Actualizado: 17/04/2024 23:20
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Literatura

La Patria Albina

Entrevista al escritor Lorenzo García Vega: «Hace tantos años que soy un apátrida, que no sé dónde me ubicaría dentro de la literatura cubana».

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Usted se ha declarado un seguidor de "escrituras malas": Macedonio, Gombrowicz, Arlt, quizá alguna zona de Piñera… ¿Pudiera narrar cómo llega a esta literatura? ¿Qué es exactamente lo que le interesa y rechaza en ellas?

Vuelvo a la inmadurez de Gombrowicz: eso es lo que me mantiene fijo en lo que tú llamas las "escrituras malas". Soy un obseso con el punto último que se pueda alcanzar, con eso último que se pueda confesar. Siempre, como tú bien sabes, me siento impulsado a hurgar, y a volver a hurgar, para encontrar el reverso. O también puede ser que nunca se me ha quitado una manía infantil: la de romper los juguetes con un hachita, para ver lo que tenían dentro.

Así que, por supuesto, Macedonio Fernández, quizás Arlt, pero en cuanto a Piñera, nunca me he sentido identificado con él. No es Piñera una referencia mía. No, de ningún modo. Acuérdate lo que decía Gombrowicz sobre Piñera: "Si el sentido moral del mundo es inalcanzable me dedicaré a hacer monerías, tal es, en rasgos generales, la venganza de Piñera, su rebeldía", y yo nunca me he sentido cercano a esas ñoñerías. Así como no puedo dejar de saber que Piñera fue el "papacito" de esa generación cubana del cincuenta; la generación que no sólo me ha resultado extraña, sino que nunca me ha gustado.

En un ensayo sobre su obra, Antonio José Ponte escribe que " Los años de Orígenes (…) pertenece a la tradición cubana del no". Es decir, a una serie de "libros-negaciones" que van a injuriar y a burlarse del contexto y el país al que pertenecen o fueron escritos. ¿Le parece válida esta definición? ¿Dónde se ubicaría usted dentro de la literatura cubana? ¿Podemos seguir pensando en eso que aún llamamos literatura cubana?

Francamente, ahora me es difícil responder sobre una tradición cubana del no. ¿Me puedes entender? Porque a medida que ha pasado el tiempo, después que escribí El oficio de perder, me siento como…, ¿cómo decirlo?: me siento como turulato, o como si algo se me hubiese perdido. Y me pregunto si eso será debido al hecho de haber escrito una autobiografía. Quizás después de ponerse uno a hurgar y a hurgar en una autobiografía, uno acaba sintiéndose como atontado.

¿Literatura del no? ¿Tradición cubana del no? Ahora no puedo opinar sobre eso. Quizás en otro momento, pero ahora no. Ahora, después de El oficio de perder, siento que debo esperar. ¿Esperar? No sé; quizás otra cosa se me aparecerá, pero no sé lo que pueda ser.

¿Dónde me ubicaría dentro de la literatura cubana? No sé, hace tantos años que soy un apátrida, que no sé. Decirte otra cosa sería inventarte una respuesta para salir del paso. También me preguntas si deberíamos seguir pensando en una literatura cubana. Y sin que lo piense mucho, te digo que deberíamos de tratar de insertarnos en la literatura hispanoamericana. Mira, yo viví en una década del cincuenta donde se vivía dentro del saco de la cubanidad, y eso no fue nada bueno.

Por lo que usted ha descrito, el delirio de los origenistas fue algo realmente grande: podían lo mismo inventarse un pasado, que aceptar o negar algo, que ver "irradiar" la pobreza… Sin embargo, aunque en otra dirección (por lo menos en otra dirección a la de Lezama), su obra parece también alimentarse de este delirio. ¿Tiene usted conciencia de esto? ¿Cómo lee usted lo delirante en la relación intelectuales-Estado en Cuba? ¿Cree que todo lo que ha sucedido con Vitier en los últimos años es un efecto que comenzó cuando aún existía el grupo Orígenes?

¿Conciencia de ser un delirante? ¿No crees que si uno toma conciencia de ser un delirante, ya ha dejado de serlo? Me preguntas cómo leo lo delirante en la relación intelectuales-Estado en Cuba. Y lo único que por ahora se me ocurre decirte es que yo soy un apátrida albino, y ¿qué tiene que ver un albino con la relación intelectuales-Estado en Cuba? No sé de eso. Yo me he pasado años mirando una colchoneta vieja tirada en un solar yermo, y de eso sí puedo decir. Por último, me preguntas por todo lo que ha sucedido con Vitier, y lo único que puedo contestar es que, lo mismo que hay un colesterol bueno y un colesterol malo, hay también un delirio bueno y un delirio malo, por lo que cuando vemos, como hemos visto, a Lezama hacer el elogio de Dulce María Loynaz, o a Cintio Vitier utilizar la teleología para congraciarse con el caudillo, lo único que nos queda es pensar sobre las dos clases de colesterol.