Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Literatura, Exilio, Disidencia

Entrevista a William Navarrete

“No hay nada más parecido a un castrista visceral que un castrista visceral arrepentido”

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William Navarrete (Cuba, 1968), historiador del arte, poeta, ensayista y novelista, también incursiona en el periodismo escribiendo para revistas y periódicos como El Nuevo Herald en el que colabora desde hace 14 años. Defensor de la causa para la democracia en su país natal, adonde no ha vuelto desde que se exiliara en Francia hace 20 años, a lo largo de una década ha organizado decenas de presentaciones de artistas e intelectuales en la capital francesa y coordinado varias antologías, como la del Centenario de la República Cubana, la de homenaje a Lezama Lima o la de poetas cubanos contemporáneos en París. En la actualidad administra dos blogs cuyas temáticas, entre otras, abordan el arte y la literatura de la Isla y la situación política que se vive en esta.

Cubaencuentro lo entrevista sobre varios de los temas más actuales de la Cuba de hoy y acerca de su más reciente obra, La danse des millions, novela publicada recientemente en el país galo.

¿Cómo ven desde Francia los “cambios” en la política del régimen castrista?

William Navarrete (WN): Hay franceses que me preguntan sobre esos cambios. Es la idea que tienen porque así ha sido abordado por la prensa aquí. Es cierto: hay cosas que han cambiado. No solo en Cuba, sino en cualquier lugar del mundo. Donde quiera ha habido siempre cambios. Cuando yo vivía en Cuba era ilegal tener dólares. Después de mi salida el dólar se convirtió prácticamente en la moneda nacional hasta que inventaron el CUC. Eso, si se quiere, fue un cambio. Recientemente se han abierto algunos espacios. La Iglesia católica, por ejemplo, parece vivir una especie de luna de miel con el régimen. La procesión de la Virgen de la Caridad por toda la isla era impensable en la época en que yo viví en Cuba. También despenalizaron el tema de la homosexualidad. Por supuesto, esa “pink revolution” está muy bien pero no es un tema prioritario con respecto a problemas que en realidad afectan a la gran mayoría e incluso a esta minoría. Han flexibilizado ahora la entrada y salida de los cubanos. Es evidente. Conozco a mucha gente que siendo incluso “refugiados políticos” han vuelto de lo más campantes. En París he visto que personas que enarbolan públicamente las banderolas de la intransigencia anticastrista (para parafrasear desde esta orilla el excelente artículo de Miriam Celaya) que frecuentan a esos que van y vienen. Te voy a contar una anécdota. A fines de la década de 1990 había un cubano que vivía ilegal en París desde hacía bastante tiempo. Entre varios exiliados se le apoyó y aunque costó Dios y ayuda se logró que le dieran el asilo político. A los cinco años de tener dicho asilo se las ingenió para cambiar su estatus por el de residente en Francia, con lo cual lo primero que hizo fue regresar a cada rato a Cuba. Hasta ahí me parece muy bien que cada cual haga lo que la conciencia le dicte y lo que estime pertinente. El problema es que algunos de los que gritan a favor de la “pureza” lo siguen frecuentando y hasta van de bailoteo y todo a un sitio que dirige el supuesto renegado. ¿Quién se atreve a decirme que esto no es un cambio? Claro, frecuentan aquel sitio contando con el factor que pocos conocen la historia porque ni muertos lo reconocerían en público si el caso fuera conocido. Les va de su prestigio de intransigentes.

Otra de las medidas es permitir ciertas actividades cuentrapropistas. También dejar que los cubanos compren casas si tienen con qué y cómo justificarlo, que entren en los hoteles que antes estaban reservados a extranjeros, que se vuelvan a escuchar en la radio determinados cantantes prohibidos. Nada de esto era posible hasta hace poco. Es más, en la época en que yo viví en Cuba solo salían del país tres categorías de personas: los que se iban definitivamente al exilio, los que formaban parte de las delegaciones oficiales y quienes cumplían misiones internacionalistas. O sea, salían solamente los deportados y los colaboradores. Ahora, por lo que veo, sale todo el mundo. Tanto es así que muchos exigen regresar. Esto me deja perplejo, pues independientemente de las grandes limitaciones que existen en la Isla se necesita bastante aplomo para soportar la cotidianeidad cubana sobre todo si ya se ha probado otro estilo de vida en otras latitudes. Por último, entre los cambios habrá que añadir aspectos que todos olvidan: la higiene, la medicina y la educación nunca habían alcanzado índices tan bajos. ¿Son o no también parte de los cambios?

¿Cómo ha sido observado el fenómeno de la nueva “ciberdisidencia” en el exilio cubano en Francia y en la sociedad francesa en general? ¿Cuál es su opinión personal?

WN: Es un fenómeno muy interesante que merece nuestra atención. Con los cambios en la tecnología también ha habido cambios en la manera de enfrentarse al monolitismo político oficial. Los extremos se tocan, como ya sabemos. No hay nada más parecido a un castrista visceral que un castrista visceral arrepentido. Sucede lo mismo que con los convertidos a una nueva religión. Hay excepciones, como siempre. Lo que sucede es que a antiguos castristas o simples oportunistas que fingieron serlo al cambiar de discurso en el exilio se les olvidó mutar de grupo sanguíneo. Tienen el castrismo tan profundamente inoculado en sus venas que sufren de una especie de intoxicación “bactereocastrista” de por vida. Todo el mundo se da cuenta excepto ellos. Castristas de larga trayectoria al fin y al cabo, no le dan el beneficio de la duda a nadie. Se creen a veces en campaña política y se proyectan, con esa típica egolatría heredada también del régimen, en una hipotética tribuna desde la que se miran sus propios ombligos de candidatos a parcelas (virtuales) de poder.

Es muy interesante (y hasta divertido) observar estas cosas. Como la intransigencia la aprendieron allá saben lanzarse como fieras contra cualquiera que disienta desde una perspectiva que no sea exactamente la de ellos. No entienden que el problema no está en que muestren sus desacuerdos con respecto a unos u otros, sino en que lo muestran en términos y maneras similares a los de los cederistas y federadas en pleno mitin de repudio. Dejan, la verdad, una imagen bastante lamentable de ellos mismos y ayudan sin saberlo a que sus enemigos declarados ganen cada vez más simpatizantes. Mientras más se intente lapidar a alguien con este tipo de acto de repudio físico o verbal más apoyo obtendrá de mi parte el lapidado.

Todo proyecto que tenga por objetivo crear espacios de libertad en Cuba debe ser bienvenido. Lo que se hace desde diversos espacios de la sociedad civil cubana debe ser siempre apoyado por todos. Ya habrá tiempo para que cada cual defina sus fronteras. Ahora lo que cuenta es lograr que la sociedad se vuelva plural y sea reconocida por el gobierno como tal.

¿Y cómo circula este tipo de información en Francia?

WN: En Francia el nivel de información es bajo. La gente se entera de qué pasa en Cuba cuando los diarios publican, de vez en cuando, una noticia. Las nuevas leyes migratorias, la nominación de Miguel Díaz-Canel, los brotes de cólera de los últimos tiempos, por ejemplo, han aparecido en la prensa. Sin embargo, análisis serios, de contenido, ha habido muy pocos en los últimos tiempos. Cuba vista desde aquí sigue siendo un destino turístico. De vez en cuando a algún político francés se le ocurre viajar a la Isla para ver qué posibilidades hay de realizar inversiones. Hace apenas unos días la muy leída revista L' Express publicó un reportaje titulado “Cuba: tímido regreso del lujo gracias a las reformas económicas”. Explicaba que había cubanos residentes en la Isla que podían pagarse el lujo de un fin de semana en Varadero a 200 dólares la noche o que se convertían en miembros de un gimnasio que les cuesta hasta mil dólares anuales. El reportero tuvo la precaución de añadir que buena parte de esa burbuja se debe a las remesas familiares, aunque reconoció también que a la riqueza generada por el “cuentapropismo”. Al final añade algo que yo o alguien que haya vivido en Cuba y conozca el Código Penal lo deja pasar por alto. Dice textualmente “La tímida reaparición del lujo no es por tanto ostentatoria... Todos tienen presente el ejemplo de un vecino denunciado por enriquecimiento ilícito”. A buen entendedor...

¿Cómo es la relación de los cubanos exiliados en París?

WN: Exiliados propiamente dicho quedan muy pocos: la mayoría de los cubanos que viven en Francia, incluso aquellos que llevaban más de tres décadas, han regresado a Cuba al menos una vez. No digo que no haya, sino que quedan pocos. Si te refieres más bien a la emigración entonces vale decir que no existe centro hacia el que todos converjan. En la década de 1990, hubo salas de baile, centros nocturnos e incluso asociaciones culturales y políticas que reunían a muchos cubanos de París. Hoy día creo que queda poco de eso. En provincias, por el defasaje que siempre hay con respecto a la capital, he oído decir que existen asociaciones culturales creadas por cubanos. En una ciudad como Niza, por citar una que conozco muy bien, hay un restaurante absurdamente llamado La Bodeguita del Havana donde se reúnen algunos compatriotas. También un club bailable llamado Samsas que ofrece noches de temática cubana. Ese tipo de ambiente existió en París pero hoy día ha ido decayendo. Otras corrientes de moda terminaron por desplazar la fiebre cubana generada a raíz del grupo musical Buena Vista Social Club.

En cuanto a la literatura propiamente dicha puedo mencionarte a esa gran dama de nuestras letras que es Nivaria Tejera y cuya novela El Barranco acaba de ser reeditada en una bellísima edición de la editorial La Contre-allée. También al dramaturgo José Triana a quien tengo además de vecino y con quien departir da pie a evocaciones de una Cuba que él conoció antes de que yo naciera. En ese mismo ámbito publican con éxito autores como Leonardo Padura, Wendy Guerra, Karla Suárez y Abilio Estévez, quienes no viven en Francia pero tienen editores franceses. Ha sido incluso publicada una novela de Enrique Serpa, autor fallecido y poco conocido incluso por los del patio. Otros nos han dejado, como hace apenas tres años el escritor Juan Arcocha, quien vivía en París desde hacía más de tres décadas. Pero como sabes aquí vivieron escritores y artistas como Lydia Cabrera, Severo Sarduy, Alejo Carpentier, Wifredo Lam, Agustín Cárdenas, Julio Herrera Zapata, Guido Llinás, Ángel Acosta León, Amelia Peláez, Loló Soldevilla, entre muchos otros. En la actualidad hay muchos jóvenes artistas, músicos, cineastas que ni siquiera conozco. Todos, poco importa en qué medida, han dejado y dejan algo en el imaginario de los franceses con respecto a Cuba. Y si unos hablan de una Cuba que tal vez no sea la mía me parece muy bien que lo hagan porque en definitiva esa es la ellos y cuenta y vale tanto como la mía.

¿Qué acogida ha tenido en Francia la reciente publicación de su novela La danse des millions, publicada por Editions Stock? ¿Cuál ha sido su experiencia al respecto?

WN: Es una primera novela. La publiqué primero en España, en 2011, con el título La gema de Cubagua. Anteriormente sólo había publicado aquí dos libros de ensayos sobre temas musicales que escribí en francés y uno de cuentos sobre el Louvre. En español sí tenía más de una docena de libros entre poesías, ensayos, antologías, escritos periodísticos, monografías críticas de arte, etc. Siempre es estimulante conversar con el público. Hace apenas unas semanas en un salón literario en Enghien-les-Bains, al norte de París, cuando anunciaron que era cubano se me acercaron dos personas que no conocía y que me contaron sus propias experiencias. Una de ellas era sobrina de la escritora de expresión italiana Alba de Céspedes, hija del presidente Carlos Manuel de Céspedes y Quesada y nieta del “Padre de la Patria”, el patriota Carlos Manuel de Céspedes. La otra era la sobrina del pintor rumano “aplatanado” en Cuba Sandú Darié. Siempre en esos salones uno termina intercambiando con personas con intereses comunes que de otro modo nunca las hubiéramos encontrado. Lo mismo me sucedió en el Salón de París que acaba de terminar. Y seguirá sucediendo, espero, en cada una de las numerosas ferias y salones a las que asistiré a partir de este mes. Un lector que se acerque a un libro es una puerta que se abre no para mí sino para las letras de ese libro prisioneras del papel. Mi función es un poco esa: hacer todo lo posible para que las letras vuelen libremente y encuentren sus propios destinatarios. Ese es uno de mis objetivos.

Gracias, William.

WN: Al contrario: gracias a Cubaencuentro.


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