Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Música

Julio Fowler sigue buscando su lugar con “Ligeros de equipaje”, su más reciente álbum

CUBAENCUENTRO entrevista al cantautor cubano residente en Madrid

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La música del cubano Julio Fowler destila alegría y nostalgia. Cuando escuché su primer disco Dale Mambo (2003), me di cuenta de las múltiples posibilidades de los ritmos afrocubanos para articularse con otras sonoridades: asimilación del jazz, el bossa, el pop, lo urbano, el son oriental, el funk, la timba, el bolero santiaguero, el filin y el mambo en concordia con versos de frescas iconografías metafóricas. Desborde cadencioso, pero también enunciación de problemas acuciantes que acosan al hombre de hoy. Trovador que se “mueve” en los mecanismos y esquemas del mainstream con cierta postura irónica bajo la premisa de reivindicar el legado de los grandes compositores de su país natal.

Su cuarto fonograma, Ligeros de equipaje (JF, Productions, 2012), muestra íntegra de madurez musical. Formato orquestal de contrabajo (Iván Ruiz Machado), piano/teclado (Pepe Rivero), guitarra acústica (Dayán Abad), batería (Georvis Pico), guitarra/voz (Julio Fowler), en diez canciones que transitan por el bolero filin, sonoridades urbanas, raigambres soneras, ribetes brasileros y sutiles apuntes funk/pop/rock bajo ropajes de abiertas armonizaciones jazzísticas en costuras bop, cool, hard y neoclásicas. Arreglos de Iván Ruiz y Pepe Rivero. Vocalista que asume su condición de sonero/trovador/rockero desde aristas modernas en un happening de fresca y singular postura vocal: referencias a Gilberto Gil y McFerrin en cruces con los grandes soneros cubanos y los intérpretes del filin.

Disco íntimo y arropante, que escapa a cualquier clasificación. Música pujante, lenitiva y seductora, que arrebuja versos de fluctuante y retadora belleza. CUBAENCUENTRO localizó al músico radicado en Madrid y conversó con él por internet. Aquí va el resultado de un largo intercambio de correos electrónicos que ponemos a disposición de los lectores.

Se aprecia en tu discografía, conformada hasta ahora por cuatro álbumes, una insistencia por fusionar elementos disímiles que van de lo brasileiro, halos flamencos, lo urbano, el bolero, el pop, el son oriental, índices rockeros (desde lo argentino hasta lo irlandés), la nueva trova, orlas de guajira, índices yorubas y dibujos funkeros con figuraciones jazzísticas. El resultado es muy singular. ¿Coméntame cómo logras esa integridad sonora de cruzamientos rítmicos siempre en la cartografía de lo cubano?

Julio Fowler (JF): Cierto, esa característica es una distinción que a veces, me hace inatrapable e inclasificable a las militancias y castidades sonoras. Sin embargo, es en ese proceso de fusión, de mestizaje sonoro, donde le encuentro sentido a mis canciones. Estoy pendiente de lo que sucede en el mapa sonoro global (ya sea mainstream o alternativo) y trabajo con músicos que están en esa misma frecuencia, intentando que la experiencia musical no se estanque y fluya. Mi canción se alimenta insaciablemente de los sonidos y ritmos del mundo quizás empalmados en un lenguaje común. Todo esto es posible también, gracias a que soy un artista que se autoproduce y cuenta con un margen importante de libertad creativa; es decir, sin las exigencias de un “mercado”, o la presión de una industria discográfica. Eso determina de algún modo, la pluralidad y el sincretismo que se aprecia en mi discografía.

En Dale Mambo (2003), hay, quizás, cierta marcada presencia de lo bailable: índice que se suscribe en todos tus discos. ¿A la hora de componer un tema, piensas en esas franjas acompasadas que el bailador exige?

JF: Por supuesto, mis raíces son el punto de partida para cualquier alquimia sonora y sería un error de mi parte sustraerme a la riqueza y poder de los ritmos criollos y afrocubanos. Sin embargo, Dale Mambo es el único disco que no fue producido por mí: influyó mucho el criterio mercantil, los tópicos y clichés del que financió la producción. Después de una experiencia así, mejor preferí coger el toro por los cuernos y hacer yo mis producciones.

Buscando mi lugar (2006), Utopía (2009) y Ligeros de equipaje (2012) son tres producciones confluentes en el sentido temático y formal. Inmigración, añoranza, exploración de sueños, bregas y avatares, pespunteados en textos de singulares recurrencias poéticas. Háblame de esas obsesiones tuyas del éxodo, el viaje, las estancias momentáneas, el amor, la otredad…

JF: Son temas recurrentes porque conforman mi rutina de los últimos 14 años fuera de Cuba: el testimonio poético y sonoro de una experiencia sin duda extraordinaria, de malestar como de liberación; despertares y encuentros conmigo mismo que me han enriquecido como ser humano. Los nacionalismos, hábilmente, nos han hecho cautivos de un sedentarismo cultural y mental ajenos a la condición trashumante, nómada y errante que caracteriza a nuestra especie, al punto de que la satisfacción de la aventura resulta, en nuestros días, extraña, vaga y rara. Sinceramente, no he perdido tiempo en añorar demasiado la Isla o en lamentar en exceso su infortunio político, su declive moral o psicológico porque tampoco quería perderme las tensiones, dramas y placeres de la sociedad donde actualmente vivo. Más bien me la he llevado de viaje intentando trascender esa cuota de pesadumbre insular que siempre cargo conmigo.

Cuando en mi canción Partes de mi (CD Utopías) digo: “Tu amor es mi país me parece que dejo claro cuál es mi sentido de pertenencia que, por supuesto ni es territorial ni político sino profundamente espiritual. Cuando en mi canción “Buscando mi lugar” (CD Buscando mi lugar) digo: “yo voy buscando mi lugar… un aguacero que limpie la ciudad / de odios, mentiras y miedos / un mapa donde amar”, reclamo una experiencia marginada, segregada al ámbito de lo privado o lo doméstico y, por tanto, desconocida para una civilización racionalista y dualista que entiende la socialidad como una lucha por la supervivencia, como un campo de batalla. Cuando en mi canción Autorretrato (CD Ligeros de equipaje) digo: “yo descubrí que el mundo amanecía en tu boca, yo descubrí que amar es lo que importa, pongo la experiencia del amor en el centro de mis coordenadas existenciales y todo lo que éste involucra como emoción que posibilita una experiencia de unidad y aceptación recíproca, de comprensión del otro y de concordia: vínculo y afirmación de lo común, de cooperación y sensualidad; es decir, habilidades humanas indispensables para una convivencia sostenible, feliz y pacífica. Para mí está claro que, allí donde el amor no es el soporte fundador de una sociedad, seguiremos siendo víctimas de la división, esclavos el miedo, la violencia, la competencia y la lucha, o sea, el caldo de cultivo perfecto para los controladores. Mi experiencia vital durante estos años, entre otras cosas, es una superación de aquellas creencias y condicionamientos mentales que me habían hecho cautivo de falsas identidades y banderas.

Utopía ganó en Cubadisco (2011) un reconocimiento. ¿Por qué tomaste el riesgo de que ese álbum participara en un certamen auspiciado por las autoridades culturales del régimen castrista? ¿Cómo ves el diálogo entre la Cuba de adentro y la de afuera? ¿Cómo Julio Fowler, el artista, encara activamente este proceso en un momento tan especial de la nación cubana frente a las dinámicas del mundo contemporáneo?

JF: No sé a qué riesgo en particular te refieres… Pero sí, recibí el premio que se me concedió en la categoría “Trova Fusión”, por cierto, una categoría que no existe en ningún otro certamen discográfico en el mundo, sino solamente allí en Cuba, y estoy muy agradecido por ese reconocimiento. Pienso que nunca se me va a premiar por un concepto tan singular como ese. Los Grammys no premian una nomenclatura tan criolla como esa de “Trova Fusión”. Por otro lado, ese premio no ha cambiado mi postura crítica e irreconciliable con el régimen ni lo va a cambiar nada que no sea un cambio hacia la democracia y la libertad. Quienes me premiaron lo saben. El castrismo confiscó un territorio e hizo rehén a todo un pueblo, pero no secuestró mi espíritu, como tampoco lo ha conseguido la sociedad donde vivo, secuestrada por mercados, corporaciones y bancos transnacionales. Quiero pensar que el premio que me concedieron responde a una voluntad opuesta al despotismo del régimen, a una actitud dialogante, plural, crítica, inclusiva y abierta. Sabemos que el castrismo no tiene otro destino que su extinción y la dinámica cultural de una Cuba sin los Castro, lo más probable es que tienda a ser posnacional, posideológica, multicultural, cosmopolita. No advierto o vislumbro otro horizonte que el de cubanos y cubanas del mundo dialogando, discutiendo y acordando juntos cómo convivir en un espacio en transición que, además de las ruinas del castrismo, heredará una crisis global sin precedentes y, asimismo, el colapso de aquellos paradigmas que configuraron el proceso civilizador patriarcal moderno: es decir, una crisis ecológica, socioeconómica, política, humanitaria y de una racionalidad que no consigue proponer soluciones ni desarrollar nuevas formas de concebir el orbe.

En Utopía, en el tema “Échate a la mar” —singular son/timba/bossa—, sugieres que la utopía se consigue en la venturosa travesía del mar. Para los cubanos, que viven en la Isla, el mar es la ilusión, el escape, la huida de la represión. ¿Los censores culturales del régimen no le pusieron reparo a esa canción en Cubadisco?

JF: No tengo idea: no dialogo con censores, ni me interesa hacerlo. El coloquio que sostengo es con amigos intelectuales, gente abierta que reside allá en la Isla, con un punto de vista crítico, plural e incluyente, que lo mismo cuestiona el autoritarismo político dentro como fuera de Cuba. Personas que se cuestionan la falta de libertades allí y también la corrupción que sacude al sistema democrático político global. Solo algunos ignorantes creen que el castrismo es el único mal en el mundo. Solo algunos inocentes creen que la democracia es el único remedio.

Hay un esmerado trabajo en la orquestación de toda tu discografía, palpable, sobre todo, en Ligeros de equipaje con la colaboración del pianista Pepe Rivero. ¿Cómo es el proceso de armonización de tus canciones? ¿El formato orquestal lo decides de antemano o se subordina a los arreglos?

JF: Bueno, compongo y armonizo originalmente mis canciones tal como se escuchan en los álbumes. Hay algunas que —en dependencia del carácter, estilo y sonoridad del arreglo– se rearmonizan; es decir, se enriquece la armonía original o se simplifica. Iván Ruiz lo ha hecho con algunos temas de Ligeros de equipaje; lo hicieron también José Mestre y Yuri Wong en mis discos anteriores. En mi caso, mis canciones no necesitan de mucho tratamiento armónico porque llegan bastante definidas al estudio de grabación, en ese sentido, desde que las concibo tengo presente los elementos armónicos. He tenido la suerte de trabajar con músicos que entienden y disfrutan lo que compongo: con ellos acuerdo la estrategia sonora del disco. Mis canciones, en buena medida, se alimentan de su creatividad y experiencia orquestal.

Bolero para despertar es un tema en la cartografía de Bill Evans en conjeturas filinescas que hacen referencia a Frank Domínguez, Pablo Milanés y Pancho Céspedes. El piano de Pepe Rivero enaltece algunos pasajes (la coda es antológica). ¿Cómo fue forjado el desafiante diálogo de contrabajo y piano en el arreglo de esa composición?

JF: Cierto, un Bill Evans bastante acriollado se asoma, delicioso, en la sonoridad de esta canción. Pepe Rivero consiguió que el arreglo no subrayara el sabor a bolero que ya traía mi composición, y le dio ese toque de jazz (que te recuerda a Evans) para conseguir un contraste verdaderamente mágico. El diálogo entre piano y contrabajo es puro flow, recreación y desborde de la partitura, sintonía y goce: obra de concertinos exquisitos que saben ejecutar sus instrumentos con un sentimiento descomunal: los incomparables Iván Ruiz Machado en el contrabajo; Pepe Rivero en el piano; y Georvis Pico en la batería.

Se aprecia en tu postura vocal una suerte de happening que se complementa con la propuesta musical que se ausculta como una jam session. El jazz, pero también los soneros cubanos y los vocalistas brasileños. Explícame cómo consigues esa conjunción entre Miguelito Cuní, Djavan, Joao Bosco, Gilberto Gil, Fito Páez, Milton Nascimento, Pablo Milanés y Caetano Veloso.

JF: Sin querer has mencionado a buena parte de las voces que me han acompañado desde niño. Añadiría también a Elena Burke, Omara Portuondo, Gema Corredera, Stevie Wonder, Amaury Gutiérrez, Pedro Aznar, Boby Mc Ferrin, Gino Vannelli. Cada uno a su modo me ha dado una lección de canto y algo se me ha pegado. Todos han sido influencia e inspiración porque todos y cada uno de ellos son técnicamente impecables, pero sobre todo, cantan con muchísimo sentimiento. No sé si he sido un buen alumno, lo cierto es que todavía sigo aprendiendo.

¿Te interesa un texto subordinado a un motivo melódico o un equilibrio entre ambos? ¿Qué es para ti una canción?

JF: Busco siempre el equilibrio en la medida de lo posible. La música suele precipitarse y por eso, normalmente escribo textos a melodías que me han visitado de antemano. Pero en Ligeros de equipaje, las cosas sucedieron a la inversa: se precipitaron, llegaron primero los versos, y tuve que buscarles melodía.

Creo que la mejor manera de definir lo que es una canción para mí es nombrando y recordando aquellas que me resultan emblemáticas: “Perla marina” de Sindo Garay, “Ojos malignos” de Luis Taubert, “Tu mi delirio” de Portillo, “El breve espacio” de Pablo Milanés, “Ojalá” de Silvio Rodríguez, “Mediterráneo” y “Lucía” de Serrat, “Aguas de marzo” de Jobim, “Yesterday” de Lennon/McCartney, o “Imagine” de Lennon.

¿Qué música escucha Julio Fowler?

JF: Uff… Sospecho que no se me escapa casi nadie, aunque mi fervoroso idilio con la música brasilera, el jazz y la fusión de esas sonoridades en artistas como Esperanza Spalding, Gretchen Parlato, Munin Hossn, entre otros, es interminable. Por otro lado, desde que he descubierto la cimática y las formas geométricas que genera la vibración del sonido sobre la materia, estoy disfrutando de la música de los cuencos tibetanos y los cuencos de cuarzo a partir del descubriendo de su poder sanador.

¿Estás al tanto de la música cubana contemporánea? ¿Qué opinas de la música bailable que se hace en Cuba actualmente?

JF: Intento escucharlo todo. Ya sabes, a través de la música podemos tomarle el pulso al sentir de un pueblo. Estoy al tanto de casi todo lo que se produce fuera de la Isla y dentro. A través de Joaquín Borges Triana, de sus crónicas periodísticas y de su extraordinaria investigación recibo información permanente y actualizada.

Creo que en los últimos años la balanza en la música bailable se ha inclinado hacia el reggaetón desplazando bastante a los grandes timberos y soneros que a partir de NG La Banda reventaron todos los salones y pistas de baile de Cuba, elevando el listón musical de las orquestas y, al mismo tiempo, el nivel de exigencia del bailador. Me ha sorprendido la masificación y popularidad de la modalidad reggaetón por un sector importante de los jóvenes cubanos. Es posible que su auge se deba, por un lado, a la asimilación y arraigo que ha tenido en la Isla la cultura hip hop, b-boy, djs; y por otro, a la economía de recursos (rítmicos, sonoros, performáticos) que se utilizan para regatonear. Si el ensamblaje de bandas como NG, Charanga Habanera, Paulito FG, Issac Delgado, Klimax o Van Van requieren de un sofisticado montaje técnico-artístico de más envergadura, el reggaetón pone a mover la cintura solo con un play back (bastante monótono, por cierto), artillería vocal y el juego de recitación rítmica del rapero, que es lo que me resulta más atractivo e interesante, sobre todo cuando las letras tienen un peso poético y reivindicativo. Musicalmente, el reggaetón aún no ha hecho una contribución importante; sin embargo, desde el punto de vista de la danza, el reggaetón inaugura la estética del descaro con coreografías explosivas que recrean con desparpajo el ritual sexual, llevando al límite la sensualidad, la voluptuosidad y las sutilezas eróticas del bailotear criollo.

¿Trova tradicional santiaguera o nueva trova? ¿De quién te sientes más cercano?

JF: De ambas. Las dos modalidades son significativas para mí. Me cuesta entender una sin la otra. Pablo Milanés se ha encargado de recordarnos la conexión entre filin, vieja y nueva trova.

Después de un álbum tan íntimo, excitante y acabado como Ligeros de equipaje —obra cabal de la música cubana contemporánea— qué otros proyectos tiene el incansable Fowler en su cabeza?

JF: Por el momento estamos preparando la presentación de este disco en Madrid, concibiendo los vídeos de algunos temas y diseñando la gira por España y el resto de Europa, es lo más inmediato. Por lo demás, seguir componiendo como siempre, intentando escribir mi mejor canción mientras espero, alerta y expectante, los tiempos excitantes que se aproximan. Gracias por degustar mi disco, por las preguntas amables, sorprendentes e incisivas. Ha sido un placer compartir esta conversación, espero que los lectores de CUBAENCUENTRO —mi público natural, mis compatriotas de todo el mundo— la disfruten.


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