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Historia

«No implantábamos el terror indiscriminado»

Entrevista a Manuel Uziel, el hombre que sacó a Fangio a punta de pistola del Hotel Lincoln.

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En la puerta del Hotel Lincoln, de La Habana, una placa de bronce recuerda: "En la noche del 23 de febrero de 1958, fue secuestrado por un comando del Movimiento 26 de Julio, dirigido por Oscar Lucero, el cinco veces campeón mundial de automovilismo Juan Manuel Fangio. La habitación 810, donde se hospedó el campeón, es un museo para turistas".

Arnold Rodríguez, el conductor del auto que trasladó al secuestrado, fue invitado a Buenos Aires a un aniversario de la inauguración del museo en honor del corredor.

Pero a Manuel Uziel, el hombre que sacó al campeón del Hotel Lincoln a punta de pistola, Argentina nunca lo invitó. Cuba no lo menciona. Vive frente al mar en una fría playa de Nueva Jersey.

A los 16 años, Manuel Uziel tuvo su bautismo de fuego. Eran tiempos de Ramón Grau San Martín. Los problemas se resolvían a balazos. Su primera pistola la compró con los fondos de la Asociación de Alumnos del Instituto de la Víbora. Militaba ya en las filas de la juventud auténtica.

A Manuel Uziel le decían el Moro por su color moreno. Sus padres eran judíos turcos. Se crió en Luyanó. Iba a la sinagoga. Con 19 años era guaguero de la ruta 19. Era difícil entrar de cobrador de guaguas porque el sindicato era muy fuerte. Entró porque era el guardaespaldas del jefe del sindicato.

En las guaguas, enviaban a Uziel a cada problema. En un enfrentamiento en los muelles, le clavaron un gancho en la espalda. De ahí se lo llevaron preso para la Segunda estación de policía. Lo sacó una supuesta llamada del senador Eusebio Mujal. Cuando lo soltaron, supo que el que había llamado era Samuel Powell, un ex troskista.

Fue Powell el que lo conectó con Mujal. El recién electo secretario general de los trabajadores lo haría su guardaespaldas, y lo sumaría al asalto de la sede de la Juventud Comunista, bajo las órdenes de Chico el Loco (Narciso Rodríguez). La acción desató profundos odios entre auténticos y comunistas. Narciso sería asesinado pocos meses después.

Mujal apoyó el golpe de Estado de Batista. Los comunistas ex aliados de Mulato Lindo, cuando el 4 de septiembre, callaron. Pero Uziel, fiel a los auténticos, por coraje, volvió a cobrar pasajes en las guaguas. Y se hizo amigo de Luis Miguel Hernández, ex jefe del Buró que operaba contra las bandas. Trabajaron juntos. Y en el proceso fue aprendiendo.

¿Aprendiendo a qué?

A ser revolucionario. Los grupos de acción y sabotaje no nacen del acaso. Si tú pones bombas, alguien tiene que enseñarte a ponerlas, a utilizar la dinamita. Había aprendido a preparar bombas en el Instituto de la Víbora, con Pepe Azeña, mi profesor de Educación Física. Con Mujal aprendí lo que era politiquear. Con Luis Miguel aprendí tácticas de sabotaje, aprendí a colocar una bomba.

¿Qué hacías cuando el asalto al Cuartel Moncada?

Eso fue cosa del 26 de Julio. Yo por entonces pertenecía a la Triple A de Aureliano Sánchez Arango. Y enseñaba a los novicios en la Escuela de Medicina de la Universidad de La Habana, en el manejo de armas.

¿Tuviste que ver con la balacera de la Escuela de Medicina?

Luis Miguel había estado medio asociado con Masferrer, pero al sumarse éste a Batista, querían matarse uno al otro. Nunca supe por qué Luis Miguel invitó a los Tigres a la Escuela de Medicina. Fue una provocación. El caso es que cuando los hombres de Masferrer llegaron al aula, nos tirotearon. Hirieron a Luis Miguel en el hígado. Yo escapé de milagro.

¿No era de locos todo esto?

El ambiente en Cuba era de violencia, de revolución. Me asocié con un grupo de resistencia cívica que dirigía Manolo Ray. Se cumplía un año del asesinato de Frank y Josué País y, para recordarlos, me ordenaron volar el túnel del río Almendares.

Pero ese atentado no ocurrió. ¿Qué pasó?

Ray era ingeniero. Me enseñó cómo se volaba un túnel. Pero mis gentes estaban empezando en la lucha… Lo único que hicimos fue poner un petardo de cuatro libras en el centro del túnel, que ni se enteró.

La Triple A fue de las organizadoras del ataque al palacio presidencial. ¿Participaste en este?

Ni por asomo. Los que participaron los metieron en una nave y no podían salir de ahí, por eso no se filtró a la Policía. Yo pasé el ataque a Palacio bañándome en el mar en el club Cubanaleco.

¿Complicó a la resistencia contra Batista el fallido ataque a Palacio?

La policía se apareció a registrar la casa de mis padres. Yo no estaba ahí. Pero no pude ir más a trabajar a las guaguas. No podía comprometer a mi familia. Tuve que pasar a la clandestinidad.

¿Cuándo ingresas en el 26 de Julio?

Cuando me encuentro en la Clínica Marfán (convertida en casa de huéspedes) con Oscar Lucero. Fue cómico. El grupo de la Triple A desconfió de la gente del 26. Y ellos de nosotros. Ambos grupos cargamos nuestras armas. Lucero y yo nos reímos mucho. Luego me llevó con Faustino Pérez. Así comencé con el 26 de Julio.

¿Con qué tiempo antes te avisaron que debías secuestrar a Fangio?

Unos minutos. William, el jefe de mi capitanía, se apareció y nos dijo: "Prepárense, vamos a secuestrar al corredor argentino que se hospeda en el Hotel Lincoln".

¿Ocurrió algo inesperado durante la acción?

Cuando llego a eso de las 8:00 de la noche a la puerta del Lincoln, con una granada y una ametralladora bajo el saco, alguien me llama: "Manolo". ¡Tremendo susto! Era un muchacho joven. Me lo había presentado un compañero del Instituto. Quería pertenecer al 26. Pero no le tenía confianza, parecía muy alocado.

¿Cómo saliste del atolladero?

El muchacho conocía a medio hotel porque los dueños eran de Camagüey, de donde era su familia. Y le dije: "Vamos adentro". Pasamos al bar Los Tres Monitos. En la cantina oigo que le dicen a una mujer: "Prepárate, tu hombre va a bajar". Y ahí le pregunté al muchacho: "¿Todavía quieres pertenecer al 26 de Julio?". Pues cuida la puerta. En la acera de enfrente estaban Oscar Lucero con su mujer, Blanca Muir. Me entregaron una pistola.

¿No te sentías como en una película?

Fangio caminaba hacia la mujer, cuando lo agarré por un brazo y pegándole el cañón de la pistola en las costillas, le dije: "Esto es un secuestro, usted se viene conmigo ahora". Casi me derrumbo cuando los que lo rodeaban se echaron a reír. El único que no se reía era yo. Tuve que darle un empujón al mulato que protegía a Fangio para que me tomaran en serio.

¿Por dónde andaba Arnold Rodríguez?

Arrimó el auto. El chico de Camagüey (Primitivo Aguilera) montó a mi lado. Primero llevamos a Fangio a mi cuarto. Un pasajito en la avenida Ayestarán, donde estaban mi mujer y mi hijita. Después a casa de las americanitas, donde apareció Faustino Pérez y otros mandones del 26 de Julio. Me pasé la noche en un balconcito con una ametralladora vigilando al corredor. Al otro día, Faustino, Edma Montenegro (la hija de Carlos Montenegro, el novelista) y Arnold Rodríguez se ocuparon de entregar a Fangio al embajador argentino.

¿Qué hiciste después del secuestro?

Me escondí. Habían metido presos a mis padres y mis hermanos. Cuando los soltaron, me asilé en la Embajada de Paraguay y me fui para Venezuela. Al triunfo de la revolución regresé a Cuba. Fidel me nombró al frente de la Caja del Retiro del Transporte. Estuve ahí un año. Pero cuando la invasión de Bahía de Cochinos me metieron preso. Nunca confiaron en mí. Me sacaron para llevarme ante el comandante Manuel Piñeiro, alías Barbarroja, que me propuso que ingresara en el G2.

¿Por qué no aceptaste?

No quería nada con esa gente. Le dije que quería volver a Venezuela y me propuso que me integrara a las brigadas para derribar a Rómulo Betancourt. "¡Ni muerto!", le dije. Dejé para siempre Cuba, rumbo a Venezuela, en 1961. De ahí pasé a Puerto Rico, a Miami, a las Islas vírgenes, a Nueva York.

¿Crees que Fidel en sus inicios era comunista?

Ni lo fue ni lo es. Es un pandillero enamorado del poder al que le salieron bien las cosas.

¿Valió la pena que secuestraras a Fangio?

En aquel momento era lo que había que hacer. Además, eso no es lo peor que yo he hecho.

Los grupos de acción y sabotaje del 26 de Julio, ¿eran terroristas?

No implantábamos el terror indiscriminado. Apuntábamos a un objetivo específico. No para implantar el terror en la población.

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¿No es terrorismo el secuestro del vuelo 495 de Cubana de Aviación, Miami-Varadero, el 3 de noviembre de 1958, por un comando del 26 de Julio, que provocó que el Viscount cayera en picada en la Bahía de Nipe, donde hallaron la muerte 17 personas, entre ellas mujeres embarazadas y niños?

Esa pregunta no se la hice a Manuel Uziel, que la responda Fidel Castro.


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