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Literatura, Literatura cubana, Padura

Entrevista a Leonardo Padura

“El régimen en nada me ha ayudado, lo poco que tengo se lo debo a mis libros”, expresa el ganador del Premio Princesa de Asturias de las Letras 2015

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El narrador, ensayista y periodista cubano Leonardo Padura (Mantilla, 1955) será huésped distinguido del Principado de Asturias: viajará del popular barrio habanero de Mantilla hasta la ciudad de Oviedo, Asturias, el próximo octubre, para recibir uno de los premios más prestigiados en el ámbito científico, técnico, cultural, social y humanitario que se concede en España. El autor de la saga de historias del detective Mario Conde recibirá de las manos del rey Felipe VI (en representación de la Infanta Leonor de Borbón) un diploma, una escultura de Joan Miró, la insignia del escudo de la Fundación Princesa de Asturias y 50 mil euros.

“Más que todas las preseas y los estímulos financieros que recibiré, mi satisfacción se basa en el reconocimiento que se le está haciendo a la literatura cubana. No sé quién me propuso, no es un concurso en que uno presenta una obra y puede ganar o no: aquí, un comité de 21 personalidades decide en quien recaerá el reconocimiento. Insisto que es un galardón para la cultura de mi país”, comentó para CUBAENCUENTRO —vía telefónica desde La Habana—, el autor de la exitosa novela histórica Herejes, publicada por Tusquets en 2013.

Se dice que usted es un hábil oportunista que se mueve con maestría en los espacios de la cultura cubana, zigzagueando las fronteras de lo lícito, que el castrismo puede permitir y mostrar ante el mundo como muestra de tolerancia. ¿Qué piensa de eso?

Leonardo Padura (LP): Solo soy un escritor que trabaja a diario más de 10 horas. Hacer literatura produce mucho desconcierto, nunca estoy del todo convencido con lo que hago. El régimen nada me ha dado, lo poco que tengo se lo debo a mis libros; pero, no hago mucho caso cuando las opiniones sobre mí tienen un matiz político. Ni oportunista ni habilidoso. Apenas tengo comunicación con las autoridades culturales de Cuba. En 2012 recibí el Premio Nacional de Literatura y nada se me pidió a cambio: yo no lo hubiera aceptado. Los cubanos no hemos aprendido a ser tolerantes. Yo defiendo la libertad de que cada quien tenga derecho a expresar sus ideas y respeto al otro que no piensa como yo. La polarización política nos ha hecho intransigentes. Hay un vicio que nos persigue: no aceptamos el éxito del vecino. Cuando entrevisté a Mario Bauzá en Nueva York en los años 90 me dijo algo muy significativo: “Yo le aconsejé a Chano Pozo que se fuera de Cuba, el conguero tenía muchos enemigos en La Habana, en los ambientes religiosos afrocubanos por su virtuosismo como intérprete, la envidia lo rondaba. Nunca le perdonaron a Chano su éxito”. Vivo en Cuba porque escribo sobre Cuba, mi personaje más renombrado, Mario Conde, no podría habitar otra geografía que no fuera la noche y los trasiegos de La Habana.

¿Cómo fue recibida por las autoridades cubanas El hombre que amaba los perros?

LP: Con recelos. Recibí por ella el Premio de la Crítica. Sin embargo, la novela para mí, más crítica, más visceral de la realidad cubana, La novela de mi vida, ha pasado inadvertida. Hace poco la película Regreso a Ítaca inspirada en ella, del realizador francés Laurent Cantet, fue censurada en la programación del Festival de Cine de La Habana; meses después se vieron obligados a exhibirla. Por supuesto que esa reconstrucción de la vida de Trotski y Mercader, en El hombre que amaba a los perros, no agrada a muchos estalinistas de la cúpula del poder cubano.

Tres visiones, tres espacios literarios: la saga de Mario Conde, La novela de mi vida y los trances de la historia (El hombre que amaba los perros, Herejes). ¿Donde se siente mejor Padura?

LP: Son tres maneras de reflejar mis obsesiones, mi manera de repensar a Cuba y los ecos de la historia reciente sobre los resoles de la situación cubana. Me quedo con La novela de mi vida, quizás mi libro más desgarrador y autobiográfico, en el que hago una revisión del deterioro moral de mi generación y asimismo de sus frustraciones, victorias mínimas y fracasos. Es una novela que no ha tenido la suerte de El hombre que amaba a los perros: traducida a más de 10 lenguas, con proyecto para ser filmada y muy bien recibida por la crítica especializada. Me muevo en la narrativa, la entrevista y el ensayo. Yo diría que Conde es muy popular, La novela de mi vida es más personal y mis incursiones en temas históricos tienen buena recepción en Europa. Regreso a Mario Conde muchas veces, él siempre me espera a pesar de mis fugas a otras zonas, me gusta su fidelidad y lo sigo explotando: tiene mucho de mí: su melancolía y su desencanto.

Circula en México Aquello estaba deseando ocurrir, los cuentos por fin reunidos en un volumen. Hay una carga de nostalgia en ellos. Soldados rendidos que regresan de Angola, solitarios en busca de afectos, citas de boleros y siempre ese aroma inconfundible de La Habana…

LP: Sí, por primera vez reúno mis relatos. No soy un buen cuentista. Cada vez que me viene la idea de una historia ya me llega en forma de una novela de 300 páginas. Digamos que éstos son una suerte de antología personal: revisé todos esos cuentos dispersos divulgados en revistas y otras publicaciones y se lo di a mi editor después de una rigurosa selección. Conforman una mirada a momentos muy personales de una Cuba que ha cambiado mucho. La música desanda por esos folios, sobre todo el bolero y sus consonancias tristes en que el desamor, la traición y el dolor son sustancia. Me alegra que circulen en México donde tengo lectores muy fieles.

¿Estará en México en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara 2015?

LP: Estaré. Disfruto mucho el tequila, la comida mexicana y los amigos. Presentaré el libro de cuentos y firmaré ejemplares. Me encontraré con compatriotas que radican por allá. Admiro la literatura mexicana y no me canso de leer a ese gigante que es Juan Rulfo.

¿Qué opina de los cambios en la Isla?

LP: Algunos son cosméticos. Pero la libertad para viajar es un cambio clave sobre una prohibición que mantuvo a los cubanos presos en su territorio durante más de 50 años. El acceso a los centros comerciales y comprar artículos que antes eran impensables; poder contratar una línea de teléfono celular; la apertura, todavía mínima, a la conformación del comercio privado. Se ha producido un abismo: hay gente muy rica y gente muy pobre. Ya no somos tan iguales: la sociedad civil cubana es más dinámica. Hay que ver si el régimen tiene capacidad de transformarse frente a los retos internacionales que deberá enfrentar en las negociaciones con Estados Unidos y el ingreso a la OEA. El principal reto para la sociedad civil cubana es lograr un respeto a los derechos humanos, tantas veces violados por el régimen.


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