Hablar en cubano
Cuando los cubanos llegamos a España, lo primero que tenemos que hacer es ajustar nuestro léxico al peninsular con el objetivo de poder comunicarnos sin interferencias
Cuando los cubanos llegamos a España, lo primero que tenemos que hacer es ajustar nuestro léxico al peninsular con el objetivo de poder comunicarnos sin interferencias
Luis Roberto Choy López (Santiago de Cuba, 1946) fue investigador del Departamento de Lingüística del Instituto de Literatura y Lingüística de la Academia de Ciencias de Cuba y del Departamento de Filología Española de la Universitat de València. Doctorado en Filosofía por la Universidad Carolina de Praga y en Filología Española por la Universitat de València, ha impartido cursos regulares en universidades de Cuba, España y Estados Unidos, país donde reside. Durante décadas, sus investigaciones han girado en torno al español de los cubanos: sus orígenes y su historia, el consonantismo en el habla culta y en el habla popular urbana de Cuba; los contrastes entre el español de Cuba y el de España; el Atlas Lingüístico de Cuba; los procesos asimilatorios y el sistema fonético y sistema fonológico en el español actual de Cuba. Por todo ello, nadie más capacitado que él para esclarecer nuestras dudas sobre la lengua que hablamos los cubanos.
En la evolución del español en Cuba hablas de tres períodos: La koineización, que se divide a su vez en “El surgimiento” (1492-1599) y “La estabilización” (1600-1762). La estandarización, dividida en “La africanización” (1763-1867) y “La españolización” (1868-1898). Y La independización, compuesta por “La identificación” (1899-1958) y “La homogeneización” (de1959 al presente). ¿Qué tipifica cada uno de estos períodos?
Luis Roberto Choy (LRC): En primer lugar, Luis Manuel, gracias por este encuentro para hablar sobre temas que han ocupado parte de mi vida. Hay otras personas sumamente capacitadas para hablar sobre este asunto, cada una de acuerdo con sus investigaciones y sus experiencias personales. Parece que, en general, me he visto atraído por las clasificaciones —las taxonomías, como hubiera dicho nuestro Max Figueroa— en torno al español hablado en Cuba. En algún momento, intenté describir el sistema fonético y fonológico; en otro, las zonas dialectales y, finalmente, los períodos de la historia del español de Cuba. Como han sido prácticamente las primeras clasificaciones, por supuesto que con importantes antecedentes, corren el riesgo de estar llenas de inexactitudes, pues los datos factuales con los que he contado han sido limitados. Mi mayor deseo es que estas clasificaciones se continúen corrigiendo y enriqueciendo por las actuales y futuras generaciones de lingüistas. Con respecto a los tres períodos principales en la historia del español hablado en Cuba, te los podría resumir así:
El primer período (La koineización, 1492-1762) es de formación, estabilización y consolidación de la koiné en Cuba. Como consecuencia de que la Corriente del Golfo era el recorrido ideal para los viajes de América a Europa, la ciudad de San Cristóbal de La Habana, desde mediados del siglo XVI, cambiaría su vida de villa marginal y olvidada, y con ella la de las restantes villas del país. En un primer período, la convivencia y mezcla de nativos con europeos y, más tarde, con africanos, dio lugar a una sociedad que nacía mestiza, a pesar de las insalvables barreras raciales de entonces. Los nacidos en el país, mestizados o no, comenzaron a denominarse criollos; más tarde, criollos rellollos, los criollos hijos de criollos, descendientes de españoles o de esclavos africanos. Asimismo, la coexistencia de diferentes dialectos hispánicos —andaluz, castellano, murciano, extremeño, canario— en un mismo territorio, en el cual recibían también la influencia secundaria de lenguas indoamericanas y africanas, dio lugar a un proceso lingüístico de intercambio, selección y simplificación de rasgos dialectales que posibilitaría la aparición de una lengua común, diferente a los dialectos que la habían originado: la koiné cubana.
Uno de los rasgos de esta forma de expresarse los criollos es la fuerte influencia que, en líneas generales, ejercen en ella los dialectos meridionales hispánicos, con predominio del andaluz, en un primer y breve lapso, y del canario, en una etapa posterior y más prolongada. En este período, la capacidad de expresarse adecuadamente en la koiné cubana —el habla del país— se erige como el rasgo más caracterizador de los criollos cubanos, independientemente de su origen europeo, africano o indoamericano.
El período de la koineización lo he dividido en dos subperíodos. Durante el primero (El surgimiento de la koiné, 1492-1599) hay una población de lento crecimiento, que había residido en ese territorio desde las primeras décadas, con la esporádica entrada de grupos europeos, africanos e indoamericanos de otros territorios. Esto había propiciado que el seseo se impusiera como la característica más general de la koiné cubana, presente ya en documentos de la segunda década del siglo XVI.
En el segundo subperíodo (Estabilización y consolidación de la koiné, 1600-1762), Santiago de Cuba pierde su hegemonía dentro de la Isla y La Habana legitima su condición de capital. Desde entonces, se reafirmarían las diferencias este-oeste que caracterizarían la variación lingüística territorial del país. El aumento poblacional, al margen de los múltiples y diversos aportes demográficos foráneos, tenía como núcleo básico, al igual que en el subperíodo anterior, a los habitantes criollos, independientemente de su ascendencia. Este núcleo exhibiría como seña común de identidad su competencia en el uso del español koiné, a la que debían aspirar todos los que llegaban. Ya a finales de este período, la koiné parece estar completamente estabilizada. En 1757, Nicolás Joseph de Ribera señalaba de los bozales que era cosa admirable ver cómo en pocos años individuos de veinte “naciones diferentes” se reducían a un idioma y cómo los criollos o hijos de ellos solo en el color se distinguían de los españoles o sus hijos.
El segundo período (La estandarización, 1763-1898) se caracteriza, desde el punto de vista del crecimiento demográfico, por la entrada masiva de dos grupos humanos principales: africanos y españoles. Coincide, en líneas generales, con el cambio operado en la economía cubana hacia una producción azucarera de base plantacional, lo cual provocó una necesidad imperiosa de mano de obra esclava. El gran desarrollo socioeconómico de estos años posibilita la creación de centros de estudios e instituciones que propagan, como modelo de corrección idiomática, el habla centro-norteña peninsular —con sus eses, jotas y zetas—. Este período, que hemos denominado estandarización, no pudo borrar los rasgos más característicos de la koiné cubana, sobre todo en los grupos menos favorecidos socioeconómica y culturalmente. Sin embargo, de manera general, se restituyeron eses, volvieron a distinguirse en gran medida las consonantes /r/ y /l/, desapareció, en la mayor parte del país, el voseo —el uso del pronombre vos en lugar de tú— y, en general, el vocabulario se enriqueció gracias a los avances educativos. Para entonces, el español académico peninsular se vería situado, como norma supradialectal ideal, por encima de la koiné criolla, muchas veces como meta inalcanzable.
En el primer subperíodo de la estandarización (La africanización, 1763-1867), como consecuencia de la entrada masiva de mano esclava, la sangre africana llegó en 1817, según Ramiro Guerra, a ser mayoritaria en el país. En los últimos años de este subperíodo, los canarios o isleños constituían un grupo muy importante: en 1862 formaban el 42 % de toda la población española radicada en Cuba.
Todos estos inmigrantes tenían que acomodar su manera de hablar a la koiné cubana, la cual resultaba más asequible, pues había sufrido los procesos de nivelación y simplificación que habían eliminado oposiciones fonológicas e incluso gramaticales con un limitado rendimiento funcional, es decir, diferencias que cuando se eliminaban —por ejemplo, entre la zeta y la ese—, no creaban grandes problemas de comunicación, resueltas en general por el contexto lingüístico o extralingüístico.
En el segundo subperíodo (La españolización, 1868-1898) se producen las guerras independentistas cubanas. El cese de la inmigración forzada procedente de África —proceso que culmina con la supresión de la trata— se vio compensado con una avalancha de inmigrantes procedentes de España, premeditado contraataque a las ideas independentistas.
La diversidad de la emigración, no solo española, había creado un ambiente cosmopolita. La ya patente penetración económica y cultural de Estados Unidos fue contrarrestada por la presencia masiva de españoles. Al finalizar este subperíodo, casi la mitad de la población blanca cubana había nacido en España, donde el español centro-norteño se había erigido ya desde mucho antes, sobre todo en los estratos más escolarizados, en norma modélica. Este hecho reforzó el proceso de estandarización, por lo que este modelo europeo alcanzó su momento de mayor prestigio, a pesar del peso canario que tenían estos españoles. Una reminiscencia de ello la podemos percibir en las primeras grabaciones de la música popular cubana de las décadas iniciales del siglo XX, en las cuales ciertos cantantes pronunciaban /z/, aunque de manera asistemática, donde era esperable /s/ de acuerdo con la norma objetiva cubana, vacilación derivada de la incongruencia entre la norma objetiva, el habla real, y la norma axiológica, ideal, del período precedente.
El último período (La independización, 1899-presente), se identifica por la sustitución del ideal modélico centro-norteño peninsular por pautas de carácter nacional. Desde el punto de vista demográfico, el crecimiento poblacional se fundamenta ahora en la reproducción autogenerativa de la sociedad, aunque no cesa el flujo de inmigrantes, mayoritariamente españoles, en la primera parte del siglo.
En el subperíodo inicial (La identificación, 1899-1958), a pesar de la presencia de intereses foráneos, la variación regional y social del lenguaje está claramente definida sobre la base de una identidad lingüística nacional. En consecuencia, hay un afán, tanto en las artes como en la literatura, de destacar “lo cubano” a través de una búsqueda de elementos autóctonos, muchas veces indocubanos o africanos. La influencia del modo de vida de Estados Unidos en el país —the American way of life— también tiene su repercusión lingüística, particularmente en el léxico de algunos sectores de la sociedad.
El segundo subperíodo (La homogeinización, 1959-presente) se distingue en sus primeras décadas por el aislamiento y distanciamiento, desde el punto de vista lingüístico, con respecto al resto de los países de habla española, y, al mismo tiempo, por la disminución de la influencia ejercida por el inglés estadounidense en el léxico del país. El movimiento migratorio invierte su dirección: desde Cuba hacia otros países. El español de Cuba sufre, a partir de entonces, un proceso de popularización, como consecuencia de la intensificación del transvase de elementos del habla popular o marginal al habla de los estratos más escolarizados. Al mismo tiempo, elementos del habla culta y especializada, como resultado de la extensión de la educación, pasan al habla común. Todo esto, sumado a las intensas migraciones internas y al monolitismo político e ideológico de las instituciones y de los medios de comunicación masiva, provoca una tendencia a la homogeneización lingüística y al desvanecimiento de la variación regional y social de la lengua.
En una visita a Cuba, en 1984, el lingüista español Manuel Alvar advertía sobre la urgencia de estudiar el español de Cuba antes de que se convirtiera, desde el punto de vista de la cartografía lingüística, en una “mancha uniforme”.
Has escrito sobre el español de América en sus quinientos años. ¿Puede hacerse un mapa a groso modo de las normas del español hablado en las diferentes zonas de América? ¿Cómo se insertaría Cuba en ese mapa?
LRC: Según Eugenio Coseriu, las zonas dialectales o los dialectos no existen sino después de que, partiendo de un criterio determinado, se establecen. Es decir, si nos decidimos por el comportamiento de la /s/ final de sílaba, los resultados van a ser completamente diferentes a otra zonificación basada en el voseo (el uso del pronombre vos en lugar de tú) o en la sustitución, en el caso del modo subjuntivo, del imperfecto por el presente (Ella quería que la rescate en lugar de Ella quería que la rescatara).
En español, a la división simplista de español peninsular y español americano —con el canario como puente— ha sucedido la de Diego Catalán (1958), de gran difusión, en español del centro y norte de España frente al español atlántico, puesta en tela de juicio por Zamora Munné y Guitart (1982), quienes proponen en su lugar tres modalidades: dos peninsulares, centro-norteña y meridional, y una americana. Sus objeciones en torno al llamado español atlántico parten de que la distribución del seseo (pronunciación de ese en lugar de zeta) y el ceceo (pronunciación de zeta en lugar de ese), los cambios de /r/ o /l/ al final de sílaba —conjuntamente con la distinción ustedes/vosotros— es muy diferente si se compara el español meridional con el español americano. Basado sobre todo en el comportamiento de la /s/ y /r/ y /l/ finales de sílaba, Montes Giraldo (1984) sugiere, para los dialectos histórico-estructurales del español, un superdialecto A, que comprende el centro-norte peninsular y las zonas andinas e interiores de América, y un superdialecto B, representado por las hablas meridionales peninsulares, incluido el canario, y el español insular y costero de América.Si el superdialecto A mantiene los fonemas /s/ y /r/ y /l/ finales de sílaba, el superdialecto B los modifica o elimina.
Hispanoamérica, por su parte, cuenta con una primera división (1882), que debemos al cubano Juan Ignacio de Armas y Céspedes, donde se proponen, de manera imprecisa, cuatro o cinco zonas dialectales. Esta zonificación —según José Pedro Rona— ha servido de base a Pedro Henríquez Ureña para la suya (1921), donde se señalan cinco zonas dialectales, sin dudas la más difundida, sustentada, de manera apriorística, en la supuesta influencia indoamericana (náhuatl, caribe-arahuaca, quechua, araucana, guaraní). De mejor suerte y mayor vigencia ha gozado, sin embargo, la distribución de igual fecha del español americano en tierras altas y tierras bajas del mismo Henríquez Ureña, la cual Rosenblat identifica, jocosamente, por su “régimen alimenticio”: “las tierras altas se comen las vocales, las tierras bajas se comen las consonantes”. Para Canfield, las regiones altas representan generalmente los principios del andalucismo, mientras las costas, el pleno desarrollo. Rosenblat, siguiendo a Wagner, considera que la diferencia se debe a que los españoles se establecieron en regiones similares a las que habitaban en la Península: andaluces en tierras bajas, castellanos en las altas. Menéndez Pidal prefiere hablar de tierras marítimas o de la flota y tierras interiores.
A José Pedro Rona debemos la primera zonificación dialectal del español americano sobre una base puramente lingüística (cuatro rasgos de carácter fonológico, fonético, morfológico y sintáctico). Si bien sus veintitrés zonas dialectales (1964) se resienten por el estado incipiente y desigual de los estudios dialectológicos hispanoamericanos de aquel momento, su valor metodológico y sus aportes son innegables. Asimismo, Melvin Resnick (1975), si bien no pretende establecer una división en zonas dialectales, proporciona un voluminoso cuerpo de datos de carácter fónico con el objetivo de identificar las hablas hispanoamericanas. Posteriormente, Zamora Munné y Guitart proponen nueve zonas dialectales para el español de América (1982), sustentados en el comportamiento de /-s/, /x/ (jota) y el voseo. Finalmente, en 2000, Francisco Moreno-Fernández establece cinco zonas dialectales americanas (1. Caribe, 2. México y Centroamérica, 3. los Andes, 4. La Plata y el Chaco y 5. Chile), para cuyo establecimiento se basa en datos de la fonética y la fonología, la gramática y el léxico característicos de estas zonas.
Lógicamente, el español de Cuba se enmarca dentro del español del Caribe hispánico, con sus rasgos distintivos.
¿Cuáles son, en general, las características más distintivas del español hablado hoy en Cuba?
LRC: Basado en las ideas y los procedimientos de Ralph Penny al explicar el carácter “revolucionario” del dialecto castellano como resultado de su expansión por gran parte de la Península Ibérica, he expuesto, al analizar tres factores —la marginalidad, las redes sociales y la interdialectalización— referentes a las condiciones que estimulan o frenan el cambio lingüístico, que los dialectos hispánicos antillanos (Cuba, República Dominicana y Puerto Rico) son dialectos revolucionarios, innovadores desde los momentos iniciales de la koiné en estos países.
Aparte de numerosos cubanismos léxicos (guagua, hayaca, hanyaca, tayuyo, jimagua, fruta bomba, jaba, cederista, jinetera), hallamos usos léxicos especiales como rectificar en una cola o rectificar la cola, en lugar de ratificar o confirmar el lugar en la cola, conductor de un transporte publico, en lugar de cobrador, uso que comienza a debilitarse.
Desde el punto de vista gramatical, llama la atención el voseo tipo A (-áis, -éis, ís: amáis, teméis, partís), sumamente infrecuente, con un paradigma gramatical etimológico: vos (sujeto), vos (término de preposición), os (objeto) y vuestro (posesivo). Estas manifestaciones del voseo cubano se localizan, coincidentemente, dentro de la denominada zona III, en la región centro-oriental: Camagüey, Las Tunas, Holguín, Manzanillo y Bayamo. Encontramos otros usos, como ¿Cómo tú está(s) en lugar de ¿Cómo estás?, donde el uso de tú sirve para evitar la ambigüedad, lo cual afecta al resto de los pronombres personales, que también anteponemos, aunque no haya riesgo de confusión; o expresiones como “Si yo tuviera ruedas, fuera bicicleta”, en lugar de “Si yo tuviera ruedas, sería bicicleta”, que compartirmos con otras regiones del Caribe hispánico.
Como sabes, mis zonas dialectales de Cuba se basan en el consonantismo, especialmente, las consonantes finales de sílaba. Debo aclararte que cuando transcribo [j], para facilitar la comprensión, no es el sonido fuerte español, sino, por el contrario un sonido mucho más débil, aspirado, como el de jaba [jaba] en la pronunciación cubana.
I. Zona occidental (Pinar del Río, Ciudad de La Habana, Matanzas, Cienfuegos y Trinidad): Esta es una zona innovadora desde el punto de vista fonético, si bien persisten restos de usos gramaticales antiguos, como la presencia de pronombres enclíticos en ciertos contextos: díceme, dígole. Los cambios fonéticos más llamativos son: asimilación de las consonantes /r/ o /l/ por la consonante siguiente: vuelta [buédta], parque [págke], Alberto [abbédto], Jorge [jóje]; aspiración de /s/ final de sílaba y medial de palabra: desde [déjde], mismo [míjmo], isla [íjla]; aspiración de /r/ ante /n/ o /l/: carnaval [cajnabál], Orlando [ojlándo], dejarla [dejájla]; debilitamiento de /y/ (grafías y o ll) intervocálica: playa [pláia], pepilla [pepíia], desmaya [dejmáia], bello [béio].
II. Zona central (Santa Clara, Sancti Spíritus y Ciego de Ávila): En esta zona son perceptibles rasgos fonéticos descritos en la occidental, pero bastante atenuados: asimilación de las consonantes /r/ o /l/ por la consonante siguiente: calvo [cábbo], cartera [cadtéra], Albita [abbíta]; debilitamiento de /y/ (grafías y o ll) intervocálica: Padilla [padíia], camilla [camíia]. Persisten con similar intensidad: aspiración de /s/ final de sílaba y medial de palabra: gasto [gájto], bastante [bajtánte], complejista [complejíjta]; aspiración de /r/ ante /n/ o /l/: Carlitín [kajlitín], horno [ójno], diurna [diújna].
III. Zona centro-oriental (Camagüey, Las Tunas, Holguín, Manzanillo y Bayamo): Esta es la zona dialectal fonéticamente más conservadora del país. Es precisamente en algunas regiones pertenecientes a esta zona donde se han registrado restos de voseo (uso del pronombre personal vos en lugar de tú y sus formas verbales correspondientes: ¿Qué vos queréi(s)?, ¿Cómo estái(s)? Aquí los rasgos fonéticos referidos a las zonas anteriores están sumamente atenuados. Sólo persisten con igual intensidad la aspiración de /r/ ante /n/ o /l/: Mirna [míjna], contarle [kontájle]; y la aspiración de /s/ final de sílaba y medial de palabra: mosca [mójka], espera [ejpéra], estudio [ejtúdio].
IV. Zona sur-oriental (Santiago de Cuba y Guantánamo): Es también una zona lingüísticamente innovadora; el rasgo fonético más llamativo se refiere a la baja frecuencia de aspiración de /s/ final de sílaba y medial de palabra, descrita para las zonas anteriores. En su lugar, es muy frecuente la asimilación de /s/ por la consonante siguiente, lo cual lleva comúnmente a su desaparición: desde [dédde], mismo [mímo], espiritista [epiritíta]. También son más frecuentes aquí que en otras zonas los trueques entre /r/ y /l/, que tienen como resultado más general la pronunciación de [l]: por favor [pol faból], parque [pálke], Alberto [albélto], Jorge [jólje]. Muy esporádicamente esta confusión se produce a favor de [r]: dulce [dúrse], volver [borbér]. En esta zona dialectal no se han registrado, sin embargo, casos de aspiración de /r/ y /l/ ante /n/ del tipo carne [kájne].
V. Zona extremo-oriental (Baracoa): Esta es una zona pequeña, durante siglos confinada a un relativo aislamiento con respecto a las otras regiones del país, donde confluyen tendencias lingüísticas innovadoras y conservadoras. Aquí la propensión a la sustitución de la aspiración por la asimilación o pérdida de la /s/ llega a un grado aún mayor que en las otras zonas del país: después [depué], estudioso [etudióso], especialista [epesialíta]. También son comunes las omisiones de /r/, sobre todo en las formas verbales de infinitivo: fregar [fregá], mortificar [mortificá], perder [perdé]. Por otro lado, no se escuchan aquí aspiraciones de /r/ ante /l/ o /n/, del tipo turno [tújno], y en líneas generales no son frecuentes las modificaciones fonéticas más llamativas en otras regiones.
Es sumamente significativo el hecho de que en estas dos últimas zonas (IV y V), con una notable influencia franco-haitiana, sea más perceptible un fenómeno llevado a consecuencias extremas en el francés y en el criollo haitiano: la pérdida de /s/ final de sílaba, como explicaré más adelante.
Cuáles son sus principales diferencias con el español de España. ¿Hay una norma de excelencia que funcione como patrón, de modo que acercarnos o alejarnos de esa norma implique un juicio de valor?
LRC: Es difícil hablar de un español de Cuba, con sus interesantísimas variaciones regionales, pero mucho más de un español de España, donde el mapa lingüístico muestra una variedad y riqueza insospechadas. Muchas de las diferencias de nuestro español con respecto al peninsular las compartimos, por supuesto, con el resto de América y a veces también con el sur de España y, sobre todo, con las islas Canarias.
Cuando los cubanos llegamos a España, lo primero que tenemos que hacer es ajustar nuestro léxico al peninsular con el objetivo de poder comunicarnos sin interferencias. Así, tenemos que olvidarnos de jaba, fruta bomba, guagua, bodeguero, etc. Por otro lado, comenzamos a utilizar o a acostumbrarnos a formas como vale, ¡joder!; igual, en lugar de a lo mejor, tal vez, quizás, rumorear en lugar de rumorar, picor en lugar de picazón. Los cambios en la fonética y en la gramática son más lentos. Primeramente tenemos que restituir eses y reforzar algunos sonidos como el de la jota, que a veces les cuesta trabajo percibir. El uso de vosotros y sus correspondientes formas verbales y pronominales es menos común entre los cubanos. Una de las dificultades mayores de los españoles es distinguir entre cuando decimos las dos y las doce.
Para algunos cubanos la norma ideal de corrección sigue estando en el español de España y en la Real Academia Española, aunque su uso se aleje más o menos de este ideal. Para los cubanos, en general, existe una norma suprarregional, un ideal común creado por la tradición, las normas académicas y nuestra percepción, a través del cine, la televisión, la radio e Internet, de lo que debe ser el habla correcta representada por los escritores, actores, profesores, científicos, diplomáticos. Es una norma que nos dice que debemos decir parque en lugar de págke; escuela en lugar de ekuéla; haya en lugar de haiga. Es una norma ideal, axiológica, que no tiene que ver con la norma objetiva, el uso real, de la que solo a veces se percatan los hablantes sobre todo cuando se ponen en contacto con hablantes de otra variedad regional o social del español. En alguna época, la norma ideal de la lengua rusa estaba representada por el ruso hablado por los actores del Teatro Mali de Moscú. En Cuba, nunca hemos tenido un tipo de referencia tan definida.
Todos hemos abrevado alguna vez en el Catauro de cubanismos, de Fernando Ortiz, y en el Diccionario provincial casi razonado de vozes y frases cubanas, de Esteban Pichardo. A este último te refieres como “ciencia y ficción”. ¿Por qué?
LRC: El diccionario de Esteban Pichardo tuvo cuatro ediciones (1836, 1849, 1862 y 1875). En ellas, como nunca antes, se describe nuestro léxico regional, algunos de nuestros rasgos fonéticos, el voseo en ciertas zonas, los diminutivos, la influencia franco-haitiana en el este del país y, además, para situar estos fenómenos, sugiere algunas zonas dialectales. A este estudio minucioso y serio es a lo que llamo “ciencia” cuando me refiero a la labor lingüística de este sabio cubano. En 1866, entre la tercera y cuarta edición de su diccionario, Pichardo publica en La Habana la novela El fatalista, en la que trata de reflejar “varias costumbres locales” y en la que se hacen patentes algunos de los usos que refleja en su diccionario. A esta incursión de nuestro investigador en la literatura es a lo que llamo “ficción”. En fin, con su “ciencia” y “ficción”, este hombre extraordinario nos ayudó a conocer como nadie la geolingüística cubana del siglo XIX.
Afirmas que la frecuentísima elisión de “s” en dialectos dominicanos y extremosurorientales cubanos es, posiblemente, una influencia francohaitiana. ¿Qué pruebas hay al respecto? ¿Existe alguna explicación lingüística semejante para el peculiar “habanero”, con su sustitución de la “r” por la “g”?
LRC: Para referirme a la influencia francohaitiana en el español de los dialectos dominicanos y extremosurorientales cubanos (zona IV: Guantánamo y Santiago de Cuba; zona V: Baracoa), me baso en el hecho que fueron estas zonas donde la presencia de haitianos y franceses provenientes de la cercana Haití se hizo patente a partir de los disturbios de 1791. De manera que, además de la general tendencia de los dialectos caribeños a perder las consonantes finales de sílaba, este proceso de mestizaje cultural y lingüístico aceleró una evolución del español costero o de las tierras llanas, sumamente desarrollado en el Caribe hispánico. Valgan de ejemplo las semejanzas entre escuela: [ekuéla], école; hospital: [opitál], hôpital; mismo: [mímo], meme.
En el caso de las asimilaciones en contacto regresivas (ACR) propias de las zonas dialectales occidentales cubanas, responden a la tendencia general del español al debilitamiento de las consonantes finales de sílaba; es decir, al establecimiento de sílabas del tipo CV (consonante + vocal) en detrimento del tipo CVC (consonante + vocal + consonante). Esta tendencia se vio reforzada sobre todo en el subperíodo de la africanización, cuando grupos que hablaban lenguas subsaharianas, donde el tipo de sílaba predominante es CV (consonante + vocal) vinieron a reforzar una tendencia propia de la lengua española. En el caso del español de las ACR (asimilaciones en contacto regresivas), típicas de La Habana y de gran parte de la región occidental no son ajenas al español de otros países caribeño, pero en el oeste de Cuba alcanzan una intensidad y amplitud sin paralelo: Alberto [abbédto], Jorge [jóje], barco [bágko].
En un chiste bastante conocido, el cura que tiene a Pepito como monaguillo se queja de que los cubanos siempre van muy rápido, que cuando él dice “Dios te salve, María”, ya Pepito está “entre todas las mujeres”. Y en el chiste, como en casi todos, hay una dosis de verdad. Y no me refiero a “las mujeres”. He notado en Perú, en México y en Centroamérica, no así en España, que los cubanos hablamos demasiado rápido para ser inteligibles a la primera, por lo que debemos repetir con frecuencia reduciendo las revoluciones. ¿Tiene ello alguna explicación lingüística? ¿Por qué no ocurre con los españoles?
LRC: En realidad, nunca he estudiado este tema. Sin embargo, en otros países existen los mismos tópicos, que no dudo tengan una base real. Por ejemplo, en España he escuchado que los andaluces hablan con una velocidad que los hace ininteligibles. Para otros, el habla chilena es la más rápida y difícil de comprender. En Perú dicen que las hablas más veloces están al norte, cerca de la frontera con Ecuador, y de modo particular en Lima. Me arriesgaría a asegurar que la ininteligibilidad a la que en muchas veces se refieren se debe no solo a la velocidad, sino también a otros factores coadyuvantes como la entonación, la pronunciación o el léxico.En el caso de Cuba, he notado que en ciertas regiones el tempo de habla es mucho más lento que en otras. Por ejemplo, te diría que el habla en la ciudad de Bayamo es mucho más lenta que la de Santiago de Cuba.
En el sur de Pinar del Río, entre los plantadores de tabaco, la mayoría de origen canario y que permanecieron durante siglos en un relativo aislamiento, he detectado una norma del español sustancialmente diferente a la de sus vecinos geográficos. Siempre pensé que se trataba de arcaísmos en desuso en otras geografías de la lengua. Muchos investigadores españoles subrayan también la pervivencia de arcaísmos en América de donde deducen el carácter arcaizante del español americano. Tú anotas, en cambio, que el 90 % del acervo lingüístico americano es común a todos los hablantes de la lengua, y que sus koineizaciones (del griego koiné: “lengua común” surgida por la coincidencia en un determinado territorio de diversas variedades regionales de una misma lengua, como sucedió en América cuando confluyeron allí diferentes dialectos hispánicos) sucesivas (y precursoras) han producido normas lingüísticas “mejor niveladas, más simplificados, con mayor vocación de cosmopolitismo. En resumen, dialectos mucho más modernos”. En suma, que el español moderno se perfila antes en América que en España.
LRC: El español de América se incorpora a la historia general de la lengua española en el período de transición entre el castellano medieval (siglos XIV y XV) y el español clásico (siglos XVI y XVII). Participa —como es de suponer por el constante flujo y reflujo de los españoles hacia tierras americanas— en los cambios fonológicos y morfosintácticos de esta última época, pero perviven en él formas desaparecidas en la Península, al menos en el uso estándar, lo cual ha conducido a la reiterada superficialidad de subrayar el carácter arcaizante del español americano, fundamentalmente de su léxico, sin percatarse de que es absurdo tal calificativo referido a palabras que tienen absoluta vigencia en el habla de alrededor de un 90 % de los hispanohablantes: somos muchos más en América que en España. Asimismo, podríamos señalar, entre otros ejemplos, que si en muchos territorios americanos se conserva el pronombre vos, en España continúa vivo el pronombre vosotros, desaparecido de la norma hispanoamericana. Y, si aceptamos la idea de Ralph Penny de que la lengua española es una historia de continuas koineizaciones que comienza con las vicisitudes del primitivo dialecto castellano y llega hasta la lengua española actual, deberíamos admitir también que el español americano muestra dialectos resultantes de koineizaciones sucesivas, que es lo mismo que decir mejor nivelados, más simplificados, con mayor vocación de cosmopolitismo. En resumen, dialectos mucho más modernos.
Durante el último período del español en Cuba, “La homogeneización”, tuvo lugar una escolarización masiva pero, al mismo tiempo, la dejación de una “norma culta” de la lengua (en consonancia con la dejación de normas de educación y cortesía ciudadana tildadas de “burguesas”), la parcial disolución de las barreras entre clases y razas y un amplio éxodo interior, así como el parcial aislamiento de influencias externas. ¿Cómo ha incidido todo ello en la norma lingüística actual de los cubanos?
LRC: El español actual de Cuba sigue sufriendo un proceso de homogeneización tanto en el aspecto territorial como en social. En estos momentos, muchas hablas regionales, debido a las migraciones internas, confluyen en las grandes ciudades, especialmente en La Habana —“¡Que La Habana no aguanta más!”, cantaban los Van Van—, de modo que hay un intercambio constante de usos siempre regidos por el habla habanera, dado el prestigio lingüístico que suelen emanar las capitales. La elevación del nivel de educación y el desprecio a las normas cultas, en un principio identificadas con las maneras burguesas, ha tenido consecuencias contradictorias. En el caso de la pronunciación, los rasgos del habla popular y vulgar se siguen trasvasando a la supuesta habla culta. No sucede así con el léxico, que por una parte se ha enriquecido en diversos campos, mientras que, por otro lado, se ha visto invadido de expresiones vulgares o marginales. En la gramática también ha habido una elevación de la corrección idiomática, sin perder los rasgos del español caribeño. Por ejemplo, en Cuba no es muy habitual escuchar “haiga”, “descriminación” o “íbanos”… tan comunes en otras hablas populares del ámbito hispanohablante. A la cerrazón inicial al mundo hispánico ha sucedido un contacto más directo con otros hispanohablantes —sobre todo españoles—, facilitado principalmente por el turismo. De este modo, en el área del turismo, identificable muchas veces con el mundo marginal, es posible escuchar expresiones como ¡Vale!, ¿Tienes fuego?, follar. Por último, llama la atención en el habla semiformal o formal el uso de formas tomadas del lenguaje oficial de la prensa, de la televisión, de los actos oficiales, muletillas que afloran en el habla de los cubanos como una muestra de la influencia de un lenguaje oficialista, simplista y dogmático.
En 1992 llegué a Ciudad México procedente de La Habana y llamé por teléfono a un colega habanero. Del otro lado de la línea me contestó un mariachi. Era mi amigo. Esa noche, mientras comíamos juntos, empecé hablando con Jorge Negrete y, a los postres, ya su modo lingüístico era el de Ñico Saquito. He observado que en países con poca presencia de hispanohablantes los cubanos conservan incontaminada su norma lingüística original, que en Miami está transitada de spanglish; en Houston, de mexicanismos, y en España y algunos países latinoamericanos, de los usos locales. ¿Existe algún estudio sobre el “cubano” de la diáspora?
LRC: Por supuesto, que hay un proceso de acomodación siempre que una persona se expone a otra variedad de su lengua, principalmente cuando en esa comunidad se utiliza la variante de prestigio, modélica, de la lengua en cuestión. En primer lugar, adopta el léxico y luego, de acuerdo con cuestiones personales y sociales, puede acomodar su pronunciación y su gramática. A mí me resulta muy curioso que cuando los cubanos visitan España encuentran un acento completamente “español” en los cubanos radicados allí, mientras que los españoles los siguen identificando por su acento “cubano”.
Como tú señalas, cuando el inmigrante se siente arropado por una gran comunidad de su mismo origen, no solo mantiene con más fijeza sus hábitos lingüísticos, sino también sus memorias, sus tradiciones y su orgullo nacional.
Con relación a los trabajos sobre el español cubano de la diáspora, hay que destacar en primer lugar el estudio de Beatriz Valera, El español cubano-americano, una abarcadora introducción al español cubano de un sector de la diáspora, aparecido en 1992. Finalmente, resulta imprescindible nombrar el trabajo de Humberto López Morales (“Latinos e hispanohablantes: Grados de dominio del español. Cubanos”) aparecido en Enciclopedia del español en los Estados Unidos, 2009, bajo su coordinación. Por cierto, este lingüista, Secretario General de Asociación de Academias de la Lengua Española, desarrolla planes sumamente serios y rigurosos para la enseñanza de la lengua española y la lingüística hispánica en una Cuba que todos esperamos democrática y abierta a la cultura contemporánea.
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