«Las relaciones intelectual - Estado están anquilosadas»
La poeta y crítico Idalia Morejón habla de la creación literaria y artística en la Cuba de hoy.
Licenciada en Lengua y Literatura Francesa por la Universidad de La Habana (1987) y doctorada en Integración Latinoamericana-Área de Literatura Comparada (2004) por la Universidad de Sao Paulo, Idalia Morejón se ha especializado en la historia intelectual cubana del último medio siglo.
Morejón, que reside en Brasil desde 1997, impartió recientemente en el Espacio Cultual CPFL la conferencia Poesia/Arte enquanto ato de risco, en la cual abordó, entre otras cuestiones, las formas radicales de representación estética de algunos escritores cubanos nacidos después del triunfo de la Revolución Cubana y el modo en que estos redimensionan el fenómeno del exilio.
En el marco de este encuentro, donde analizó el poemario Das Kapital, del escritor cubano Carlos Aguilera, la especialista ofreció esta entrevista.
¿Cómo es el arte que se produce en Cuba actualmente?
En la actualidad, el arte en Cuba sigue la línea de política cultural trazada por el gobierno desde 1961. El lema que rige cualquier manifestación artístico-literaria en la Isla se reduce a "dentro de la Revolución todo, fuera de la Revolución nada". Existen, desde luego, artistas y escritores que trascienden esas normas, pero la censura oficial predomina, por lo tanto, la autocensura también es muy fuerte. La música y las artes plásticas, como son también fuentes de lucro nada despreciables, gozan de mayor flexibilidad, pues los artistas que residen en Cuba deben pagar impuestos por la comercialización de sus productos, y esto es beneficioso para el gobierno.
Así que, a cambio de dinero, algunos temas, como la emigración, el exilio, la diáspora, son observados como fuentes de renta y disponen de un margen mayor de tolerancia. Al mismo tiempo, crean la ilusión de que existe mayor libertad en los espacios públicos. El arte, desde el punto de vista político, también se ha convertido en un excelente negocio.
¿Cuándo y cómo comenzó a escribir? ¿Recibió algún tipo de estímulo? ¿Qué la llevó a salir de Cuba?
Comencé a escribir en la adolescencia, y publiqué mis primeros textos a finales de los años ochenta. En esa época no utilicé los estímulos oficiales, como la participación en talleres literarios, pues imponían una norma de escritura que no me satisfacía. Posteriormente me dediqué a la investigación y al periodismo, y en los medios de prensa de las instituciones culturales pude hacer crítica literaria y divulgar autores que no habían sido traducidos en la Isla, como Cioran y Bukowski. En la década de los noventa recibí dos premios de ensayo y en 2000, cuando ya vivía en Brasil, publiqué un libro sobre mujeres poetas.
Salir de Cuba fue la única opción contra la censura, pues en varias ocasiones mis textos fueron mutilados —sin aviso previo, desde luego. Pero la presión política se impuso sobre todo por causa de mis vínculos con militares e intelectuales que hacían oposición abierta al régimen, por trabajar en una agencia de noticias extranjera (AFP), de la cual fui dimitida debido a la presión de la Seguridad del Estado. Pero me mantuve escribiendo poesía, y para las revistas literarias escribía notas bibliográficas que no representaban ningún conflicto ideológico para el gobierno.
Su poesía no es política, en el sentido tradicional; no se opone al gobierno, por lo menos directamente. ¿Cuál es entonces el origen de esa oposición?
Nunca utilicé la poesía para hacer crítica política; ni siquiera publicaba poesía. Esto tiene que ver con mis lecturas de poetas que crearon un hiato entre la creación literaria y la realidad política; y con la sobresaturación que la propaganda revolucionaria trajo a la vida cotidiana.
La oposición política se deriva de mi experiencia profesional. Durante cinco años trabajé en Casa de las Américas, que dentro de Cuba es el principal centro de difusión de la política cultural de la Revolución para América Latina y el Caribe. Allí conocí la vigilancia absoluta, se trabajaba en un estilo militar y el contacto con los escritores extranjeros es rigurosamente controlado.
Existe un agente de la Seguridad del Estado designado para controlar y presionar a los intelectuales que hacen cualquier tipo de crítica que no sea burocrática. La oposición está relacionada con la manera en que el Estado sofoca la producción intelectual, con la falta de libertad de expresión. Puedo afirmar que muchos colegas fueron encarcelados, expulsados de sus empleos y severamente castigados. No podía concordar con esas medidas, por tanto decidí salir de ese medio y tratar de buscar otras opciones en las que la libertad individual, gracias a mi formación, se viera menos comprometida.
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