Jorge Castañeda, Embargo, Cuba
Entrevista a Jorge Castañeda
“No se puede levantar el bloqueo sin libertades y democracia para todos los cubanos”
A raíz de la aparición de Amarres perros (Alfaguara, 2014), CUBAENCUENTRO conversó con su autor, el articulista, académico y exsecretario de Relaciones Exteriores de México Jorge G. Castañeda, sobre algunos capítulos de esta autobiografía de más de 600 folios. Diálogo que se convirtió en una exposición sobre la situación actual de México, Fidel Castro (Cuba), Kennedy, Estados Unidos...
Figura polémica en los círculos políticos, el autor de La utopía desarmada (1993) y La vida en rojo, Una biografía del Che Guevara (1997) —que produjo reacciones encontradas en La Habana— revela en esta entrevista los objetivos esenciales de Amarres perros, un libro que es, más que todo, la crónica de la vida de una personalidad intensa: retrato subjetivo y provocador de las circunstancias que escoltan a Mexico en los últimos 60 años.
Amarres perros: estamos en presencia de una autobiografía, no en el sentido canónico: aquí el narrador está constantemente en una actitud discursiva sinuosa, en decididos saltos en los tiempos y en los espacios. ¿El objetivo era ése, exponer episodios fragmentados que el lector tendrá que amarrar?
Jorge Castañeda (JC): Sí, no es un relato lineal, cronológico ni ortodoxo. Hubiera necesitado, para que funcionara de esa manera, que se cumplieran dos condiciones: un gran talento literario —que no tengo: escribo bien y punto—, o que yo fuera un personaje tan importante que diera cabida a una lectura de un sumario de sucesos cronológicos. Eso es posible en vidas como las de Juan Pablo II o de Fidel Castro, por ejemplo. En mi caso ninguno de los dos escenarios se cumple. Entonces tuve que buscar una manera de romper la continuidad, y me gustó ésta, en que recurro a una suerte de estructura discursiva con frecuentes flash back. Sí, el lector se puede desconcertar al no percibir una continuidad; pero, no se someterá a la monotonía de la numeración lineal de sucesos.
Esa discontinuidad conforma uno de los méritos de un libro que atrapa al lector. Quizá sea porque lo está contando Jorge Castañeda: primero, una figura en la política mexicana polémica y controvertida que ha tenido presencia en muchos episodios de la política latinoamericana; y segundo, por el protagonismo que tuvo Castañeda, durante los primeros años del gobierno de Fox, como canciller y el enfrentamiento abierto a la dictadura de los Castro. ¿Por qué este narrador, que se asoma por diversos vericuetos desde tonalidades discursivas variadas, siempre es más que todo informador, cronista?
JC: Hay una intención de reivindicarme y tratar de explicar, por ejemplo, qué fue lo que pasó en el 68, cuando tenía 15 años; por definición no soy ni participe ni testigo, de ese suceso, pero tengo acercamiento a ese año por documentos, los cuales me permiten explicarle a un lector joven, qué pienso yo que pasó en aquel año trascendental.
No escribí un manual académico: me interesaba exponer mi pensamiento, mi punto de vista, los elementos que poseo para pensar lo que pienso. No dudo que mi historia personal, y mi enfrentamiento polémico con el gobierno cubano cuando fui canciller, hayan determinado cierta curiosidad en los lectores para acercarse al texto; pero, creo que lo más importante es la exposición detallada de determinados hechos sin querer ser protagonista, sino testigo. A un lector le bastarán esos elementos y dirá: ‘sí, tiene razón’; otros comentarán, ‘es una buena idea, pero no está comprobada’; y otros señalarán, ‘este es un mentiroso’.
En uno de los folios el narrador de siete años confiesa su admiración por Napoleón después de leer una biografía de éste. Interesante su simpatía por la figura del militar francés, y más tarde por la de Kennedy: a partir de ahí hace algunas digresiones al asesinato en Dallas y resalta su despertar y curiosidad por la política...
JC: Lo de Napoleón quizás sea curiosidad infantil; pero lo de Kennedy es clave en mi formación: es el primer recuerdo político que tengo, tenía yo siete años, esto fue en noviembre de 1960, me acuerdo perfectamente de la noche de las elecciones presidenciales en Estados Unidos cuando dieron los resultados en la televisión y no se supo hasta la mañana siguiente quien había ganado. Ésa es mi primera remembranza política y así lo cuento. Luego, aprovecho y lo voy articulando con lo de la CIA en México, todo el asunto del señor Winston Scott y su hija, novia mía: mi primer fracaso de seducción. La hija de Octavio Paz, quien ya murió, estaba en ese coctel famoso de gente de izquierda donde supuestamente, estuvo Oswald —en su paso por la Ciudad de México mientras esperaba una visa para entrar a Cuba—; pero, es una trama muy larga. Quizá yo estoy obsesionado con los políticos castristas y sus maldades, pero no soy el único que dice esto de los vínculos de Castro en el asesinato del presidente Kennedy, mucha gente seria lo plantea.
Curiosa la aparición y desaparición constante de Fidel Castro en la trama de este almanaque autobiográfico: de repente el narrador solo lo cita, y por momento es un personaje clave. Fidel Castro como una sombra que habita buena parte de las páginas de estos amarres suyos. ¿Por qué?
JC: Es que Fidel Castro, perdone el lugar común, es una figura central en la historia latinoamericana. Los vínculos de Castro con México son históricos. Por ejemplo, muchos presos políticos mexicanos fueron después a parar a Cuba como exiliados. El México de principios de los 70, con aquellos secuestros de aviones de Mexicana, muchos presos llegan a La Habana. A mí me buscan en París, a principios de 1974, un grupo de mexicanos que quería escribirle una carta abierta al gobierno cubano pidiendo que no metiera a la cárcel a los presos mexicanos en la visita de Brezhnev a La Habana: firmé esa carta. En 1971, con Joaquín Hernández de Armas, quien era el embajador cubano aquí, me aceptaron para ir a pasar el verano en una de las brigadas Venceremos. Como se ve, Fidel Castro y Cuba rondan buena parte de mi biografía. Por eso esa presencia del personaje en estos apuntes.
Narrador miembro del partido comunista mexicano, quien rompe con la izquierda y se convierte más tarde en canciller de un presidente de derecha (uno de los episodio más controvertidos de las actuaciones políticas de Jorge Castañeda). Hay en este libro un sumario de testimonios polémicos de una actuación pública rodeada de querellas. ¿Cómo pudo usted esconderse detrás de ese narrador huyendo del protagonismo?
JC: En muchos casos, en algunos capítulos, una amiga —Deborah Holtz—, quien me ayudó en la edición, en la compaginación de lo que cuento, me dijo: “Tú no tienes que andarlo pregonando, que lo diga el texto; tú no tienes que decir que convenciste a Fox de esto o de aquello o que decidiste tal cosa en las relaciones con Fidel Castro. No, tú nada más cuenta lo que sucedió y que el lector solito deduzca que, efectivamente, tú fuiste el factor concluyente del suceso, pero debe hacerlo de manera más sobrentendida, tácita. Así pude situarme a cierta distancia de los gestos y ser, tal vez, más objetivo.
Autobiografía que es una suerte de crónica, apuntes, conjeturas y hasta reportaje de toda una época, no solamente de México sino de América Latina. Obsesión por el caso cubano. Si Fidel todavía puede leer, estoy seguro que va a comentar: “otra vez Castañeda insiste”. Usted decía que no había una intención literaria, pero hay pasajes muy hermosos, sobre todo de su infancia...
JC: Bueno, yo traté de escribir lo mejor posible, y de cuidar la redacción lo más que pude; quizás al término de tantos años de estar escribiendo casi a diario, unos pasajes me salieron mejores que otros y a lo mejor eso explica que mucha gente se ha sentido atrapada por el libro a pesar de su extensión. Unos lo leen de un jalón. Aclaro, no fue mi intención hacer literatura; pero, me da gusto que se lea de manera sumamente fácil, amena y ligera: el lector no se da cuenta que está ‘soplándose’ más de 600 páginas.
Apresa también la madre del narrador, quien tiene cierto gusto por el arte, por la música. Hábleme un poco de esa madre.
JC: Era una mujer fantástica, que durante muchos años hizo muchas cosas por mucho tiempo: trabajaba en la ONU como intérprete, tenía una familia, era la esposa de un embajador, alto funcionario mexicano. También trabajó en Naciones Unidas en el programa de medio ambiente. Viajaba, leía, discutía, era una mujer que hacía muchísimas cosas y las hacía muy bien. Mujer con una diversidad de gustos, de pasiones, de predilecciones: le gustaba la buena mesa, viajar, lidiar, era excepcional. Y en ese sentido yo me parezco mucho a ella por esa dispersión o versatilidad, como se le quiera llamar. Mi padre era más clavado en lo suyo. Era uno de los grandes maestros del derecho internacional en México y América Latina; era un hombre muy culto que le encantaba leer, visitar museos y catedrales, viajar, la buena mesa... Hombre de intereses múltiples como lo era mi mamá y como lo soy yo. Heredé esos intereses de dos seres maravillosos determinantes en mi formación intelectual.
Me gustaría que nos comentara: ¿cuál es el objetivo tanto de Obama como de Raúl Castro en este coqueteo de restablecimiento de relaciones diplomáticas después de más de 50 años de pugna política?
JC: Yo lo único que sé, que creo saber, además de lo que he dicho, es que esto no significa nada: ambos sacan provecho mediático, reconocimiento de las cancillerías, pero en la vida cotidiana de los cubanos comunes o de los cubanos en Miami o en México, no significa nada. Y es muy posible que sea el primer paso hacia el cambio del régimen interno en Cuba. Porque no hay manera de levantar el embargo sin un cambio en el régimen político de la Isla, no se puede levantar el bloqueo sin libertades y democracia para todos los cubanos. Se puede desvincular en el tiempo causal y lógicamente, se puede disimular al máximo que una cosa implica la otra, todo eso se puede hacer. Lo que no se puede hacer es levantar el embargo sin cambios sustanciales en el régimen de La Habana. Eso, además, es muy grave porque tiene una explicación y un origen —gente como Rubén Cortés y Rafael Rojas deberían decirlo— : es culpa de Clinton cuando no veta la Ley Helms-Burton, la cual acepta que solo se levantará el embargo con 60 votos en el Senado, cuestión imposible. Clinton no la veta, y lo hubiera podido hacer.
Derriban a los dos aviones de Hermanos al Rescate sin pensar, quiero darles el beneficio de la duda, que eso iba a impulsar la Ley Helms-Burton y que eso iba a volver imposible la derogación del embargo sin un cambio del régimen político en Cuba. Entonces, si Raúl Castro quiere que cambie la situación económica de Cuba, la derogación del embargo ayudaría mucho: la única manera de levantarlo es cambiando el régimen. Lo que Obama le dio a Raúl es la desvinculación: hoy les damos esto, y mañana ustedes hacen esto: ni me digan cuándo, yo quiero enterarme por la prensa. Es un poco lo que hizo Clinton con Zedillo, cuando el rescate mexicano. Clinton va al Senado y pide al Congreso 52 mil millones de dólares. Primero el Congreso dice sí, y luego dice no: a estos mexicanos no les vamos a dar nada. Y Clinton dice: pues yo tengo mi dinero y yo se lo voy a dar, y nos da los 52 mil millones de dólares. Yo estoy absolutamente seguro que hubo un subtexto entre Clinton y Zedillo. Clinton dijo: ‘A ver Zedillo, te voy a dar esta lana que es mía, y me está costando mucho hacer esto, tú me tienes que asegurar que en el 2000 la oposición pueda ganar. No que gane, que pueda ganar’. Y Zedillo fue dando los pasos con la reforma electoral, la derrota del PRI en el 97 en el DF y en el congreso, y la victoria presidencial de Fox en el 2000. ¿Lo escribieron?, no; tal vez ni lo dijeron, no había necesidad de decirlo. Eso es lo que yo creo. Además, las empresas estadounidenses, claro, van a pedir que Cuba les devuelvan sus propiedades, tienen ya las demandas. Porque son exigencias de propietarios americanos en aquel entonces, súmese las solicitudes de los propietarios cubanos que se volvieron americanos. Es una cuestión jurídica muy complicada.
La situación política del Mexico actual después de la desaparición de los 43 normalistas. ¿Cuál es su visión?
JC: Yo creo que no va a pasar nada, pero que sí ya se ha vuelto un gobierno muy debilitado, el cual no va a poder hacer cosas fácilmente. No se va a caer, ni habrá golpe de Estado. Nada de eso va a suceder. Pero, sí puede resultar que ese gobierno debilitado no pueda realizar los grandes proyectos concebidos. Va a administrar el país, pero implementar las reformas, ¿quién sabe? Atender los problemas cada vez más fragmentados en el país, ahora es Michoacán, la semana entrante puede ser Tamaulipas, y así sucesivamente. Tenemos una economía muy aletargada todavía, que no termina de despegar y va a tener consecuencias muy serias la caída del precio del petróleo. Entonces yo digo que vamos hacia un gobierno, no paralizado, pero cuyo debilitamiento puede acercarlo a la paralización.
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