Actualizado: 22/04/2024 20:20
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Sociedad

«El discurso de la diversidad es una cortina de humo»

Al habla con Abel Sierra, autor del libro 'Del otro lado del espejo. La sexualidad en la construcción de la nación cubana', Premio Casa de las Américas 2006.

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¿Cuál es la relación entre homosexualidad y prostitución en Cuba?

Muchos de los prejuicios tienen que ver con la conexión y la analogía con la prostitución, pero no es una ecuación. Travesti no es igual a prostituta, es algo más complejo en un contexto de pobreza, marginalidad, exclusión, de mercado laboral informal, gente que hace lo que puede y lo que le dejan también. El cuerpo para esta gente muchas veces es su único capital, no tienen nada más para sobrevivir. Si existe la prostitución de este tipo de sujetos, es también porque existe una demanda, la de los supuestos machangos, consumidores de ese tipo de servicios sexuales. Sobre esta analogía se ha establecido el prejuicio. Por ejemplo, son sometidos a acoso policial en lugares frecuentados por turistas. En el código penal está establecido el delito de peligrosidad y asedio al turismo. Nunca van a arrestar a nadie por ser travesti, porque legalmente es impropio, pero los arrestan por peligrosidad.

El mismo concepto se utiliza en otros casos…

Sí, es ambiguo, higiénico. Si hay un evento importante, por ejemplo, que congregue a muchas personas, se recoge a los llamados "peligrosos" y les aplican el artículo de peligrosidad.

Habla de marginalidad en los travestis y transexuales. ¿Cuál es la causa y cuál la consecuencia?

Prefiero el pensamiento sistémico y un modo más complejo de analizarlo. Analizar conceptos y categorías como marginalidad, clase social, estratos, sectores en Cuba, es muy complejo. Alguna gente tiene capital económico pero no cultural, se puede tener determinados ingresos y vivir como marginal. La estructura social es extremadamente compleja en Cuba. Los modos de sobrevivir de travestis y transexuales están analogados muchas veces con la marginalidad. El concepto marginal está adquiriendo una dimensión preocupante a nivel social. Y está siendo un reto para el analista, el investigador y el político. Son sectores vulnerables a la violencia porque están fuera de la institucionalidad, y en cualquier lugar eso significa estar fuera del sistema. No le importas a nadie, eres violentado por tu familia, tu pareja, por el discurso individual, familiar e institucional. Eso los ubica en una otredad y un abismo insalvables.

Si ahora mismo tuviera todo el poder para tomar decisiones en Cuba en relación con la aceptación e inclusión de homosexuales, travestis, transexuales, ¿qué decisiones tomaría?

En primer lugar, no me interesa ponerme en la piel de un funcionario con todo el poder. En Cuba los temas complicados de la nación están muy despolitizados y tergiversados, y si piensas diferente, es muy probable que te digan que estás al servicio del enemigo. Unos terrenos están hiperpolitizados y otros están despolitizados. El terreno de lo sexual es uno donde hay despolitización porque se necesita asimilar a estos sujetos y que las contradicciones que tienen no se agudicen.

El voto, por ejemplo, está carente de sentido, han logrado despolitizarlo. Al elegir al representante en la base, sabemos que nuestra decisión como votante no va a repercutir en el funcionario que al final toma las decisiones. Cuando el sujeto tenga la capacidad para interpelar y votar a quien toma las decisiones, entonces los cambios podrán acelerarse.

Subvertir dentro de la institucionalidad existente, una visión histórica discriminatoria, homofóbica, machista, racista, burguesa disfrazada de proletaria, es aún más difícil. Tendría que existir una Cuba menos vertical, más horizontal. Muchas cosas no van a cambiar por derecho divino; porque hay sectores que se resisten a los cambios y están muy distanciados de la realidad.

¿Pero qué haría si tuviera el poder?

Preocuparme por los problemas de la nación y obviar la hojarasca. La institucionalidad cubana se desgasta en control, en vigilancia, en montones de cosas que la debilitan y la alejan de la construcción de un país, de la eliminación de la pobreza y la desigualdad. Es demasiada la energía empleada, el recurso humano y económico puesto en función del control y mantenimiento de determinadas prácticas. Aceptar que un modelo está agotado va a ser muy difícil para la élite política; hay que buscar nuevas formulas. Yo siento ahora mismo una vuelta a los setenta. Un amigo antropólogo dice que el gobierno se debate entre la apertura y la apretura, y es una metáfora que ilustra muy bien esa contradicción. Esos constantes bandazos desgastan toda la estructura estatal. Es enajenante para la academia, hablo desde la academia —uno de los sectores más cómplices del silencio, la crítica inocua, vacía—. Tópicos recurrentes y medulares no se han discutido, ni siquiera se discuten dentro de la agenda académica.

En su libro propone la creación de una organización homosexual, pero en otros textos dices que los barrios gay, por ejemplo, son espacios de consumo para otros sectores sociales no gay.

Yo pensaba en una coalición que involucrara a sectores homoeróticos con sectores sensibilizados con determinadas libertades de pensamiento, no excluyente ni normativo de la sexualidad. El gueto globalizado excluye y pasa primero por el consumo: la sociabilidad consumista de sujeto blanco de clase media insertado en una red económica y social que pasa por el consumo (aunque no es una generalidad). Hablaba de coalición, no una institución a lo tradicional. Subvertir un esquema o un sistema social que opera a base de institucionalidad, proponer un tipo de coalición que rompiera los esquemas tradicionales de asociación, de operar. Estaba poniendo límites y poniendo a prueba hasta dónde sería posible una coalición fuera de la institucionalidad tradicional hegemónica.

El libro ganó varios premios, el Premio Casa, el Premio Catauro de la Fundación Fernando Ortiz

Paradójicamente, ganó el Premio Casa de las Américas, el más importante del país, pero una cosa es cuando el premio es otorgado y otra cuando empieza a circular y la gente empieza a leer en blanco y negro el pensamiento libre y despojado de la más mínima censura y autocensura. Los medios en Cuba son implacables, privilegian un tipo de discurso mucho más edulcorado y noble, se sabe bien qué puede decirse y qué no.


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