, un variopinto sitio de internet —doctrinario en el 90% de los casos—, que ha devenido refugio de cierta "izquierda cubana". Allí comparten espacio las "reflexiones" de Fidel Castro, artículos de izquierdistas considerados "audaces y críticos", y otras piezas difícilmente catalogables, firmadas por vigilantes ortodoxos.

Graduado de Derecho en 1989, García Guerra integra la Cátedra Haydee Santamaría desde 1998 y es ahora mismo profesor de la Universidad de La Habana. Intelectual polémico, responde a las preguntas de CUBAENCUENTRO.com.

¿Puede explicarnos qué sucedió en junio pasado con cuatro integrantes de la Cátedra Haydee Santamaría de la Asociación Hermanos Saíz (AHS)?

Simplemente nos echaron de nuestros trabajos. La razón de Estado —según Chomsky— se impuso en esto. La postura que luego adoptamos no fue de llorones. Esto lo vemos como un signo de debilidad del poder ante jóvenes que se juegan el pellejo por sus ideales. Y no ocurre por primera vez en Cuba…

¿Ha sido una especie de 'caso CEA' (Centro de Estudios de América) silencioso?

No. Cuatro miembros de la Cátedra Haydee Santamaría nos desempeñábamos como especialistas en instituciones adscriptas al Comité Central del PCC: Instituto de Historia de Cuba (Mario Castillo y yo), OSPAAL [la persona afectada prefirió mantenerse al margen de la entrevista] y Centro de Estudios de América (Yeniela Cedeña). Esto nos ocurrió en junio. Ellos se molestaron y nos echaron. Ahora bien, ¿quiénes son ellos? Porque los directivos de estas instituciones han sido "hombres de paja". Decantemos hasta hallar fondo: 1) Los oficiales de la Inteligencia nos aseguraron no tener participación en este incidente. 2) Fuera de control de la AHS —nuestra institución sombrilla— hemos estado desde los orígenes de la Cátedra. 3) Instituciones de la cultura, incluso, han sido nuestras "cómplices" durante una década: UNEAC, Casa de las Américas, Centros Pablo de la Torriente y Juan Marinello…

No, la Cultura no. ¿Entonces quién? La cosa está en el Comité Central: en el área ideológica, para más señas. Así nos lo dijeron los jefes. Y no cuesta creerlo. Roque Dalton decía que todo sería mejor si los políticos en el socialismo de Estado tuvieran sentido del humor

Los miembros de la Cátedra que integran otras instituciones no fueron molestados, pues dichas entidades no se encuentran adscriptas al Comité Central. Pero, ¿qué pudo molestarle tanto al PCC? Somos una joven intelectualidad de artistas, profesores, etcétera que, como pasa siempre al principio, no grita para ser escuchada sino para oírse a sí misma. Desde luego, esta es expresión de una sensibilidad de época en particular.

La nuestra no es la bronca del CEA. Esto no significa que la consideremos mejor o peor a la nuestra. La gente del CEA se enfrentó al poder en bloque. Nosotros, en cambio, somos una "guerrilla semiótica" —según Umberto Eco—. Ellos estaban dentro. Nosotros al margen. Sobre ellos, gente cuerda, caería la fuerza del Estado policial y sus tácticas del miedo. Nosotros somos más anarquistas y menos cuerdos. La discusión de los intelectuales del CEA fue por profundizar el proyecto socialista en Cuba. La nuestra es por una actualización de dicho proyecto. Socialismo igualitario, no. Socialismo libertario, sí. Mira… Somos iconoclastas, radicales. Porque el ancien régime —según Marx— no merece otra crítica.

¿Cómo funciona la Cátedra? ¿Les permiten actos en lugares oficiales?

De puro milagro se vive. Somos totalmente plurales. La biografía de la Cátedra se distingue por etapas precisas: Primero fue el foro. Escogíamos un tema y todos nos preparábamos para enfrentar el debate. Algo así como una "esquina caliente", que nunca se sabe cuándo puede acabar. Estos debates nos dejan la conciencia alerta sobre los peligros que nos acechan. En una segunda etapa nos abrimos a la ciudad. Fueron los eventos "académicos" que realizamos contra el fascismo y por el humanismo en la Biblioteca Martínez Villena de la UNEAC.

Cada año impar hacíamos un Observatorio en San José de la Lajas. Y, en 2005, nos enfrentamos a una crisis. Le hacen una entrevista a Celia Hart que aparece en La Jornada. (Celia era nuestra amiga, pero no miembro de la Cátedra). La Jornada decía más o menos así: "Una joven intelectualidad de izquierda en Cuba se está nucleando alrededor de la Cátedra Haydee Santamaría y está haciendo nuevas lecturas de viejos marxistas olvidados". Y ahí Celia, que era trotskista, pone lo suyo: Trotsky, Rosa Luxemburgo, etcétera. Esto fue motivo para que la jauría se nos echara encima. (Quizá sería peor si supieran que el listado era otro: Bakunin, Castoriadis, Foucault…).

¿Cuál ha sido el papel del ex diplomático Pedro Campos Santos en las actividades de la Cátedra?

Asiste a la escuelita, empuja los temas económicos que hemos olvidado; en fin, hace del debate una "catástrofe" que huele bien. Nos obliga a pensar lo no pensado en estos debates.

¿Comparte el llamado de Campos y de la denominada "izquierda del pijama" para reformar el socialismo cubano?

Déjame precisar ese concepto de "izquierda pijama". En la década de 1980 —es decir, bajo el Estado obrerista en Cuba— surge esa categoría de cuadros: "Plan pijama". Dirigentes que eran sacados de sus cargos y enviados a sus casas. El método era neostalinista en esencia.

Ahora usted lo emplea en una definición de cierto segmento de la izquierda en Cuba, pero esto sería un contrasentido. Existe en nuestro espectro político un segmento así, que no sabría si calificar de izquierda. Lo que sí podría decirte es que estamos ante un dilema que cumple casi 80 años, porque el dilema que enfrenta la revolución en Cuba es el de un conflicto con una ortodoxia estalinista que batalla aquí desde 1930. Los que tú incluyes en tal categoría de "plan pijama" serían una facción disidente de aquel dogma.

Precisemos este asunto porque, ante todo, esto haría justicia a la integridad de los órganos de control en Cuba. Este sector de la "izquierda" —no toda ella, pero sí parte— estaría integrada por ex oficiales de la Inteligencia que ingresan al Ministerio del Interior en la década de 1960. Incluso un debate sobre Stalin con estos compatriotas puede resultar algo difícil. Ahora están de regreso, poseen la convicción del converso.

Usted me preguntaba sobre el llamado para reformar el socialismo de Pedro Campos y sobre la "izquierda pijama". Antes de contestar, sugiero que le pregunte a Campos si milita en esa "izquierda pijama". Luego, mi respuesta es negativa, sea o no miembro Campos de tal grupo. Distingo entre esa "izquierda" y Campos y sus amigos. Por tanto, hablaré de las propuestas de Campos y sus amigos. Las entiendo como una reforma cosmética del ancien régime.

Algunos apuntan a la mano de Carlos Aldana en el grupo de la "izquierda pijama". ¿Es cierto?

La gente se construye amores falsos a falta de amores reales. Sería mejor que se preguntara esto a Aldana. Contacté meses atrás con él. Lo veo como un hombre leal a sus ideales. Le dieron un "sablazo" y se mantuvo aquí, en Cuba, entre nosotros. Aldana me ofreció su correo personal. Le envié mis artículos por email. No me contestó. Las lecturas que mantengo sobre la historia de la Revolución Cubana son "antagonistas" frente a aquellas posiciones próximas a las del "aparato ideológico" que dirigía Aldana entonces. Entiendo su silencio. Quiere hacer una vida personal más íntima y serena.

¿Hasta qué punto es reformable el socialismo cubano?

Todos ellos creyeron que un socialismo igualitario podía ser mejor. Pero nosotros no. Esto huele mal y su lugar sería la cloaca. ¡Deseamos otro socialismo! ¿Qué puedo decir? Incluso uno puede agradecer que cierta manera de hacer el socialismo nos haya traído a este punto. Pero dar por definitivo este infierno…

Lo difícil es la situación que se presenta hoy en Cuba. Existen tres Cuba en una. ¿Cuál se impondrá? Esta debe ser una decisión muy personal en cada cubano. Mientras se está dentro del ciclo histórico de un modelo de sociedad, usted puede aspirar a mejorar la realidad según los cánones del mismo. Cuando este modelo se ha agotado, es absurdo insistir. Sería difícil prever cómo se producirá el cambio entre el régimen actual y su sucesor. Esto lo advertía Che Guevara cuando nos alertaba sobre cómo enfrentar los nuevos problemas con nuevos métodos. Che Guevara habla de cómo las armas melladas del capitalismo hacen su labor de zapa entre nosotros. Las piezas clave del cambio son estas: nuevos métodos contra armas melladas.

Explíqueme sus tesis personales en este sentido…

Discutir este asunto llevaría algún tiempo. Cierto modelo de sociedad ha cerrado un ciclo histórico que comenzó en 1959. Estamos, por tanto, en medio de una sociedad en transición desde 2001. ¿A dónde va? No sé. Imagino algo. Pero apenas eso. En mi libro inédito de ensayos La otra Cuba: entre dos aguas (2005), hablo sobre la biografía y el destino de la Revolución cubana, e intento un análisis político sobre los cambios actuales. Allí sostengo que dentro de la actual sociedad cubana (real) cohabitan tres modelos de sociedad posibles. Las cuales pugnan por imponerse sobre las demás.

Podría ser esta la explicación de por qué, en la década de 1970, los obreristas logran una hegemonía sin disputa. Luego nos imponen un Estado burocrático-policial que mantienen aún vigente. Ellos eran la fuerza política que menos potencial le ofrecía a la nación cubana, sin embargo, pudieron desalojar a nacionalistas y guevaristas del juego político nacional. La coyuntura se lo facilitó. Confieso mis temores, pues esta historia puede repetirse hoy frente a una izquierda sin unidad, programa e ideales.

Entonces, estamos ante un modelo de sociedad que se agotó y necesita ser refundado. Quien busca las evidencias del caso, debe antes constatar con qué frecuencia las crisis migratorias externas (1966, 1980, 1994), los ciclos del mercado negro (cada ocho años desde 1962) y las reformas a la Constitución (tres en total) han sucedido en Cuba. Desde el sentido común, esto se advierte en el agotamiento de medidas de igualdad que no fomentan ya la justicia. Por ejemplo, la libreta de racionamiento. El actual dilema cubano es resultado del proceso de negociación política que se realizara en la década de 1960.

Lo que ahora importa no es averiguar cómo el populismo se metió inadvertidamente en el socialismo, sino cómo impedir que aquel igualitarismo cruce la frontera. Después podría discutirse el proceso de reconversión del aparato de producción que esto exige, las formas más pertinentes de sociedad política, los modos de entretejer la vida cotidiana con las acciones de cambios en la misma, etcétera.

En un afanoso esfuerzo, mis compatriotas no logran —como diría Jean-Bertrand Aristide— "subvertir las estructuras de pecado". Los mejores sólo han logrado articular un socialismo de mercado en sus mentes. Enfrente están los estatistas. Lo cual significa echar combustible al fuego de la rebelión. Los muertos que cause la demora, los pagará el pueblo. Sólo los cínicos son capaces de mirar indolentemente la tragedia que se avecina. Pienso que tenemos un programa mínimo en las actuales reformas de Raúl Castro.


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