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Sociedad

«El discurso de la diversidad es una cortina de humo»

Al habla con Abel Sierra, autor del libro 'Del otro lado del espejo. La sexualidad en la construcción de la nación cubana', Premio Casa de las Américas 2006.

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Abel Sierra (Matanzas, 1976) es Licenciado en Historia y tiene un máster en Estudios Interdisciplinarios de América Latina, el Caribe y Cuba por la Universidad de La Habana. Lleva varios años investigando temas relacionados con la sexualidad de la nación cubana. En 2001 obtuvo el Premio Pinos Nuevos de ensayo con su libro La nación sexuada. Relaciones de género y sexo durante la primera mitad del siglo XIX en Cuba. Su segundo libro, Del otro lado del espejo. La sexualidad en la construcción de la nación cubana, obtuvo el Premio Casa de las Américas 2006 de ensayo histórico social. Sierra vive y trabaja en Cuba.

La tesis de Del otro lado del espejo es que la nación cubana ha sido construida desde lo hetero, lo homofóbico. ¿Es una particularidad del caso cubano?

No sabría decirte hasta qué punto nuestro contexto es particular en ese sentido, pero algunos estudios hechos en México, Estados Unidos y Brasil tienen muchos puntos en común con el nuestro. En Cuba, en 1959 se empieza a articular un discurso, un sistema político, un nuevo sujeto, supuestamente diferente respecto de otros períodos históricos; pero cuando uno hace una deconstrucción, nota que la pretensión de creación del hombre nuevo no fue tan nueva. El proyecto del hombre nuevo de Ernesto Guevara es una continuación de esbozos occidentales anteriores, que incluso comparten nociones teóricas con experiencias totalitarias que iban en contra del ideal masculino burgués más apático y distanciado de los valores nacionales.

De acuerdo con su investigación, el trato al homosexual como escoria antecede a 1959.

Me molesta que el libro sea leído en términos de historia de la homosexualidad. Obviamente, trata la homosexualidad, pero es sobre prácticas y discursos de un concepto más amplio: la sexualidad. El libro demuestra —históricamente— cómo el sujeto homoerótico ha sido construido como el enemigo por el discurso hegemónico, normativo y nacional, usado para activar determinados dispositivos de control, normalización y poder.

La nación cubana ha sido pensada en términos fisiológicos, se ha analogado el cuerpo humano —con sus fronteras, límites, zonas erógenas y abyectas— con la nación; se ha construido lo que está dentro y fuera de ese corpus humano como lo que está dentro o fuera del corpus nacional. Ese sujeto-otro ha sido el enemigo fácil, el chivo expiatorio sobre el que los regímenes occidentales se han articulado. Después del 59 se hizo mucho más visible con políticas culturales de control, de reconversión, y no sólo el otro homoerótico, sino todo lo ajeno al canon revolucionario y al supuesto hombre nuevo.

En esa otredad impropia de la nación se incluyó a delincuentes, religiosos, gente no totalmente apta para ser disciplinada por el nuevo sistema social. La nueva sociedad intentaba romper con la anterior tradición burguesa, considerada viciosa, de costumbres impropias para una sociedad más "sana". Y aquí entra el discurso higiénico. El discurso revolucionario ha sido muy higiénico, muy "medicalizado" en torno a identidades que no se adecuan al canon revolucionario. Todo lo que no se adecue o tribute a ese canon, es remitido a una otredad impropia de la nación.

Ese proceso comenzó en los años sesenta, donde al sujeto homoerótico se lo construyó y demonizó además como un otro político. En esa demonización ideológica y cultural entraban no sólo los homosexuales, sino todo lo que no se adecuara al canon hegemónico. Así, los homosexuales, The Beatles, los jeans, las sandalias, la religión y el pelo largo fueron desterrados de la nación.

¿En qué punto está actualmente ese discurso en relación con los homosexuales?

Mira, en Cuba existen muchos "otros", y efectivamente, uno de los "otros" más visibles es el otro homoerótico, aunque el discurso oficial intente borrar esa otredad con campañas públicas tratando de insertar en el sistema político los discursos de la diversidad, pero hay muchos otros políticos, de raza, de género, que el sistema pretende borrar a nivel discursivo.

El abismo cultural entre la Cuba real y la oficial de los periódicos es cada vez mayor. La real está sumergida en una serie de contradicciones no resueltas por 50 años de un sistema político que muchas veces, en vez de solucionar o implementar políticas públicas para acortar esas distancias, lo que hace es silenciar. En el silencio no existen las contradicciones. Es más fácil hablar a los medios internacionales, hacer eventos académicos y publicaciones en función de legitimar el llamado igualitarismo, el falso igualitarismo tan dañino para el pueblo cubano. En ese sentido, cada día hay más brecha entre un sector cada vez más marginal —desprovisto de herramientas para vivir en el mundo moderno— y el discurso político.

La homosexualidad ha sido uno de los terrenos por el que el gobierno ha sido criticado durante mucho tiempo en términos de derechos humanos y, por tanto, ha desarrollado estrategias inteligentes para tratar de acortar y limar esas asperezas, y tratar de borrar de la memoria histórica colectiva páginas de la historia como la UMAP, el Congreso de Educación y Cultura y una política abiertamente antihomosexual durante mucho tiempo. Ahora, a mi juicio, los discursos de la diversidad se han convertido en la cortina de humo para no discutir otras cosas y problemas medulares de la nación.

Te confieso que, en un primer momento, el proyecto del Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX), de Mariela Castro, me pareció interesante, porque estaba poniendo en la esfera pública temas que hasta entonces era impensable discutir a ese nivel, pero cuando empecé a adentrarme en La Habana profunda y ver la brecha entre la institución que ella dirige y la vida real más dolorosa, me di cuenta de las grietas de su proyecto y su discurso.

¿Cuáles son esas grietas?

El proyecto es excluyente, al tiempo que reproduce estereotipos y tiene como cómplices el discurso médico que victimiza y patologiza a un tipo de sujeto que se pretende normalizar y asimilar. En Cuba, los cambios pasan exclusivamente desde y por el ámbito institucional, fuera de ese marco el cambio es impensable. Mi libro le hace críticas y preguntas a su proyecto porque me parece que si la discusión se queda a un nivel médico-psicológico, de política de salud, se está invisibilizando y postergando la discusión política. Su proyecto es seductor en el ámbito internacional porque resulta novedoso para la tradición revolucionaria, ofrece un ideal de ruptura, un espejismo de ruptura, cuando en realidad es una continuación y readecuación del discurso institucional en función de una estrategia y una política muy claras. El CENESEX tiene el monopolio discursivo para hablar sobre el tema. ¿Por qué otras instituciones activistas que abogan por cambios no tienen la misma voz?

Está de moda y me molesta el discurso de la diversidad; suena lindo ser diverso, pero cuando hay contradicciones no resueltas, de tema racial, de clases, sectores, el abismo es mayor. Me molesta que los medios promuevan todo el tiempo el discurso de una funcionaria hablando de diversidad sexual, y en el mismo horario y a unos metros de allí, la PNR esté haciendo redadas a grupos homosexuales. Me molesta que un grupo de supuestos expertos médicos decidan el futuro de los ciudadanos y su configuración, y se practique el silencio, la manipulación, y no haya otros discursos que dialoguen con el oficial.

El año pasado supe de varias organizaciones LGBT (Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales) como la Reynaldo Arenas in Memóriam, que trató de marchar por su cuenta y fue abortada por la policía en el 2008. En otro sentido, también me molesta la grandilocuencia, el carácter de cambio que aparenta este proyecto y el cambio no es tal, está articulado dentro de la estrategia de tratar de invisibilizar manchas imborrables como la UMAP y, como dije, la discusión real de la nación.

En su libro asegura que la visibilidad subvierte y ayuda a cambiar el sistema de pensamiento. En ese sentido, podríamos decir que la poca o mucha visibilidad de las acciones impulsadas desde el CENESEX en alguna medida pueden resultar favorables a la tolerancia de los gays y transexuales.

Hago entrevistas a travestis y transexuales que confiesan estar insertados en ese programa para adquirir legitimidad ciudadana; si no están insertados, están fuera de la ley, van a seguir siendo carne de cañón de las redes policiales, no van a poder seguir en el mercado laboral oficial. Porque hay tipos duros con parejas travestis, camioneros, torneros; tipos duros de Regla y Marianao, de una hombría incuestionable, con configuraciones muy complejas, me han confesado que no quieren que ellas cambien su configuración corporal o se hagan reasignación de sexo. Eso les atrae y no las quieren cambiadas. Algunas sueñan con tener una vagina, pero a otras no les interesa. Para tener derecho a una vida, estos sujetos necesitan estar insertados en las instituciones y en la legitimidad que le ofrece el CENESEX. Necesitan de esta institución para ser sujetos legítimos.

¿Es Cuba una nación homófobica?

Esencialmente sí es una nación homofóbica. Cuba tiene sobre sus espaldas una tradición occidental discriminatoria, no sólo sexual sino racista, resortes que se activan en situaciones límites. El gobierno cubano no ha podido borrar esas diferencias culturales que están en las bases.

¿Más o menos homófoba que otras naciones de la región?

Somos menos homofóbicos de lo que pensamos, aunque la discriminación se articula en la doble moral y el doble rasero. Aunque en la intimidad se tolere y comparta, públicamente el cubano se niega a aceptar verdaderamente este tipo de configuraciones y prácticas. Sin embargo, en Cuba hay menos crímenes contra los homosexuales que en México, Brasil y en el propio Estados Unidos.

En su estudio sobre prácticas travestis y transexuales, ¿cuál es el caso más interesante desde el punto de vista investigativo?

Varios, por sus valores humanos y su pensamiento. Sisi es una de mis informantes favoritas, me ayudó muchísimo a llegar a otros, sin su ayuda hubiera sido más difícil. Vive en un barrio marginal en Regla, y aunque tiene el VIH, tiene muchas ganas de vivir y se cuida mucho. Otro personaje —también de Regla— es Letal, un travesti superenigmático con mucho que decir y que toma el nombre de una chica Almodóvar. Letal es visitada por camioneros, tipos duros, ex presidiarios, negrones de Regla. Vivía sola con su abuela, del dinero de la seguridad social, haciendo arreglos de boda, buscándose la vida como costurera.

Pero una de las más fascinantes es Olivia, ahora insertada en el CENECEX, que al menos en aquel momento me confesó que ella es "algo que no está en condiciones de definir", porque se siente mujer, pero sabe que no lo es. Esto es muy interesante en términos teóricos, porque deja abierta muchas posibilidades a otras configuraciones que no siempre tienen que estar en el marco binario hombre-mujer hetero-homo; esto rompe con muchas etiquetas que usualmente las personas utilizan para conceptualizar su realidad y a los que le rodean. Deja abierta una posibilidad no normativa, la libre elección de una configuración y prácticas no determinadas, un cuerpo no domesticado ni disciplinado por ninguna ideología de género ni ninguna institución que tenga que garantizar su "normalidad".


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