Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Artes Plásticas

«La génesis viene de cuando nos vigilábamos todos»

Alexandre Arrechea y su preocupación por la vigilancia, los museos y los estadios, con Diego Rivera como referente • Ver galería.

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Se fusiona así el guardia con la idea de una obra y eso, por decirlo de alguna manera, es una parte importante de los mecanismos que empleo para representar el hecho del museo. Esta obra y toda la exposición se realizó a través de internet; es decir, yo no estuve allí, no puse luces, ni encuadré, ni corté, ni nada. Simplemente dirigía mis intenciones para que ellos lo hicieran desde allí. El proceso fue así porque no me dieron permiso para entrar a Estados Unidos.

Parte de su reciente trabajo muestra preocupación por el fenómeno de la vigilancia. ¿Es 'Arena' una reflexión sobre esta problemática?

Efectivamente, aunque está inspirada en el mismo principio que expliqué, basado en la colección del Museo de San Diego. Versando sobre un detalle de otra obra de Diego Rivera, Arena articula reflexiones sobre las problemáticas de la vigilancia. De hecho, es la pieza central de la exposición. Reproduce un estadio en forma de óvalo, conformado, además del graderío, por catorce entradas, cada una de ellas con pantallas de plasma, que a su vez están conectadas a los sistemas de vigilancia del museo.

Al conectarse estos sistemas de vigilancia con las pantallas y, por tanto, con el estadio, busco reforzar ese vínculo no sólo entre el guardia y la obra de arte, sino entre la obra del artista, el museo, sus espectadores y un hipotético sospechoso de atentar contra el museo. Es una visión más amplia del museo y viene a ser la visualización de los elementos que componen esta institución.

El espacio y el sujeto vigilado, como forma de control, presentan en 'El jardín de la desconfianza' un primer acercamiento, luego hizo 'Entrada libre para siempre' y ahora 'Arena'. ¿Cómo se gestó esta reflexión?

La génesis de estos trabajos no está curiosamente relacionada con lo que hoy es para todo el mundo algo muy normal. Me refiero a encontrar cámaras en las calles o en cualquier establecimiento, en unas ciudades más que en otras. Este fenómeno tuvo su génesis en La Habana, durante un período donde todos nos vigilábamos. No existía tecnología, era vigilancia digamos que biológica, porque las personas se vigilaban sin mediar otra cosa que los ojos, por decirlo de algún modo.

Obviamente, al entrar este tema en las coordenadas de un mundo como el actual, donde lo privado y lo público están separados por una línea muy delgada, mis reflexiones pasan a una segunda fase con matices mucho más críticos. Entre otras cosas, por las consecuencias que implica vivir en un mudo cada vez más vigilado y controlado, más frágil, y donde hablar de temas como este deja de ser referente de un contexto específico para conectarse de lleno con lo global.

Siguiendo su pista puedes detectar cómo discurre este fenómeno y valorar, en ciertas circunstancias, cuándo la vigilancia tiene mayor o menor sentido. Cuándo se torna obsesiva y absurda. En el caso de los museos, por ejemplo, muestra cómo el cuidado que se dispensa a las obras de arte es tan importante como el que puede prestársele a una institución bancaria. Me interesaba mostrar la especificidad que alcanza la vigilancia, jugar con el hecho de que mis piezas están diseñadas para mostrarse en interiores, no en espacios públicos.

El jardín de la desconfianza es una pieza de museo. Arena es también para museo y graba todo lo que sucede en el museo, pero se diferencia de El jardín… porque aunque tú no vayas a visitar la obra, aun así, ella es capaz de contenerte porque te graba, no importa a la distancia que estés. Sin embargo, para que El jardín… te grabe, debes estar en sus alrededores, a la sombra del árbol…

'Entrada libre para siempre' es un estadio y 'Arena' también. ¿Por qué un estadio y, sobre todo, cuál es la diferencia entre uno y otro?

El estadio, porque, por un lado, es el lugar donde la sociedad se reúne para olvidar las problemáticas personales o de cualquier otra índole; para concentrarse en otro fenómeno, que es pasarlo bien, disfrutar con lo que está aconteciendo ahí. Por el otro, porque en un estadio se libera toda una serie de energías a partir de que se lucha con un contrario, pero no lo haces físicamente, sino desde el empleo de una extensión de tu mente y tu cuerpo.

Por eso la idea del estadio como centro de poder me atrae mucho. Cada uno de los estadios a los que haces referencia tiene una visión particular. Por ejemplo, el que hice para la exposición de Valladolid difiere notablemente del estadio diseñado para San Diego, aunque morfológicamente sean lo mismo. En el de Valladolid, que se llama Entrada libre para siempre, interviene un factor psicológico en el hecho de que es una especie de "disfrute para toda la vida".

El estadio, a pesar de poseer grandes dimensiones, tiene un contrasentido, porque cada escalón ha sido diseñado de modo tal que a nadie le es posible acceder a éste y mucho menos sentarse en sus gradas. Es decir, la obra mantiene un grado de distanciamiento porque te dice: "yo estoy aquí para que me mires, no para que me uses". En el caso de Arena, es como una pieza doméstica, que puedes manipular, mover, pero no entrar en él, porque está diseñado a una escala muy pequeña; pero a la vez, metafóricamente, sí puedes hacerlo a través de las imágenes que proyectan los plasmas que están dentro del estadio.

Tiene además otra diferencia respecto al otro, y es el hecho de que en el centro, donde acontece toda esa competencia y se produce un encontronazo de todos los hilos, hay un detalle de la obra Mandrágora, de Diego Rivera, que es una tela de araña. En esta pintura de Rivera, la tela de araña tiene muy poco protagonismo, pero no por ello deja de tener importancia, porque es un signo de muerte muy importante.

Me gustaba la metáfora de la trampa simbolizada en una imagen tan evidente como puede ser la tela de araña, para encajarla en medio del estadio Arena. Aquí las personas van entrando al estadio a través de las grabaciones de las cámaras de seguridad del museo, pero van entrando no al estadio donde normalmente hay juegos espectaculares, sino a la tela de araña que no es mi trampa, sino en realidad la trampa de Diego Rivera.


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Detalle de 'El jardín de la desconfianza'Foto

Detalle de 'El jardín de la desconfianza' (Colección Ellipse Foundation, Lisboa).

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