«La génesis viene de cuando nos vigilábamos todos»
Alexandre Arrechea y su preocupación por la vigilancia, los museos y los estadios, con Diego Rivera como referente • Ver galería.
Más que reincidir en la búsqueda de paradigmas formales, muchos de ellos agotados por el empleo manierista y egocéntrico de la tecnología y los materiales, el arte contemporáneo tiene una necesidad impostergable de proponer nuevos discursos que revitalicen su capacidad de reinventar las miradas sobre el entorno.
La obra de Alexandre Arrechea se desplaza del espacio transportable al camuflado, del uso como denotación sociocultural que asigna sentido a las cosas, al sentido como valor fijado en el uso normativo de las mismas.
El trabajo de Arrechea, cuyos soportes de expresión abarcan el dibujo, la fotografía, la escultura instalativa y el vídeo, está marcado por actitudes estéticas postconceptuales. Como muestran sus tres últimas exposiciones personales: Entrada libre para siempre (Museo de Arte Contemporáneo Español Patio Herreriano, Valladolid, 2006); Espacio derrotado (galería Casado Santa Pau, Madrid, 2007) y Vínculos contemporáneos (Museo de Arte Contemporáneo de San Diego). Dichas exhibiciones enuncian su interés por una investigación sistemática de los mecanismos del lenguaje y sus posibilidades de expresión en las condiciones actuales del arte.
¿Qué idea motivó la exposición del Museo de Arte Contemporáneo de San Diego?
Esta exposición parte de una invitación que me cursa el museo para participar en un proyecto denominado "Vínculos contemporáneos". Este proyecto, curado por Betty Sue, que ya cuenta con cuatro ediciones, consiste básicamente en establecer un diálogo entre la obra de los artistas seleccionados y la colección que posee el museo. Tú debes elegir entre los artistas de esta colección e inspirarte en las obras para desarrollar el proyecto.
El museo me envió una extensa lista de autores latinoamericanos que llega aproximadamente hasta los años ochenta. Yo revisé y elegí a Diego Rivera y Leopoldo Sánchez. Entonces ellos me enviaron imágenes de todas las obras que tenían en colección.
La obra de Rivera y Sánchez está marcada por un fuerte componente figurativo, sin embargo la suya tiende más a lo conceptual. ¿Por qué escogió estos creadores?
Creo que el detonante de mi elección fue la obra de Diego Rivera Las manos del doctor Moor. De él elegí tres obras y de Leopoldo Sánchez una. Las manos del doctor Moor son dos manos que sencillamente están haciendo el corte de un árbol, especie de bonsái en forma femenina y de textura carnosa del que brotan sangre y fluidos. La imagen que en su conjunto proyecta es bastante fuerte. Eso me llamó la atención y me conectó al diálogo que he tenido recientemente con los museos a partir de investigar qué sucede dentro del museo mismo. De modo que la propuesta de San Diego afianzaba esa preocupación que estaba teniendo, reflejada en proyectos anteriores, como el Jardín de la desconfianza o Entrada libre para siempre, esta última para el Museo Patio Herreriano de Valladolid.
¿Cuál es entonces su estrategia para articular el diálogo con estas obras?
Lo que hago es concentrarme en detalles específicos de cada una de las pinturas elegidas, con las cuales voy a dialogar adoptando el principio de un doctor que hace una especie de disección. Me propongo diseccionar, de algún modo, cada uno de los cuadros a los que me iba a referir. La pieza Doctor Moor es la primera de todas y también la más humorística, porque lo que hago es colocar frente a la cámara al guarda que cuida el salón del museo donde se encuentra este Rivera, y detrás le pongo una ampliación fotográfica de 2x2 metros del detalle de las manos en la obra original Las manos del doctor Moor.
Coloco a este señor sentado en una silla del color que tiene la sangre que brota en el detalle de la obra de Diego Rivera. Imaginando que es una continuación de la obra. Al estar sentado delante del detalle, hay una especie de complicidad simbólica en el crimen: está la sangre y está el guardia, pero al mismo tiempo, titulando la obra Doctor Moor, ya se diluye el nexo con Las manos del doctor Moor en la obra de Diego Rivera. Se establece una especie de confusión porque ya no se sabe si el Doctor Moor es el guardia que aparece en la foto o son las manos propiamente dichas que aparecen en la obra de Rivera.
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